sábado, 17 de diciembre de 2011

El convento de capuchinos de Borja



            Prosiguiendo con la serie dedicada a los conventos de nuestra ciudad, que tanto éxito ha tenido, hoy queremos recordar al convento de capuchinos. Fundado en 1622, por iniciativa de Juan de Pradilla, un acaudalado ciudadano de Borja que sufragó todos los gastos de construcción del nuevo edificio. Era el tercer convento erigido en la ciudad, tras los de franciscanos y agustinos recoletos. Los restos del fundador y de su esposa Gracia de Rada fueron enterrados en la iglesia del convento, donde aún puede verse la lápida en lamentable estado de abandono.


            Recientemente, Alberto Aguilera ha podido aportar un dato desconocido, el que inicialmente iba a ubicarse en las proximidades de la puerta de Sayón. Sin embargo, terminó construyéndose cerca de la puerta de Zaragoza o arco de la Carrera. Las obras fueron capituladas con Andrés de Ercilla y Pedro Dimas, aunque poco después se hizo cargo de las mismas Domingo de Aroza. El importe de las mismas superó los 19.000 escudos que, según la tradición, el fundador volvió a encontrar en su caja, tras haberlos desembolsado.



            Por decisión de D. Juan de Pradilla, el Patronato sobre el convento recayó en el ayuntamiento borjano. La vida de este centro estuvo jalonada por diversos acontecimientos. Durante la guerra de Sucesión, fue convertido en baluarte de la defensa de la ciudad. Allí, 50 voluntarios al mando del capitán D. Benito Navarro de Eguí y San Gil, hicieron frente a las tropas austracistas en octubre de 1706. Esta gesta fue recordada en el III Centenario de la misma con un lápida colocada por el Centro de Estudios Borjanos en la fachada de la Iglesia. Hay que señalar que los capuchinos se habían decantado a favor del archiduque Carlos en esta contienda.




            En 1765, el convento fue transformado en Colegio de Misioneros de la Orden. Durante la guerra de la Independencia, volvió a ser empleado como fuerte. En este caso por la guarnición francesa que, en 1813, terminó rindiéndose tras una heroica resistencia.
            Tras la contienda, los religiosos volvieron a Borja, aunque el convento nunca recuperó la importancia de antaño. Finalmente, en 1835, la Desamortización puso fin a la presencia de los capuchinos en Borja. En aquellos momentos, según el P. Tarsicio de Azcona, la comunidad la componían 17 frailes de coro, 4 legos y 2 donados.



            Al ser abandonadas las dependencias conventuales, se pensó destinarlas a fuerte militar. Ya hemos comentado en este blog la tenacidad que pusieron los liberales en su adaptación para este cometido, aunque con escaso éxito. De aquella etapa aún quedan huellas en el edificio, como las aspilleras de la parte superior del templo.



    
            En 1854, la iglesia volvió a ser abierta al culto por parte de la parroquia de Santa María, siendo trasladadas diversas imágenes el 26 de mayo de dicho año. En aquellos momentos se encontraba en vigor el nuevo Concordato  suscrito entre la Santa Sede y el Reino de España que, en buena medida, vino a zanjar el problema planteado por la Desamortización. Al amparo de este nuevo clima, el obispo de Tarazona solicitó que le fuera cedida una parte del edificio para instalar allí un Colegio de Misioneros. Tras la obras de adaptación realizadas por Narciso Salillas, fue inaugurado el 29 de junio de 1864 y al frente del mismo estaba un fraile capuchino. El éxito de esta iniciativa animó al obispo turiasonense a intentar la plena restauración del convento. La oposición del ayuntamiento de Borja fue total, pues ya ambicionaban lograr el control del edificio, cosa que pudo conseguirse tras la revolución de 1868. El 2 de octubre de ese año, se dio la orden de abandonar las instalaciones del colegio de Misioneros, siendo instalado en ellas el Hospital Sancti Spiritus, donde sigue en la actualidad. 
            A mediados del siglo XX, la iglesia fue alquilada al Servicio Nacional del Trigo para almacén de grano. Esta decisión dio lugar a un largo contencioso que se sustanció en 1961 en contra de las pretensiones del obispado, al reconocer que la iglesia, junto con el resto de las edificaciones, figuraba inscrita a nombre de la Fundación “Hospital Sancti Spiritus y Santuario de Misericordia de Borja”, teniendo que devolver la parroquia las llaves del templo.




            Mientras que el conjunto conventual ha sido objeto de sucesivas mejoras para adecuar las instalaciones del antiguo hospital en Residencia de Ancianos, la iglesia ha estado abandonada, sirviendo como almacén municipal. Recientemente fue restaurada la fachada principal, pero el interior del templo está a la espera de las imprescindibles obras de rehabilitación.




            El monumento lo merece, pues es una obra muy representativa de un estilo arquitectónico del que no disponemos de demasiados ejemplos. Por otra parte, el Centro de Estudios Borjanos viene insistiendo, desde hace tiempo, en la posibilidad de instalar allí el Museo del Rosario de Cristal.



            A diferencia de lo ocurrido con los agustinos recoletos, todo el conjunto que ocuparon los capuchinos ha llegado hasta nuestros días. Además se conserva un significativo conjunto de obras de arte. Entre ellas, la imagen de la Divina Pastora que se veneraba en la iglesia y que, ahora, se puede contemplar en el Museo de la Colegiata. No era la titular de la iglesia, ya que el templo según el P. Tarsicio de Azcona, estaba dedicado a la Natividad del Señor, representada en un bajorrelieve de la cabecera.




            También han llegado hasta nosotros diversos lienzos de santos y beatos relacionados con la orden, como el beato Ángel que se encuentra en las escaleras del hospital o el más deteriorado de San Fidel de Sigmaringa que se conserva, a la espera de su restauración, en los almacenes del Museo de la Colegiata.


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