viernes, 25 de enero de 2013

La imagen más antigua de la Virgen en Borja



            La imagen más antigua de la Virgen que se conserva en nuestra ciudad es la llamada “Virgen del Coro” del convento de Santa Clara. Procede del convento de Nuestra Señora de Jesús de Zaragoza y fue traída a Borja por las madres fundadoras que la recibieron del ministro provincial fray Juan Carilllo.

Desde el punto de vista iconográfico responde al tipo de María sedente sobre un trono con molduras laterales. En su mano izquierda sostiene al Niño, que aparece sentado en su regazo, mientras que con el derecho porta un objeto esférico que puede ser la bola del mundo o una manzana, en alusión a su papel de nueva Eva en la historia de la Salvación.



La Virgen se muestra sin velo, con el pelo liso peinado con guedejas que caen sobre sus hombros. Viste túnica blanca con los ribetes de los brazos y del escote dorados y rojos, ceñida a la cadera con un cinturón de éstos últimos colores. Sobre ella una manto azul verdoso cae sobre los hombros en amplia curva por el lado derecho hacia el regazo, cubriendo el brazo izquierdo. Desde ahí desciende hacia los pies en pliegues verticales y ondulados que dejan ver parte de la túnica y de los zapatos.
El Niño, originalmente, aparecía sin corona. En la mano izquierda lleva  la bola del mundo, como símbolo de su poder mayestático sobre toda la creación y levanta la derecha en actitud de bendecir. Viste túnica del mismo color que la de su madre, con las mangas rojas y doradas, ceñida al cuerpo mediante un cíngulo de estos colores.
Es un claro ejemplo de producción popular arcaizante que situamos cronológicamente en la segunda mitad del siglo XV. El autor no renunció a los tradicionales símbolos y mantuvo la continuidad tipológica con las imágenes románicas, aunque le hizo perder la excesiva frontalidad y el hieratismo propio de esas tallas para acentuar, por el contrario, sus rasgos maternales y dotar a los rostros de una cierta dulzura en sus expresiones, especialmente el del Niño, que muestra una ligera sonrisa.



Desde su llegada  Borja recibió culto en el coro alto del convento, siendo objeto de especial atención por parte de las religiosas que le regalaron coronas, cintillos de oro y, especialmente, mantos. Para su cuidado la comunidad nombraba a dos camareras y,  recientemente, se ha recuperado la costumbre de proceder a la elección de las abadesas ante la imagen.



Hacia 1714 se realizó el retablo hornacina donde se venera en la actualidad, colocando allí los objetos más preciados por la comunidad, especialmente diversas reliquias.




En el transcurso del tiempo, la imagen había sido objeto de diversos repintes por lo que, recientemente, fue restaurada por Dª Pilar Bea, Directora de la Escuela Superior de Restauración de Huesca, recuperando la policromía original. Por otra parte, el escultor D. Carlos Arrabal ha realizado una copia reducida de la misma con los moldes para facilitar su reproducción, que ha donado a la comunidad con el propósito de que puedan ser ofertadas en el museo que se inaugurará próximamente.



La “Virgen del Coro” de Borja es citada por el padre Roque Alberto Faci en el segundo tomo de su obra Aragón Reino de Cristo y dote de María Santísima, publicado en 1750, haciendo referencia a algunos prodigios que se le atribuían. Según refiere el P. Faci, en una ocasión la imagen le dijo a una religiosa “Yo soy la flor del campo” y, en 1731, fue llevada a la celda de una religiosa moribunda recuperando inmediatamente la salud. Por otra parte, se afirmaba que, durante la Semana Santa, se observaban unos cambios sorprendentes en su rostro, con señales de sufrimiento que cesaban el Domingo de Pascua. 




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