sábado, 23 de marzo de 2013

Un músico de Borja preso en las cárceles del palacio episcopal



            Acabamos de recibir un libro editado por el Centro de Estudios Turiasonenses que lleva por título Tiempo de Grafitti. Los calabozos del Palacio Episcopal de Tarazona (s. XVIII-XIX), del que es autor José Ángel García Serrano.
            En él se analizan los grafitti conservados en las paredes de las que fuera cárcel del obispado, donde en la actualidad tiene su sede ese Centro.
            La obra viene a poner de manifiesto el interés de estas inscripciones que realizaban los presos, durante su reclusión, las cuales aportan, en ocasiones, datos muy valiosos para el conocimiento de la época. De hecho, esta opinión ha sido compartida por nosotros que, en diversas ocasiones, hemos recogido en este blog noticias de algunos hallazgos recientes, como el del barco encontrado por Alberto Aguilera y Ramiro Adiego en la torre de la iglesia parroquial de Bulbuente. También hemos hecho alusión a estas manifestaciones en algunas obras que el autor cita expresamente.



            Por otra parte, el interés del Centro de Estudios Turiasonenses por este tema ha sido una constante en su trayectoria y, ya en 2000, Javier Bona publicó una reseña en Heraldo de Aragón, sobre el inventario que, en aquellos momentos, estaban realizando.



            En ella, se hacía mención expresa a este grafito en el que se lee: “Año 1762. Vicente Sanmartín y Moncayo, músico de Borja”. A raíz de esa noticia, incluimos en nuestro Diccionario Biográfico, una referencia en la voz dedicada a ese músico, nacido en nuestra ciudad en la primera mitad del siglo XVIII que, desde temprana edad, estuvo vinculado a la capilla de música de la colegial, cuyo cabildo le ayudó ante las dificultades por las que atravesó la familia, tras la muerte del padre.



            Llegó a ser bajonista titular de dicha capilla hasta que, en 1762, fue despedido a raíz del problema que se planteó por haber pernoctado fuera de Borja, sin la debida autorización, un requisito imprescindible para los músicos que querían ausentarse de la ciudad. Lo curioso es que, cuando se convocó oposición para cubrir la plaza, el tribunal se la concedió a él, al haber superado en puntuación al otro aspirante. Algunos canónigos impugnaron esa resolución y fue el propio obispo de Tarazona quien medió a su favor y obligó a que tomara posesión de esa plaza que había vuelto a ganar limpiamente. A partir de ese momento, continuó en la capilla de música hasta su muerte en 1779.



            A la vista de lo señalado, es posible que, cuando se ausentó sin permiso en 1762, fuera condenado a algunos días de prisión que, por ser una pena eclesiástica, se cumplía en la cárcel del obispado. No debió permanecer mucho tiempo, pues como hemos visto, fue despedido poco después, pero de su permanencia en los calabozos dejó constancia en la inscripción que estamos comentando, al hilo de esta nueva publicación del Centro de Estudios Turiasonenses.



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