miércoles, 3 de julio de 2013

Acerca de una imagen del Niño Jesús venerada en el convento de Santa Clara de Borja


            Presidiendo el coro alto del convento de Santa Clara de Borja se encuentra un pequeño retablo cuya titular es una imagen de la Virgen, a la que ya nos hemos referido en otra ocasión, por ser probablemente la más antigua de las existentes en nuestra ciudad. 



            Allí se conserva también una pequeña imagen del Niño Jesús, cuya sorprendente llegada al convento se narra en la crónica del mismo, conservada en su archivo y que se reproduce en la fotografía superior, junto al Niño cubierto con uno de los vestidos elaborados por las religiosas.




            Fue en 1638, pocos años después de la fundación del convento, cuando encontrándose Sor Graciosa de Charri desempeñando el oficio de tornera, llamó un peregrino preguntando si estarían interesadas las religiosas en adquirir un Niño para el Nacimiento. Sor Graciosa tomó la caja que había depositado en el torno, abriéndola en el claustro. En ella, sobre unas pajas, se encontraba esta imagen e, inmediatamente,  volvió al torno para preguntar al peregrino el precio de la misma,  pero el  visitante había desaparecido y no pudo ser hallado, a pesar de que se enviaron a varias personas para que lo buscaran por las calles de la población.



            Sor Graciosa se quedó con el Niño durante toda su vida y después lo tuvo su sobrina Sor María Lázaro que fue abadesa del convento, pasando a su muerte a otras religiosas hasta que, en 1714, la comunidad decidió colocarlo en el retablo del coro, donde se conserva, ante los numerosos prodigios que se le atribuían.



            Allí se le venera, de forma especial, desde el día de Navidad hasta el de Reyes, y también es costumbre cantarle una Salve el 25 de cada mes. Todo ello, al margen del Nacimiento que se instala en el templo conventual con otras imágenes. Una de ellas, de un Niño sedente que se coloca el 6 de enero para recibir la adoración de los Magos.



            A través de las fotografías realizadas por Enrique Lacleta pueden apreciarse las peculiares características de este Niño Jesús, en cuya cabeza aún se conservan restos de los cabellos naturales que le fueron adheridos.
            Dado el especial significado de la imagen no se expondrá en el museo que está previsto inaugurar en las próximas semanas, por lo que hemos querido dar noticia aquí de su existencia, tanto por el interés de la imagen como por las circunstancias que rodearon su llegada al convento.

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