miércoles, 24 de septiembre de 2014

El poeta bilbilitano Antonio Serón y su relación con Borja

            En el mismo número de Archivo de Filología Aragonesa al que nos hemos referido en días anteriores aparece un artículo del investigador bilbilitano Antonio Sánchez  Portero, con el título “El poeta latino de Calatayud Antonio Serón”, en el que relata la peripecia vital de este singular personaje que estuvo relacionado con Borja, a pesar de lo cual no dejamos constancia del mismo en nuestro Diccionario Biográfico, aunque sí aparece en el mismo, de manera indirecta. Merece la pena, por lo tanto, subsanar esta omisión, a partir de los datos que hemos podido recabar en el citado artículo.


Vista de Calatayud

            Antonio Serón nació en Calatayud en 1512, siendo hijo de un sacerdote del mismo nombre que ocupaba un destacado puesto eclesiástico en esa ciudad. Nada sabemos de su madre, siendo el padre quien se ocupó de su educación, primero en su lugar de nacimiento y, más tarde, en Valencia adonde lo envió su progenitor, para librarlo de un precoz enamoramiento.



Universidad de Valencia

            Allí prosiguió su formación en el Estudio General, con buenos maestros que le permitieron consolidar su inclinación poética. Es probable que también estudiara Teología, aunque las fuentes no son precisas en esta cuestión que es básica para conocer el momento en el que fue ordenado sacerdote.
            A los 18 años, encontrándose todavía en la capital levantina, le llegó la noticia del fallecimiento de su padre, el cual le había legado todos sus bienes. Pero, ante la imposibilidad de hacerlo directamente, por tratarse de un hijo natural, nombró como fideicomisarios a dos sacerdotes, Antonio Pérez y Antonio Calvo, este último era además conocido jurisconsulto.
            La sorpresa surgió cuando al regresar a Calatayud, tras terminar sus estudios, pudo comprobar que Antonio Calvo, faltando a la buena fe y a la palabra empeñada, le había desposeído de la herencia, en favor de otras personas y, ni tan siquiera, pudo volver a entrar en la casa paterna.


Vista de Argel

            A pesar de recurrir a todos sus conocidos, nada pudo lograr y completamente decepcionado, decidió abandonar España. En aquellos momentos, el emperador Carlos V estaba alistando una flota para emprender la conquista de Argel. Sin una base documental sólida se viene afirmando que Serón embarcó en la misma que, como es sabido, terminó en desastre.


Turgut Reis

            Lo único cierto es que, tras la tragedia, el poeta bilbilitano se encontraba navegando en el Mediterráneo a bordo de una nave que fue capturada por el corsario otomano Dragut (Turgut Reis). El barco pudo pertenecer a la derrotada flota de Carlos V u otro que, circunstancialmente, navegara con destino desconocido en aquellos momentos.


Mapa de Estambul

            En cualquier caso, Serón fue hecho prisionero con el resto de tripulantes y conducido a Estambul, donde fue vendido como esclavo. Según su propio relato, lo compró un personaje llamado Arabelo, destinándole al servicio de Anarja, una de sus siete esposas, la cual se enamoró perdidamente del cautivo que, en aquellos momentos, tenía 30 años. Un día, visitando el gran templo de Santa Sofía, convertido en mezquita, trabó contacto con un mercader veneciano, alcanzando un acuerdo para fugarse en la nave. A pesar de los ruegos de Anarja para evitarlo, pudo alcanzar su propósito y huir de la ciudad, algo realmente complicado. Ateniéndonos a su versión, posteriormente visitó la corte pontificia en Roma, desde donde regresó a España.


Colegiata de Santa María de Borja

            Fue entonces, tras una fugaz visita a Calatayud, cuando vino a Borja donde ejerció su ministerio sacerdotal, pues estaba ordenado aunque no conozcamos desde cuándo. Aquí forjó amistades a las que dedicó alguno de sus poemas y, probablemente, enseñó Retórica. Pero su creciente popularidad despertó también envidias y recelos, hasta el punto de que una denuncia presentada ante el obispo de Tarazona cambió definitivamente su suerte.
            Todo lo relacionado con este desgraciado suceso lo conocemos a través de sus propias poesías en las que hace alusión al mismo de manera un tanto críptica. Al parecer, fue un sacerdote borjano quien, alentado por el antiguo tutor de Serón y apoyado en testimonios interesados, lo acusó de hechicero, impío y disoluto.


D. Juan López de Munébrega

            Ocupaba entonces la sede turiasonense D. Juan González de Munébrega, recordado en Borja por ser quien mandó construir el primer Via Crucis que existió en el Santuario de Misericordia, lugar en el que descansó, en 1588, tras su regreso de Sevilla adonde había viajado para reprimir un foco de protestantismo, en funciones de inquisidor. 



            Preso con duros grillos y atado con cadenas fue a parar en una cárcel oscura mientras se sustanciaba el proceso. No conocemos el nombre del delator ni las circunstancias concretas que motivaron las acusaciones, de las que se defiende Serón en uno de sus poemas. “¿Cuándo aprendí yo la hechicería o los encantos mágicos o las abracadabras o las brujerías de las hierbas?”. “Lejos de mí el creer en brujerías y supersticiones y en ofender con ello a los cielos y el Señor. Preferiría perder todos mis sentidos y la misma vida, e incluso sepultarme en el infierno antes que perder mi asentimiento a los misterios revelados, antes que delinquir en mi fe”. Y, respecto a la tercera acusación afirma: “¿Cuándo me he acercado yo a las matronas, o he corrompido a doncella alguna? Las mujeres no se logran con poema, sino con oro… Y yo soy pobre, muy pobre”.
            Es cierto que en toda su poesía está presente el nombre de Cintia que, probablemente, es un recuerdo de su amor adolescente convertido en musa del poeta, sin que ello implique una realidad concreta. Algo que, a juicio de José Guillén, escapaba a la simplicidad de juicio y a la infantilidad de entendederas del sacerdote acusado, que era incapaz de captar el lenguaje figurado del autor.


Lauda sepulcral de D. Carlos Muñoz Serrano

            Ante las dilaciones de la causa y las penosas condiciones de su prisión, Serón recurrió a dos personajes relacionados con Borja, Miguel Pérez de Coloma Calvillo y Carlos Muñoz Serrano. El primero era nieto de Juan de Coloma y ocupaba el cargo de arcediano de Tortosa en aquellos momentos. El segundo, era el hijo de una doncella borjana, seducida por un clérigo turiasonense, en cuya casa servía; durante el encarcelamiento de Serón era canónigo de Tarazona y, más tarde, llegaría a ser obispo de Barbastro. A los dos les pide que intercedan ante el obispo para que le libre de sus cadenas. La imagen que nos ofrece del prelado es estremecedora: “Empapado de vino el pectoral, jura por el cielo ¡Qué vergüenza!, y blande fatalmente su puño amenazador”.
            Finalmente, es condenado a destierro. No es una pena excesivamente dura y el la atribuye a su pobreza. Sin embargo, abandonar la tierra en la que ha forjado amistades siempre es penoso.
            Aunque siempre estará presente en su memoria el recuerdo de su Calatayud natal y el nombre de su desleal tutor, al que considera causante de todas sus desgracias, es nuestra ciudad lo que deja atrás. “Por ti nuestro Apolo abandonó Belsimo (sic) y sus habitantes y las casas de Borja tan queridas por mí”, afirma en su silva V. En aquellos tiempos se asociaba el nombre de la antigua ciudad de Belsinon con el de Borja, pues no sería hasta el siglo XIX cuando los investigadores la identificaron con Bursao.
            En la misma composición poética alude a los amigos que deja aquí: el farmacéutico Carlos Obanos; el diácono Pedro Valsorga; “ambos Bricios”; y el anciano juez Aguilar, así como “una inmensa multitud de ancianos y de jóvenes a cuyos hijos indómitos educó mi mano y los convirtió de fieros en humildes con la crepitante palmeta”.
            Pero no son esos los únicos borjanos a los que tuvo presentes en sus obras. También dedicó alguna de ellas a su entrañable amigo Diego Francés, que lo quiso retener y lloró amargamente en su partida; el médico Pedro Loarri; el presbítero Armillas y Pedro Suera son otros de los destinatarios de sus poemas.
            Todos ellos son figuras destacadas de la sociedad local de aquel momento, de los que apenas tenemos datos e, incluso, en algunos casos hemos confundido con otros homónimos, como ocurre con Pedro Valsorga que, en los poemas de Serón, es citado como “subdiácono” y como “diácono”, al que en nuestro Diccionario Biográfico relacionamos con otro ilustre borjano, D. Pedro Miguel Valsorga Navarro, que llegó a ser obispo auxiliar de Huesca en 1635 que no pudo ser el mismo, por razones cronológicas, aunque estuvieran emparentados. 


Catedral de Tuy

            De Borja partió Serón en dirección a Tortosa, donde quedó bajo la protección de su amigo el arcediano. Desde allí visitó Valencia, antes de marchar a Tuy, en el otro extremo peninsular, tras recorrer numerosas localidades. Allí fue muy bien acogido y pudo ejercer la docencia durante un largo período de tiempo, hasta que recibió una invitación para hacerse cargo de una cátedra en Jerez de la Frontera. De nuevo se pone en marcha y cruzando toda España llega hasta el Sur que, tampoco, será su destino definitivo, pues volverá a ponerse en camino para desempeñar el mismo oficio en Alcalá de Henares.


Iglesia de San Juan el  Real, levantada en el siglo XVII sobre el solar de la del Salvador

            Desde allí, vuelve a Calatayud donde, desaparecidos sus enemigos, recibió el título de “poeta laureado”, concedido por Felipe II, a petición de las autoridades literarias de la ciudad. Es curioso que, tras la solemne ceremonia de su coronación, llevada a cabo en la iglesia del Salvador, escribiera un poema conmemorativo de dicho acto que dedicó a Andrés de Bricio, al que denomina “primer cónsul de Borja”, lo que viene a demostrar la intensidad de sus vínculos con nuestra ciudad.
            El honor alcanzado le lleva a atender nuevas invitaciones llegadas desde los más diversos lugares, como Zaragoza, Lérida o Huesca. En este último lugar, muy cerca de su amigo Carlos Muñoz Serrano que es obispo de Barbastro, en esos momentos. Sin embargo, no es posible fijar con precisión sus recorridos durante esa etapa final de su vida, ni tan siquiera el lugar de su fallecimiento, acaecido después de 1568.

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