viernes, 10 de abril de 2015

La reinstauración de la dula en Mallén en 1805


            Entre los documentos adquiridos recientemente, procedentes del archivo de la familia Pérez Petinto, de Mallén, se encuentra un expediente relacionado con la reinstauración de la dula en esa localidad, a comienzos del siglo XIX.
            Con el nombre de dula o bicera se conocía al sistema por el que determinadas personas reunían sus animales de labor o pequeños ganados, colocando al frente a un pastor que se encargaba de su cuidado, repartiendo los gastos de forma proporcional entre los diferentes propietarios. Este procedimiento que era habitual en muchas localidades, también había existido en Mallén, pero había terminado por desaparecer.
            Fue en 1805 cuando quince labradores del municipio nombraron como procurador a Tomás Gudal con el propósito de que interpusiera recurso ante el Real Acuerdo para restablecerla.

            Desde los decretos de Nueva Planta, el Real Acuerdo era la máxima autoridad de gobierno del reino de Aragón y en ella se integraban los oidores de la  Real Audiencia, bajo la presidencia del Capitán General.


Dula de Alba de Campo (Teruel)


            En la petición formulada hacían constar que “en años pasados había en la villa de Mallén bizalero o pastor para el cuidado de las caballerías de los labradores, así en los días de hacienda, como en lo de fiesta”. Sin embargo, había desaparecido “de muchos años a esta parte”, con el consiguiente perjuicio para los propietarios de los labradores “que se ven precisados a mantenerlas a paja y cebada”, que no siempre tenían, por lo que algunos morían y por este motivo “no puede florecer la agricultura, ni rendir los patrimonios las utilidades correspondientes”.
            Lo más significativo era la causa que aducían para haber llegado a esta situación pues, según los recurrentes, “esto proviene de que los ganaderos de ganado lanar por lo común son Alcaldes y ejercen los demás empleos de República y no les conviene que haya bicera para, de este modo, aprovecharse, como lo hacen, de las hierbas destinadas privativamente para ella, y tener pastos muy abundantes en las dehesas a que también tienen derecho a pasturar la bicera”.
            Estamos, por lo tanto, ante uno de los típicos enfrentamientos entre labradores y ganaderos que, habitualmente, solían saldarse en beneficio de los segundos. Como advertían, en el caso de Mallén, esta posición hegemónica les había permitido hacerse con el control de la administración local. Por eso, aludían a la imposibilidad de “florecer la Agricultura” porque el “florecimiento” de las distintas Artes e Industrias fue un concepto muy en boga en época ilustrada.



            Su petición fue atendida por el Real Acuerdo y el 20 de enero de 1805, D. Jorge Juan de Gillelmi y Andrada, Capitán General del reino de Aragón dictaba el auto que figura en el expediente, con el sello en papel del rey Carlos IV por el que se accedía a lo solicitado por los recurrentes, el cual fue notificado a los miembros de la corporación municipal, por el notario Vicente Pérez Petinto, el 3 de diciembre de 1806. Era Alcalde en esos momentos D. Ignacio de Sola; Regidor Decano D. Miguel Lamata;  Regidores Pascual López y Calixto Paños; y Síndico D. Pascual Mendívil.
            Llama la atención la demora producida entre la sentencia y la notificación pero, al parecer, hubo problemas entre los recurrentes a la hora de satisfacer los gastos ocasionados por el proceso que ascendieron a la cantidad de 605 reales de vellón y 8 dineros. Llegó a nombrarse a un encargado de recaudar esa cantidad y abonarla al procurador, cometido que recayó en Antonio Landa, vecino de Mallén y “fabricante de regaliz”, curioso cometido. Finalmente, el notario Pérez Petinto tuvo que requerir a todos los implicados para que procedieran al pago de la cantidad que les correspondía abonar. Los nombres de todos ellos eran: Manuel Calavia, Manuel Baigorri, Felipe Baigorri, Diego Vicente, Pascual Fernández, José Quadal, Alejandro Baurre, Juan Antonio del Frago, Carlos Coscolluela, Ramón Baurre, Mariano Vicente, Manuel Coscolluela, Pedro Arana, Francisco Ortiz, Antonio Larraz, Valero Baurres y Joaquín Gotor quienes, finalmente, hicieron frente a sus deudas, recaudándose 750 reales de vellón que el notario entregó el 15 de enero de 1807 a Miguel Lardiés, Justo Ladrero y Antonio Landa.

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