viernes, 12 de junio de 2015

El hada, el nigromante y el ermitaño de Monserrate


            La extraña asociación de personajes que encabeza este artículo viene motivada por un correo que hemos recibido de Fernando Clavero en el que nos comunicaba que “buscando información sobre el nigromante y el hada” que fueron representados en nuestros primeros gigantes, había localizado un libro, titulado El ermitaño de Monserrate, en el que se “narra la historia de amor de unos chavales residentes en Borja” donde sus habitantes apodaban a la pareja con esos nombres. Por ello, nos preguntaba si disponíamos de ese libro en nuestra biblioteca, a la vez que sugería “rescatar la historia entera y así sabe más de nuestra gran ciudad”. 



            Efectivamente, disponemos de esa obra en formato digital y, aunque puede encontrarse a la venta en diversas librerías, no la hemos adquirido pues no guarda relación con Borja, aunque parte de la acción se sitúa en el “castillo de Borja” y los principales protagonistas se apellidan “Borja”. 




            El autor de la misma es Torcuato Tárrago y Mateos (1822-1889), un escritor nacido en Guadix que cursó la carrera militar, llegando a alcanzar el empleo de teniente graduado, pero se retiró en 1845 para seguir su vocación literaria. Ejerció también como periodista y compositor. Sus obras hay que enmarcarlas dentro del género del folletín que, en aquellos momentos, gozaba de cierto predicamento. Muchas de ellas, estaban revestidas de un cierto tinte historicista, aunque completamente alejado de la verdad histórica.
            Como confesaba en el prólogo de la obra que nos ocupa, fue la primera que escribió, con 21 años, siendo todavía militar, viéndola publicada en 1848 por su amigo D. Manuel María Hazañas en su Biblioteca Española.
            Por lo que respecta al argumento, la trama es un folletín en grado sumo, en la que se suceden las más enrevesadas situaciones. Como hemos señalado el origen se sitúa en el castillo de Borja, “un mezquino y tenebroso castillejo de construcción antiquísima”, pero situado a las orillas del Duero, en los confines del reino de León. Allí residirá Raimundo de Borja, con fama de nigromante que, fruto de sus amores con una  hermosa pastora, llamada Tigrida, tendrá una hija que será conocida como Magdalena de Borja. La niña es guapa como su madre, pero malvada. Nada menos que siete caballeros se van sucediendo en sus favores, hasta que, como consecuencia de la relación con un caballero de San Juan, nacerá una niña que la madre arroja por la ventana del castillo. Se salvará de la muerte, al ser recogida por una mendiga que resulta ser su abuela Tigrida, la cual la cría con el nombre de Estrella, resultando ser una mujer bondadosa y, lógicamente, hermosa.
            Mientras tanto, Magdalena de Borja se casará con el conde de Ampurias, pasando a residir en el castillo de Tor. Del matrimonio nacerá una hija, llamada Berenguela y, a partir de ello, ya tenemos todos los ingredientes para el dramón.
            La mala Magdalena; su madre Tigrida, a la que no conoce; el padre de su hija ilegítima, aquel caballero de San Juan que resulta ser el ermitaño; las dos hijas, Estrella y Berenguela; y, por si no fuera bastante, un joven caballero Manfredo de Mur, que va a casarse con Berenguela pero que intercede por Estrella, a la que su madre tiene encerrada, sin conocer su identidad.
            Hasta aquí podemos contar, pero creemos que es suficiente para conocer las características de la trama que, como decimos, usa el nombre de Borja, como podía haber empleado el de cualquier otro lugar y que, por lo tanto, no hace referencia a una historia de nuestra ciudad, ni pudo servir de inspiración a los gigantes de 1889.

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