martes, 10 de noviembre de 2015

Dos obras de Braulio Foz


            Estamos, como comentábamos recientemente, en el 150 aniversario del fallecimiento en Borja de Braulio Foz. De ahí, que hayamos tratado de reunir más recuerdos relacionados con el ilustre escritor. Conseguir sus obras originales es complicado pero acabamos de adquirir la que lleva por título Derechos del hombre, deducidos de su naturaleza y esplicados (sic) por los principios del verdadero Derecho Natural y fue publicada en Barcelona, en 1834.

            Se trata de un librito en octavo, de 82 páginas, en el que Foz realiza una encendida defensa de los derechos de todo ciudadano, aunque curiosamente acepta restricciones en alguno de ellos como el de difundir la ideas por medio de la imprenta, admitiendo la censura previa “por el peligro que hay de que se corrompa la moral, de que se enseñen doctrinas subversivas contra las leyes fundamentales de la nación, impías o diferentes contra la religión del estado”. Algo parecido sucede con la libertad de cultos ya que, admitiendo el que cada uno pueda pensar lo que quiera, “nadie tiene derecho en particular a profesar públicamente la religión que quiera, si las leyes civiles no lo permiten”. Llega a afimar que “si alguna religión hay esencialmente humana y tolerante por su moral es la cristiana. Las guerras y ferocidades que se le atribuyen no las ha hecho ella, sino el mal espíritu del pueblo, y tal vez de sus infieles ministros”. Aunque su cuñado, el general Nogués, le calificaba como “más liberal que Riego”, lo cierto es que un hombre que escribió eso y murió con la vista puesta en la imagen de la Virgen que había mandado colocar en una hornacina (que se conserva en la fachada posterior del convento de la Concepción) frente a la ventana de su dormitorio, se aleja bastante de los estereotipos que sobre su personalidad se han difundido, a pesar de que fue perseguido por sus ideas, sufriendo prisión y destierro. Pero, en tiempos de Fernando VII, cualquier persona con ideas diferentes a la tónica general era susceptible de ser considerada sospechosa.




            Quizás no hablaríamos de él sino fuera por el éxito alcanzado por su novela La vida de Pedro Saputo, de la que se han hecho múltiples ediciones; muchas de las cuales se encuentran en nuestra biblioteca, aunque no la primera. Ahora, hemos incorporado El pequeño Pedro  Saputo que, en 2012, se editó dentro de la colección “Larumbe chicos” y que es una adaptación para niños, realizada por Félix Romeo con ilustraciones de Jesús Cisneros y nota preliminar de Antonio Pérez Lasheras.



Terminamos con la imagen de su sepultura en el cementerio de Borja, en la que se hace referencia a su condición de catedrático jubilado de la Universidad de Zaragoza. Lo era de Griego y llegó a ser Decano de la Facultad de Letras entre 1861 y 1863, año en el que, por problemas de salud, solicitó el retiro y se estableció en Borja, donde transcurrieron los dos últimos años de su vida, en compañía de su esposa Dª Antonia Nogués y Milagro.

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