martes, 23 de febrero de 2016

Singular impreso de Borja


            La Gaceta de Madrid del 10 de diciembre de 1816 insertaba una crónica remitida desde Borja, fechada el 30 de noviembre, en la que se informaba de que, bajo la presidencia del corregidor D. Pedro Martínez Baños y con la presencia del “su muy ilustre ayuntamiento”, “que han mirado siempre con el mayor zelo y esmero la educación pública”, así como de los miembros del cabildo de la colegial, de los prelados de las comunidades religiosas y otras personas de “carácter y literatura” se habían llevado a cabo los exámenes públicos de los alumnos de la escuela de Latinidad, a cargo del preceptor D. Antonio Arilla.
            Las pruebas, celebradas el día 14 de noviembre, en las Casas Consistoriales  a partir de las nueve de la mañana, comenzaron con la intervención del alumno de la clase de mayores D. Francisco Casanova que pronunció un discurso en latín “dando las gracias al ayuntamiento “por los paternales desvelos con que procura la instrucción pública”. Seguidamente, los alumnos de la misma clase D. Manuel Miguel, D. Vicente Romeo y D. Cipriano Aznar “expusieron con tanto método como claridad los preceptos de la gramática latina y se egercitaron en la mejor versión de los autores de pura latinidad”.
            A continuación intervinieron los alumnos de la clase de medianos D. Mariano Tejadas, D. Mariano Navarro y D. Joaquín Suría quienes, tras haber traducido los pasajes que se les señalaron de las cartas de Cicerón y de otros autores, contestaron con gran acierto a todas las preguntas que se les formularon.
            Finalmente les correspondió el turno a los de menor edad, entre los que se encontraban D. Casimiro Custardoy, D. Calixto Martínez, D. Vicente Marco, D. Cipriano Remón, D. Joaquín Merle y D. Agustín García, los cuales tradujeron varias fábulas de Fedro y contestaron a las cuestiones que el tribunal les planteó.

            A la vista del excelente resultado obtenido, el corregidor hizo entrega a cada uno de los intervinientes de una medalla de plata “para estimular el adelantamiento de los demás” y felicitó al preceptor “por el buen método, zelo y exactitud con que desempeña su magisterio”.
            Seguidamente, se procedió al examen de los alumnos de la Escuela de Primeras Letras que dirigía el maestro D. Valero Bartos, mostrando sus conocimientos en lectura, escritura y Doctrina cristiana. Según se hacía constar en la crónica, destacaron entre ellos los niños de cinco años D. Sebastián Matud y D. Pedro Casanova que “manifestaron por sí solos los principales misterios de nuestra sagrada religión”, por lo que se les hizo entrega de sendas medalla de plata, al igual que al niño D. Carlos García, felicitando al maestro por la excelente preparación demostrada.
            La celebración de estas pruebas y el hecho de que se remitiera el artículo que comentamos al periódico madrileño, constituye una prueba elocuente del interés demostrado por las autoridades locales en relación con la enseñanza. Desde el siglo XVI hubo en Borja un maestro de Primeras Letras y otro de  Gramática que eran los niveles correspondientes a lo que hoy sería la enseñanza primaria y secundaria, centrada esta última en un profundo conocimiento de los autores latinos, junto con otros aspectos de la Retórica y la Poética.
            Entre los alumnos que hemos citado, podemos señalar que muchos de ellos continuaron estudios superiores o cursaron la carrera eclesiástica. Este es el caso de D. Cipriano Aznar que llegó a ser Prior de la colegial. Pero queremos centrarnos en la figura de D. Casimiro Custardoy, pues es el protagonista del importante impreso que acabamos de localizar y del queremos dar cuenta por su interés.
            Se trata de una hoja de 62 x 42 cm., impresa en Zaragoza, por Francisco Magallón y que corresponde a la presentación de las conclusiones públicas del citado Casimiro Custardoy, al finalizar sus estudios superiores, en 1821.
            La importancia radica en que los mismos los efectuó en el convento de San Francisco de Borja, bajo la dirección de Fray Pascual Gonzalbo. Aunque no incluimos a este religioso en nuestro Diccionario Biográfico, reunía méritos suficientes para ello, por su prestigio intelectual y su contribución a la educación en nuestra ciudad.
            Nacido en 1784, profesó en la orden franciscana, cursó estudios en la Universidad de Zaragoza, tras haber obtenido por oposición una beca en el Colegio de San Diego de esa ciudad. Graduado en Teología Moral, Escolástica y Canónica, tras haber superado brillantemente una nueva oposición fue nombrado Lector de Filosofía, desempeñando este cometido, durante cinco años, en el convento de Borja donde, en ese momento, se cursaban estudios superiores. Después fue nombrado Lector de Teología y pasó a Huesca, en cuyo convento ejerció como Lector de Prima. Sucesivamente obtuvo los grados de Bachiller en Filosofía y Teología, así como el Doctorado. Fue catedrático de Teología, de Humanidades y de Filosofía, optando en 1833 a la cátedra de Instituciones Teológicas de la Universidad de Huesca. El 1 de octubre de 1850 fue el encargado de pronunciar la lección inaugural del curso en la Universidad de Zaragoza, donde por entonces desempeñaba la cátedra de Religión y Moral, siendo además Director de “Instituto adjunto a la citada universidad”. El que se le citara como “presbítero” junto con sus títulos académicos parece indicar que, tras la Desamortización había pasado a ser sacerdote secular.



            Durante su estancia en Borja no sólo se dedicó a la enseñanza, sino que también participó en destacados acontecimientos, como las exequias celebradas el 21 de febrero de 1819, con ocasión del fallecimiento de la reina Dª María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, acaecido el 26 de diciembre de 1818 en el palacio de Aranjuez. No debe extrañarnos esta demora en la celebración del funeral, ya que exigía una larga preparación, dada la solemnidad que rodeaba a este tipo de actos.
            De nuevo es una crónica aparecida en la Gaceta de Madrid de 25 de marzo de 1819, la que nos informa del modo en que se llevó a cabo en nuestra ciudad. El funeral tuvo lugar en la colegiata de Santa María, con asistencia de la corporación municipal, de todos los miembros del cabildo y comunidades religiosas así como de la oficialidad y tropa del regimiento de Montesa que, en esos momentos, estaba de guarnición en Borja. También estuvieron presentes los gremios y cofradías con sus correspondientes pendones y estandartes y los caballeros y personas invitadas junto con representaciones de los barrios de Albeta y Maleján.
            Todos ellos se dieron cita en la Casa Consistorial desde la que marcharon hasta la colegiata en cuya nave se había instalado un túmulo de cuatro cuerpos, con abundantes luminarias, rematado por un almohadón negro en el que se encontraba depositado un cetro y una corona real. En torno al catafalco había cuatro estandartes y trofeos militares del regimiento de Montesa, montando guardia de honor un piquete de soldados del mismo.
            Tras el canto del nocturno se ofició la misa de funeral, presidida por el prior de la colegial, al término de la cual pronunció la oración fúnebre el P. Fray Pascual Gonzalbo, marchando después todos los asistentes al Salón de Reyes de la Casa Consistorial, en el que se había dispuesto otro túmulo, ante el cual fue rezado un responso.
            Hemos querido detenernos en este relato porque constituye un testimonio sumamente interesante de la vida ciudadana, como también lo era la lectura de las conclusiones públicas de aquellos alumnos que se graduaban como bachilleres en Artes en el convento franciscano de Borja.
            Este es el caso de D. Casimiro Custardoy quien lo hizo el lunes 10 de junio de 1833, en la iglesia del convento, ante numerosa concurrencia. En el impreso se hace referencia expresa al “Borgiense templum” de dicho convento, aunque figura en blanco la fecha de celebración del acto. Sin embargo, al dorso de la hoja figura escrito a mano: “Lunes 10 del corriente en San Francisco a las 9 y a las 3 y media por la tarde”. Ese año el único lunes día 10, fue el correspondiente al mes de junio.
 Para obtener el grado citado de Bachiller de Artes era preciso defender públicamente unas conclusiones en Lógica, Metafísica, Física General y Particular, las cuales se imprimían previamente.



            No se regatearon esfuerzos en este caso, donde el impreso o cartel lleva en su parte superior un magnífico grabado de la Inmaculada Concepción, realizado por Mateo González. No deja de ser significativa la elección de esta advocación mariana, tan querida por la Orden Franciscana. En ella aparece la Virgen, casi adolescente, coronada de estrellas y con la luna a sus pies, mientras pisa a la serpiente que lleva en su boca la manzana con la que tentó a Eva. En la parte superior aparece la paloma que representa al Espíritu Santo, mientras que en torno a María podemos ver angelotes, algunos de los cuales portan símbolos relacionados con las letanías lauretanas como un espejo, en alusión a “Speculum iustitiae” (Espejo de justicia) que figura en las mismas.
            Lo que no podemos precisar es cuál fue el destino posterior del borjano Casimiro Custardoy, protagonista del acto. Es posible que ingresara como militar y que, hacia 1840, contrajera matrimonio con Isabel Peñalver, un hijo de los cuales, también llamado Casimiro combatió en Cuba donde, en 1876, tenía el empleo de comandante

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