San
Agricio de Tréveris (siglo IV). No se conocen demasiados
datos de la vida de este Santo, nacido hacia el año 260, que según la tradición
fue nombrado obispo de Tréveris por el Papa Silvestre I, a instancias de la
emperatriz Elena que le dispensó su protección le regaló, a su regreso de
Tierra Santa, valiosas reliquias, entre ellas la Santa Túnica que se venera
actualmente en la catedral de Tréveris, en una capilla especialmente dedicada a
ella. En cualquier caso, en nombre de Agricio está documentado entre los
obispos participantes en el concilio de Arles de 314, donde aparece como
primado de todos los de la Galia y Germania. Algunos autores afirman que fue
Patriarca de Antioquía.
Santos
Hermilio y Estratónico (siglo IV). Hermilio era un
diácono de Sigidunum, la actual Belgrado, que fue detenido por orden del
emperador Licinio que residía en la ciudad. Aunque ya se había dado el edicto
de Milán, la persecución contra los cristianos proseguía en Oriente. Invitado a
sacrificar a los dioses, Hermilio se negó, por lo que fue enviado a una cárcel
donde era guardián Estratónico. Fue sometido a terribles tormentos, ante los
que su carcelero se manifestó cristiano compartiendo la tortura con él, hasta
que después de ser azotados, los arrojaron al Danubio envueltos en una red.
San
Hilario de Poitiers (siglo IV). Nacido en Potiers hacia el
año 315, en el seno de una familia patricia, pero pagana, se convirtió al
Cristianismo por decisión personal, fruto de su búsqueda de la verdad, tras el
estudio de la Filosofía clásica. Elegido obispo de su ciudad natal, tuvo que
enfrentarse a las disputas suscitadas por la herejía arriana que combatió con
firmeza, por lo que es llamado el “Atanasio de Occidente”. El emperador
Constancio II, favorable a las tesis de Arrio, lo desterró a Frigia, donde pudo
conocer la producción teológica de los padres de la Iglesia Oriental. Escribió
varios tratados defendiendo el dogma de la Santísima Trinidad, por lo que fue
declarado Padre y Doctor de la Iglesia por el Papa Pío IX en 1851. Volvió a su
diócesis en 361, donde falleció seis años después.
San
Remigio de Reims (siglo VI). Nacido Cerny-en-Laonnois hacia
el año 437, en el seno de una noble familia galo-romana, tuvo una excelente
formación, fruto de la cual fue su magnífica oratoria. Ordenado sacerdote, a los 22 años fue elegido
obispo de Reims cuando su hermano Principius ya era obispo de Soissons. Uno de
los hechos más importantes de su vida fue el bautizo del rey Clodoveo I,
efectuado el día de Navidad, junto con otros 3.000 miembros de la aristocracia
y el ejército franco, siendo el primer monarca de ese reino en abrazar el
Cristianismo. Goza de especial veneración en Francia, donde es uno de sus
patrones. Su pontificado duró más de 60 años, falleciendo el 13 de enero de
533.
San
Kentigerno de Glasgow (siglo VI). Según la leyenda era hijo
de la princesa Tanew de Lleddiniawn y padre desconocido. Al descubrirse lo
ocurrido, el rey Loth mandó arrojar al mar a la princesa y al niño, que fueron
salvados por San Servano, el cual lo bautizó y le dio el apodo de “mungo” que
en gaélico significa “querido”, como también se le conoce. Mientras su madre
inició una nueva vida que le llevó a ser venerada como Santa más tarde,
Kentigerno mostró inclinación hacia la vida eremítica, estableciéndose en la
zona de Glasgow, donde reunió una numerosa comunidad, siendo elegido después
primer obispo de esa ciudad, cuya fundación se le atribuye. Tuvo que exiliarse
a Gales, donde fundó un importante monasterio, retornando finalmente a su sede,
donde falleció a comienzos del siglo VII. Es el patrón de Glasgow y la leyenda
de sus milagros forma parte de la cultura popular de esa zona.
San
Pedro de Capitolias (siglo VIII). Presbítero en Capitolías
(actual Israel), casado y padre de dos hijas y un hijo. A la edad de 30 años,
decidió hacerse eremita. Para ello logró el consentimiento de su esposa y
confió a sus dos hijas a un monasterio, mientras que se hizo cargo del niño, al
que educó personalmente. Vivió santamente durante toda su vida, pero su deseo
era ser mártir. Al caer gravemente enfermo a los 60 años, hizo testamento ante
un notario musulmán, proclamando su fe y la falsedad del Islam. La noticia
llegó a conocimiento de las autoridades, pero dado su precario estado no
hicieron nada. Sin embargo, inesperadamente se recuperó completamente y comenzó
a exponer públicamente su pensamiento. Fue detenido e invitado a retractarse.
Al negarse a ello se le condenó a muerte junto con sus hijos y sometido a
terribles torturas terminó siendo decapitado.
Santos
Gumersindo y Servideo (siglo IX). Gumersindo había nacido en
Toledo durante la dominación musulmana. Pasó a residir en Córdoba cuando toda
la familia se trasladó a la capital del califato. Allí se ordenó sacerdote y se
hizo cargo de una parroquia de mozárabes en las afueras de la ciudad. Fue
detenido junto con el monje Servideo, siendo acusados de ofender a Mahoma lo
que los convertía en reos de muerte. Fueron ejecutados el 13 de enero de 852 y,
desde aquel momento, venerados como mártires.
Beato
Godofredo de Cappenberg (siglo XII). Siendo conde de
Cappenberg y casado, conoció a San Norberto, fundador de la orden de canónigos
premonstrantenses y atraído por su ejemplo, decidió convertir su castillo (en
la región de Münster, Alemania) en monasterio. Tuvo que convencer a su esposa
para que entrara también en religión, por lo que su suegro, también de noble
familia, se opuso fieramente y llegó a amenazarlo de muerte. No obstante, tras
fundar un convento para su mujer y sus dos hermanas, así como varios hospitales
hizo entrega de todos sus bienes a los premonstratenses y comenzó a vivir en el
castillo como religioso. Llegó a recibir las órdenes menores pero la muerte le
sobrevino el 13 de enero de 1127, cuando aún no había cumplido los 30 años.
Santa
Iutta o Iveta (siglo XII). Nacida hacia 1158 en la
ciudad de Huy (Bélgica), contrajo matrimonio a los 13 años por voluntad de sus
padres que no accedieron a sus ruegos. Quedó viuda cinco años después y se
mantuvo firme para evitar que volvieran a casarse, pues siguiendo la voluntad
de Dios, decidió consagrarse a él, llevando una vida recogida y de oración en
su casa, venciendo numerosas tentaciones. Deseosa de una mayor entrega comenzó
a visitar una leprosería que había a las afueras de la ciudad, atendiendo a los
enfermos que vivían en condiciones deplorables. Al de once años, decidió dar un
paso más en el camino de la perfección y, con autorización del obispo, mandó
construir una estancia junto a una iglesia, en la que se encerró el resto de su
vida, alimentándose con frugalidad con lo que le llevaban las gentes admiradas
de su ejemplo y del don de profecía de que hacía gala, así como por los
milagros que obtenían por su intercesión. Murió el 13 de enero de 1228 e
inmediatamente fue venerada como Santa.
Beata
Verónica de Binasco Negroni (siglo XV). Nacida en Binasco, una
localidad cercana a Milán, en el seno de una humilde familia de labradores, no
recibió formación alguna por lo que, cuando a los 22 años entró en el convento
de religiosas agustinas de Santa María de Milán, era analfabeta. Como lega se
dedicó a pedir limosna de casa en casa, lo que le permitió estar en contacto
con las gentes a las que maravillaba por sus consejos y su fe profunda. En el
claustro vivía con intenso recogimiento, en presencia del Señor y de la Virgen,
la cual le llegó a encomendar que visitara a la Papa Alejandro VI, siendo
recibida por el Pontífice según la tradición. Tenía además el don de profecía,
llegando a predecir la fecha y hora de su muerte, lo que se cumplió con
precisión el 13 de enero de 1497. El Papa León X confirmó su culto en 1517.
Santos
Domingo Pham Trong Kham, Lucas Thin y José Pham Trong Tá
(siglo XIX). Entre los numerosos mártires vietnamitas, canonizados
conjuntamente el 19 de junio de 1988, se
encuentran estos tres ejecutados el 13 de enero del año 1859 en Nam-Dinh,
cuando se pretendió erradicar el Cristianismo que se había difundido entre
todas las clases sociales. Domingo era una persona acomodada y además terciario
dominico; su hijo Lucas Thin había llegado a alcanzar el puesto de jefe de
distrito; por su parte, José Pham había sido subjefe y todos ellos servidores
fieles del emperador. Por eso, cuando se desencadenó la persecución intentaron
mediar, haciendo ver que la fe cristiana no era un obstáculo para ser buenos
ciudadanos. Fueron detenidos e invitados
a apostatar. Al negarse a ello, fueron torturados y finalmente estrangulados en
las afueras de la ciudad.
Beato
Francisco María Greco (siglo XX). Nacido en Acri (Italia) el
25 de julio de 1856, decidió cursar
estudios eclesiásticos y obtuvo del doctorado en Teología en Nápoles. En 1887 fue
nombrado párroco de la iglesia de San Nicolás de su ciudad natal, donde llevó a
cabo una intensa labor pastoral. En 1894, fundó con Sor María Teresa de
Vincenti, la Congregación de Pequeñas Operarias de los Sagrados Corazones,
dedicada a la formación de los jóvenes y el cuidado de la infancia. Murió el 13
de enero de 193, siendo beatificado el 21 de mayo de 2016.
Beato
Emilio Szramek (siglo XX). Nacido en Tworkow (Polonia)
el 29 de septiembre de 1887, en el seno de un familia humilde. Educado por su
madre, dado que el padre había emigrado a los Estados Unidos, cursó los
estudios eclesiásticos y se graduó en Teología en la universidad de Wroclaw.
Ordenado sacerdote en Katowice, fue un hombre de confianza de los obispos de
esa sede, en la que llegó a desempeñar el cargo de canciller. Fue un hombre de
sólida cultura al que, en 1931, Pío XI le nombró Prelado Doméstico. Desde 1926
era además párroco en Katowice. Durante la ocupación alemana, fue detenido en 1940
y enviado al campo de concentración de Dachau, donde tras su paso por el de
Mathausen, falleció el 13 de enero de 1942, a consecuencia de las torturas y
sufrimientos padecidos. Fue beatificado por San Juan Pablo II, el 13 de junio
de 1999, junto a otras 108 víctimas de la persecución nazi.
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