lunes, 9 de enero de 2017

Santoral del 9 de enero


San Marcelino (siglo IV). Fue el tercer obispo de Ancona y durante mucho tiempo sufrió grandes padecimientos a causa de la gota. Precisamente, encontrándose postrado, se desencadenó un gran incendio en la ciudad. Como no pudieran contenerlo, el obispo pidió que lo llevaran en camilla hasta el fuego y, en su presencia, las llamas comenzaron a retroceder hasta que se extinguieron. Su cuerpo se conserva en la cripta de la catedral de esa ciudad.




San Adrián de Canterbury (siglo VIII). Nacido en el norte de África y de origen bereber, aunque de cultura griega, llegó a ser abad de un monasterio situado cerca de Nápoles. Allí, el Papa Vitaliano le propuso hacerse cargo de la sede episcopal de Canterbury pero, considerándose indigno para este cometido, sugirió el nombre de su amigo, Teodoro de Tarso, a lo que accedió el Pontífice, siempre y cuando colaborara con él. En 668 se embarcaron rumbo a Inglaterra a donde llegó Teodoro, quedando San Adrián retenido en Francia durante dos años. Después pudo reunirse con su amigo que lo nombró abad de la que luego sería abadía de San Agustín, en Canterbury. Acompañó al arzobispo en todos sus viajes, colaborando en el gobierno de la diócesis y fundando numerosas escuelas.



San Fillán o Felano de Lindisfarne (siglo VIII). Nacido en Irlanda, era hijo de Santa Kentigerna. Siendo muy joven, abandonó su casa y su desahogada posición y entró en el monasterio de Taghmon. Luego, acompañado por su madre y su tío San Comgan, marchó a Escocia, como misionero. Contra su voluntad lo eligieron abad del monasterio de San Andrés en Pettinwim, donde brilló por sus virtudes. Al cabo de unos años decidió abandonar el monasterio y, con su tío se estableció en las montañas cercanas a Fifeshire, donde, con la ayuda de otros siete monjes, construyó una iglesia, evangelizando toda la zona. Fue enterrado en Strathfillan y aún se conserva su báculo, al que se le atribuye la victoria escocesa en  Bannockburn (1314).



San Eulogio de Córdoba (siglo IX). De familia mozárabe, aprendió de ella su perseverancia en la Fe que le llevó a ser ordenado sacerdote, a pesar de sus dudas iniciales. Recorrió diversos monasterios españoles, reuniendo libros que llevó a Córdoba, donde fundó una escuela desde la que animó a los cristianos a mantenerse firmes en tiempos difíciles, especialmente tras la muerte de Abd al-Rahman II, en el que se desencadenó una persecución. Detenido el año 851 y cerrada su escuela, será desterrado al campo, donde escribió varias apologías de mártires. Al acoger en su casa a la joven cristiana Lucrecia, especialmente perseguida por ser hija de musulmanes, fue de nuevo detenido, negándose a apostatar, por lo que fue condenado a muerte y ejecutado el 859. Sus restos fueron trasladados a Oviedo, donde se veneran en la Cámara Santa.



Santa Lucrecia de Córdoba  (siglo IX). Este mismo día se recuerda a esta Santa, hija de padres musulmanes, bautizada por San Eulogio, que también murió martirizada.



San Eustracio (siglo IX). Nacido en una aldea de Bitinia, profesó en el monasterio de Abgaro, situado en el monte Olimpo, que había sido fundado por San Gregorio Nacianceno y San Basilio los cuales, según la tradición eran familiares suyos. Allí destacó por su vida de piedad y por los numerosos milagros que realizó en vida, por lo que se le conoce con el apelativo de “Traumaturgo”. Llegó a ser abad del monasterio, falleciendo a la avanzada edad de 95 años.



San Honorato de Buzançais (siglo XIII). Era un simple tratante de ganado en la región de Poitiers. Destacaba únicamente por su carácter alegre y su caridad que le impulsaba a dar limosnas a los necesitados y a dotar a jóvenes casaderas pobre. Habiendo tenido que emprender un viaje por motivos de su negocio, comprobó al regresar que sus empleados habían dilapidado una gran cantidad de dinero, por lo que les reprendió. Enojados estos, decidieron asesinarle, abandonando su cuerpo en el bosque de Thénezay, en el año 1250. Lo sorprendente fue que, al encontrar sus restos, comenzaron a tener lugar llamativos milagros en contacto con ellos, suscitándose un fuerte enfrentamiento entre las localidades de Thénezay y Buzançais por conservarlos. Al final se decidió enviar elk cuerpo a Buzançais y mantener la cabeza en Thénezay.



Beata Julia de la Rena  (siglo XIV). Nacida en la Toscana (Italia), cuando aún no había cumplido los veinte años, ingresó en la Tercera Orden de San Agustín, pero deseosa de una vida de mayor austeridad, escogió una pequeña habitación contigua a la iglesia de San Miguel y Santiago de Certaldo, que mandó tabicar, dejando únicamente dos pequeños huecos. Por uno le introducían la comida y por el otro, podía asistir a la Misa y los oficios religiosos. Así vivió cerca de treinta años, emparedada, hasta su muerte en torno a 1370. Su culto, iniciado poco después de su fallecimiento, fue confirmado por Pío VII en 1819.



Beato Antonio Fatati (siglo XV). Nacido en Ancona, hacia 1410, se ordenó como sacerdote, siendo nombrado canónigo arcipreste de la catedral de su ciudad natal. El Papa Nicolás V lo eligió como capellán mayor y canónigo de la basílica de San Pedro. Su preparación y celo pastoral propiciaron que fuera de nuevo enviado a la marca de Ancona como Gobernador y Vicario papal, siendo después consagrado obispo de Teramo. Al acceder al solio pontificio Pío II, continuó dispensándole el mismo aprecio que su predecesor. En 1455, lo nombró obispo auxiliar de Siena y, en 1463, titular de Ancona. Lo mismo sucedió durante los pontificados de Paulo II y Sixto IV que le encomendaron diversas misiones, continuando al frente de la diócesis de Ancona, donde falleció con fama de santidad, en 1484.



Beata María Teresa de Jesús Le Clerc (siglo XVII). Alessia Le Clerc nació en Remiremont (Francia) en 1576, pasó a residir en Hymont, donde  tuvo como director espiritual a Pedro Fourier. Ambos concibieron la idea de fundar una congregación religiosa, la de Canonesas de San Agustín de la Congregación de Nuestra Señora, dedicada a la educación de las jóvenes, en la que ingresó, junto a tres compañeras, adoptando el nombre María Teresa de Jesús. La primera casa se creó en Mattaincourt, a la que siguieron otras y, en 1616 la nueva congregación recibió el reconocimiento pontificio, siendo elegida primera superiora del mismo, aunque luego renunció al cargo, retirándose al convento de Nancy donde falleció a los 45 años de edad, como consecuencia de una grave enfermedad. Mientras que Pedro Fourier fue canonizado con anterioridad, Sor María Teresa de Jesús no fue beatificada hasta 1947, por el Papa Pío XII. 



Santas Águeda Yi Sosa y Teresa Kim (siglo XIX). Santa Águeda era hija de mártires coreanos, víctimas de la primera persecución desatada en aquel país. Ella fue capturada con su amiga Teresa Kim y su hermano Pedro Yi Hoyong, también canonizado y cuya fiesta se celebra en noviembre. Águeda y Teresa fueron torturadas y finalmente decapitadas el 9 de enero de 1840 en Seul. Fueron canonizadas el 6 de mayo de 1984 por San Juan Pablo II. 


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