martes, 9 de mayo de 2017

El Rosario de Cristal expresión del amor de los borjanos hacia su Patrona


         La única ocasión en la que la Virgen de la Peana sale de la antigua colegiata de Santa María es en la tarde del primer domingo de mayo, cuando la ciudad celebra la fiesta de su Patrona. Y lo hace, precedida por esa maravilla que es el Rosario de Cristal que, por sus características, mereció ser declarado de Interés Turístico por el Gobierno de Aragón.
         Pero circunscribir esta manifestación religiosa a su carácter “turístico”, carecería de sentido porque, ante todo, constituye la expresión del cariño y devoción de todos los borjanos hacia “su” Virgen que es también el símbolo de la identidad ciudadana.
         Pero, el Rosario existe porque hubo una generación de borjanos que, con su entusiasmo y su contribución económica, consiguieron en un período de tiempo extremadamente corto hacer realidad la propuesta del canónigo borjano D. Juan Federico Magdalena Lacambra.

         Por eso, recordar los nombres de los que lo hicieron posible constituye un acto de justicia. De ahí que siempre hayamos lamentado el que los mismos fueran eliminados de los faroles que sufragaron. Ello no significa que deje de resaltarse el esfuerzo de la Asociación de Ntra. Sra. de la Peana y de las numerosas personas que cada año mantienen viva esta excepcional manifestación religiosa que este año contó con una masiva participación popular.




         El Rosario lo encabeza este farol en forma de Cruz que fue donado por el II marqués de Borja, D. Luis Moreno y Abella, cuyas armas lo rematan, y en cuyo círculo central aparece en la parte anterior la Virgen de la Peana y, en la posterior, la imagen del Santo Cristo de la parroquia, algo que suele pasar desapercibido, pero que hace alusión al hecho de que la Santa Cruz, personificada en esa imagen, es la otra Patrona de la ciudad.




         Siguen después dos faroles “grandes”: el de Santo Domingo de Guzmán, creador del Santo Rosario, según la tradición, que fue donado por los jóvenes de aquella florenciente asociación que fue la Congregación Mariana de Borja; el otro es el que donaron los sacerdotes que había en nuestra ciudad, en 1928, como contribución personal, el cual lleva el anagrama de María.



         Vienen a continuación los faroles correspondientes a los Misterios Gloriosos, que son los únicos que integran nuestro Rosario (en Zaragoza, por ejemplo, desfilan también los cinco Misterios Dolorosos y los cinco Gloriosos, a los que vino a sumarse un único farol que integra los cinco Misterios Luminosos que San Juan Pablo II añadió al rosario tradicional). El farol del primer Misterio, correspondiente a “La Resurrección del Señor” fue donado por el cardenal D. Vicente Casanova y Marzol que, como hijo ilustre de Borja, no quiso estar ausente de este homenaje a su Patrona.




         El segundo Misterio, correspondiente a “La Ascensión del Señor” fue donado por la cofradía de Santa Lucía, hecho digno de ser destacado pues fue la cofradía más entusiasta con esta iniciativa. El tercer Misterio, el de “La Venida del Espíritu Santo”, fue donado por Dª Francisca Remón, cuyo nombre queremos rescatar del olvido.




         Otro tanto ocurre con un ilustre borjano, D. José María Otegui, que donó el cuarto Misterio que representa a “La Asunción de Nuestra Señora”. El quinto, el de “La Coronación de la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado” fue regalado por el Sindicato Agrícola Católico, una entidad existente en aquellos momentos, surgida por iniciativa de la Iglesia que llevó a cabo importantes realizaciones. Fue la que creó la cofradía de San Isidro, a partir de la de las Almas, la Cooperativa de consumo de “Ntra. Sra. de la Peana” y, en cierto modo, fue el origen de la Cooperativa Agrícola Católica que subsiste, sin la calificación de “Católica”, como principal impulsora de nuestra agricultura.




         Detrás de cada Misterio desfilan unos faroles pequeños que representan al “Pater Noster”, las diez Avemarías y el “Gloria Patri” que corresponden al rezo de cada uno de ellos.





         Siguen después los faroles de las Letanías Lauretanas que, por su elevado número, constituyen un conjunto sumamente llamativo. Todos ellos fueron donados por diferentes personas cuyos nombres fueron desacertadamente eliminados de su parte posterior, aunque afortunadamente se conserva la noticia de los mismos. En unos casos, siguen llevándolos sus descendientes y, cuando estos han desaparecido o se han desentendido de la obligación que contrajeron sus mayores, han sido otras personas beneméritas quienes se han hecho cargo de los mismos, lo cual no impide que recordemos a quienes hicieron el esfuerzo de donarlos.



         Tras los faroles de las jaculatorias finales, sale otro de los grandes faroles de nuestro Rosario es el de la Salve, donado por D. Francisco Serrano, otro destacado borjano que, en aquel momento, sorprendió a todos por su generosidad al asumir el coste de este valioso farol.



         Viene a continuación este curioso y bonito farol que es anterior a todos los restantes, pues participaba en la procesión, antes de que se construyera el actual Rosario y sigue saliendo en el Rosario de la Aurora, otra ceremonia que se lleva a cabo al amanecer de este día.




         Pero, el más importante es sin duda el “farol de la Ciudad” que fue la aportación del M. I. Ayuntamiento al Rosario. Su construcción fue acordada en sesión del 18 de febrero de 1928, siendo Alcalde D. Dionisio Pérez Viana, y su importe fue de 1.500 pesetas de la época, una cantidad elevada con la que no dudaron en contribuir. Ya hemos llamado la atención sobre el hecho de la rapidez con la que fueron construidos los faroles, pues en este caso la orden fue dada con posterioridad a la fecha del acuerdo, en febrero, y estaba listo para participar en la procesión el primer domingo de mayo.








         Detrás del farol de la Salve desfilan las banderas de todas las cofradías y asociaciones religiosas de nuestra ciudad. Hemos querido incluir esta secuencia de imágenes tomadas por Enrique Lacleta en la calle de San Francisco, donde creemos que pueden ser identificadas todas ellas.




         Detrás del farol antiguo de la Virgen lo hacen las Hermandades de Ntra. Sra. de la Peana de Zaragoza y Barcelona, con sus estandartes. Sus representantes se desplazan este día desde sus lugares de origen, aunque allí celebrarán la fiesta el segundo y el tercer domingo de mayo, respectivamente.






         Delante del trono de la Virgen van los niños y niñas que han recibido durante los últimos fines de semana de abril su Primera Comunión. Con ellos desfila el estandarte de la Asociación de Ntra. Sra. de la Peana y el pendón de la ciudad que debería ir en último lugar, pues tiene preferencia sobre todos, dado que aunque le correspondería situarse junto con la corporación municipal, por una antigua tradición se coloca delante de la Virgen. El puesto más próximo a la peana corresponde a los mayordomos de cada año; en esta ocasión los miembros de la familia Laborda Ballesta.




         El trono de nuestra Patrona, a hombros de sus portadores, ocupa el lugar preferente, al final de la procesión, como puede verse en estas bonitas fotografías, tomadas en la calle de San Francisco.



         El Rosario de este año estuvo presidido por el Sr. Obispo, acompañado por los Párrocos solidarios de Borja y los sacerdotes y diácono a los que hicimos referencia en nuestro artículo de ayer.



Cerraba la comitiva la corporación municipal bajo mazas y la Agrupación Musical Borjana que, tanto a la salida de la Virgen como a su entrada en la colegiata, interpretó el Himno Nacional.




         Tras su recorrido por nuestras calles, donde en las Cuatro Esquinas se interpretaron varias jotas, tanto a la ida como a la vuelta, y se arrojaron pétalos de rosa a la Virgen desde muchos balcones, incluso desde el convento de la Concepción, mientras que en el de Santa Clara sonaban las campanas, los faroles esperan formados la llegada de nuestra Patrona, un momento especialmente emocionante que culmina con la entrada triunfal en su templo.



         Ya en el interior, la Virgen llegó a los acordes del Himno Nacional, interpretado en esta ocasión al órgano, y entre vítores y aplausos hasta la cabecera donde con la alocución de nuestro Obispo y el canto del “Ave María” culminó esta inolvidable jornada.

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