jueves, 22 de febrero de 2018

Visita al Museo de los Inválidos



         La visita a los Inválidos en París siempre es interesante, tanto por la oportunidad de conocer la tumba de Napoleón, como la de su hermano José I que fue rey de España y que, aunque no fuera aceptado por los españoles, ocupa un lugar en la serie de nuestros monarcas.

         Pero, en esta ocasión, el volver a este importante museo vino motivada por el deseo de conseguir datos para el estudio que sobre justas, torneos y juegos tradicionales está realizando D. Javier Manero Lajusticia.




Uno de esos divertimentos era el de “correr la sortija” que se define como “Fiesta de a caballo, que se ejecuta poniendo una sortija de hierro de tamaño de un ochavo segoviano, la cual esta encajada en otro hierro, de donde se puede sacar con facilidad, y este pende de una cuerda o palo a tres o cuatro varas alto del suelo: y los Caballeros o personas que la corren, tomando la debida distancia, a carrera, se encaminan a ella, y el que con la lanza se la lleva, encajándola en la sortija, se lleva la gloria del mas diestro y afortunado”.
Comoquiera que de la anilla pendía una cinta, también se conoce a este juego como el nombre de “correr cintas”, siendo uno de los que han subsistido hasta nuestros días y se practica en lugares como Ciudadela (Menorca), con ocasión de las fiestas de San Juan; y en Oristano (Italia), durante sus carnavales, lo que ha dado lugar a un hermanamiento entre ambas ciudades. También  goza de amplia implantación en países como Argentina, Uruguay y Paraguay, donde se organizan numerosas competiciones, en las que para ensartar la anilla se emplea un pequeño puntero.
En los Inválidos pudimos ver el grabado que reproducimos en el que se representa perfectamente el juego, en el momento en que el caballero se dispone a ensartar la anilla, con la lanza especial que porta, de características diferentes a las utilizadas en los enfrentamientos entre dos jinetes, con ocasión de las justas o torneos.

No siempre eran iguales, de ahí nuestro interés en conocer las que se usaban en Francia para este juego.



         Y allí, junto al grabado anteriormente comentado, pudimos ver dos ejemplares idénticos a los representados. El que aparece en primer lugar era de menor tamaño que las lanzas de las justas y estaba fabricada en madera. Cervantes, en su Coloquio de los perros, la define como “lancilla”, no siendo la única referencia que aparece en las obras del ilustre escritor, pues también alude a este juego en el capítulo LXII de la segunda parte del Quijote, como recordaba Javier Manero en la ponencia presentada en el pasado congreso sobre “Juan de Coloma y su época”.

         El menor tamaño de la lanza venía impuesto por la necesidad de facilitar el que el caballero acertase al pasar a cierta velocidad bajo el soporte del que pendía la anilla y, en las competiciones actuales se utiliza, como hemos comentado anteriormente, un puntero de reducidas dimensiones.




         Fotografiamos también armaduras utilizadas para participar en justas, aunque existen excelentes muestras de las mismas en armerías españolas, como la del Palacio Real de Madrid.





         Más interés ofrecían los grabados y miniaturas en los que podían verse las características de las lanzas empleadas con este fin, dado que para evitar daños a los participantes, no tenían las puntas empleadas en combate, sino que eran romas o se abrían de la forma que se aprecia en estas dos imágenes.

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