miércoles, 8 de agosto de 2018

Recuerdo a los fusilados en Tierga



         La visita al cementerio de Tierga nos permitió fotografiar el monumento dedicado a la memoria de varios borjanos y de un ainzonero, fusilados en 1936 y cuyos restos supuestamente fueron enterrados en una fosa común. Sabíamos del homenaje que, en su momento, les fue tributado pero no esperábamos que se hubiera elegido para ello ese lugar, por las razones que vamos a comentar.




         En primer lugar, hay que hacer mención a los nombres que aparecen en la placa situada sobre la roca empleada como basa de la misma. Son los de Marcelino Román Redondo Chueca, que había nacido en Illueca en 1875 y se estableció en Borja, tras contraer matrimonio con Julia Sánchez Castellot, el cual fue fusilado el 18 de septiembre de 1936, junto con sus hijos Andrés Redondo Sánchez (1904-1936) y Mariano Redondo Sánchez (1907-1936), así como con Alejandro Lajusticia Litago (1909-1936); Juan Mariano Pardo Yoldi (1906-1936); Simón Sanmartín Yera (1881-1936) y D. Baltasar González Ferrández (1861-1936), al que no se menciona en la placa, probablemente porque sus restos reposan en el Cementerio de Borja, al que fueron trasladados después de la Guerra Civil.

         Nos llamó la atención algunos detalles, como el que  no se haga constar la edad de Juan Mariano Pardo, dado que este dato, como todos los anteriores, fueron publicados por nuestro Centro. Por otra parte, la edad de de Simón Sanmartín, natural de Ainzón era de 34 años, en el momento de su muerte, pues había nacido el 28 de octubre de 1881. También es curioso que se incluyera el nombre de Luis García Gómez  pues no fue fusilado en Tierga ni murió en septiembre de 1936, como parece deducirse de la inscripción, ya que murió el 24 de julio de 1936.



         Nos comentaron que se habían hecho excavaciones previas en ese lugar, sin encontrar sus restos, llegando a la conclusión que la fosa había quedado oculta por la edificación de los nichos ahora existentes, pero la explicación es otra. El actual cementerio no es el que había en 1936, sino que fue construido mucho más tarde. El antiguo estaba en el lugar donde se edificaron la Escuelas, en la década de los años 50 del pasado siglo.





         Precisamente, frente al monumento hay un espacio, salpicado de antiguas lápidas, en donde una inscripción indica que allí hay una “Fosa común donde descansan los restos encontrados en el antiguo cementerio sobre el que se construyeron las Escuelas Municipales”. No todos los restos fueron trasladados, sino solamente aquellos que estaban en nichos (algunos abandonados) o los que aparecieron en las obras. El destino de todos ellos se resolvió mediante este enterramiento colectivo, práctica habitual en muchas ocasiones, como ocurrió recientemente en otro cementerio de nuestra comarca, tras ser arrasado por las aguas, o con los que se exhumaban de sus nichos, al cabo del tiempo concertado en el momento del enterramiento. Lo mismo podría decirse de los encontrados en muchos templos que, tras las obras de restauración, fueron acumulados en un osario o fosa común, lugar en el que, antes o después, suelen terminar todos.

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