lunes, 1 de octubre de 2018

Regalo español de San Juan XXIII


         En la catedral de Notre-Dame de París se conserva este copón donado por San Juan XXIII que tiene una curiosa historia que hemos contribuido a desvelar, a instancias del Dr. Bernard Berthod.




         A las 6,30 de la mañana del día 4 de octubre de 1962, el Papa Juan XXIII, partió de la pequeña estación de la Ciudad del Vaticano, a bordo de un tren especial que le había facilitado el gobierno de Italia. Iba a emprender una peregrinación al Santuario de Loreto y a la basílica de Asís, para pedir la protección de la Virgen, pocos días antes de dar comienzo el Concilio Vaticano II. En la estación Tiburtina, la primera en territorio italiano subió a bordo de su vagón el Presidente del Consejo de Ministros Amitore Fanfani y en Loreto le esperaba el Presidente de la República Antonio Segni, a los que se unió en Asís Aldo Moro.




         Era la primera vez que un Pontífice traspasaba las fronteras del diminuto Estado Vaticano, desde que Pío IX realizara en 1857, su último viaje por los Estados Pontificios. Las muestras de cariño fueron constantes a lo largo del recorrido, hasta su regreso a Roma, poco después de las diez de la noche de ese mismo día. Como recuerdo de aquel histórico desplazamiento el gobierno italiano le hizo entrega de un artístico copón que, posteriormente, donó a la catedral parisina como hemos señalado.



         El Dr. Berthod, estudiando la pieza intuyó la posibilidad de que procediera de un taller de orfebrería español, por lo que nos remitió esta imagen con los punzones que aparecen en la misma, pidiendo nuestra opinión sobre esta cuestión. Nos lo planteamos como un reto, aunque inicialmente nos resultó llamativo que un regalo del gobierno italiano pudiera ser de procedencia española.




         Sin embargo, pudimos constatar que la marca del platero que aparece en la base del copón coincidía con una de las utilizadas por los Talleres de Arte Félix Granda, concretamente con la que en la lámina que reproducimos figura en cuarto lugar, la cual es descrita de la forma siguiente:

Marca nº 4: es, quizá, la más conocida de todas. En un cuadrado rehundido, de esquinas redondeadas, aparecen en relieve un ramillete con tres flores de cinco pétalos, y a los lados del tallo las iniciales “T” y “A”. Suele estar acompañado de una o dos marcas con el contraste “916” de la ley de la plata. Comienza a aparecer en las piezas posteriores a la constitución de la compañía como sociedad anónima, por lo que todo apunta a que fue esto lo que motivó el cambio del punzón. Era utilizado indistintamente en piezas religiosas y civiles. Cubre un largo período de tiempo que coincide, además, con el de mayor esplendor de los Talleres, siendo sus fechas límite aproximadas 1913 y 1935. También se conserva en la Fundación Félix Granda su punzón de marcado”.

Esa lámina aparece en el libro de Emilia González Martín del Río: “Un aspecto poco conocido de los Talleres de Arte de Félix Granda: su arte civil”, en RIVAS CARMONA, Jesús (coord.), Estudios de Platería. San Eloy. 2016, Editum, Murcia, 2016), y en su página web (https://emiliaglez.es/marcas-de-platero/), como nos ha comunicado esta investigadora, al mismo tiempo que nos expresaba su satisfacción por haber podido, a través de ese dato, identificar esta obra de Talleres Granda. 




         Los citados talleres fueron creados en 1891 por el sacerdote y artista  D. Félix Granda y Buylla, sacerdote y artista, que aparece en esta fotografía junto a una escultura de San Pío X. Este sacerdote, preocupado por la situación de decadencia en la que se encontraba el arte litúrgico desde finales del siglo XIX, reunió a los mejores artesanos y artistas del momento con un único objetivo: lograr que el arte sacro recuperase el esplendor que había caracterizado a la Iglesia durante siglos. Los talleres siguen existiendo en la localidad de Alcalá de Henares y gozan de reconocido prestigio.
         Para nosotros ha constituido un motivo de especial satisfacción el haber podido completar la historia de esta pieza y probar su origen español.

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