martes, 11 de diciembre de 2018

Como siempre el viaje a las Edades del Hombre no nos defraudó


         Aunque este año tuvimos que aplazarlo hasta el último momento, por diversas circunstancias, la visita a la exposición de Las Edades del Hombre que, en esta ocasión, se instaló en Aguilar de Campoo, no nos defraudó. Es una experiencia que siempre recomendamos ya que, además de recorrer la propia exposición, permite conocer las ciudades y el entorno de los lugares donde se celebran.






        A pesar de que la exposición estaba a punto de clausurarse, no fue fácil encontrar alojamiento, pero tuvimos la suerte de instalarnos en un molino magníficamente restaurado, en la localidad de Salinas de Pisuerga, en un entorno natural de gran belleza. Es propiedad de la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo que también dispone de una hospedería o posada en el monasterio que restauró.





         Ello nos permitió conocer también ese municipio que, como todos los de la zona es muy bonito y con el atractivo añadido de estar enclavado, como Aguilar, a orillas del río Pisuerga.




         Desde allí nos desplazamos a Aguilar, distante 15 kilómetros, utilizando el aparcamiento creado, a los pies del castillo, para albergar a los numerosos visitantes que, durante los meses en que ha permanecido abierta al exposición han viajado hasta allí (más de 100.000 personas). Nos llamó la atención el cerramiento utilizado, formado por dos mallas metálicas con cantos rodados entre ellas.




         La primera visita fue a una de las dos sedes de la exposición, la instalada en la ermita de Santa Cecilia que es uno de los excelentes ejemplos del románico de esa zona, perfectamente restaurada.






         Después ascendimos hasta el castillo que domina la población, por senderos perfectamente acondicionados. Conserva sus murallas y puertas de acceso, aunque en su interior tan sólo quedan los restos de lo que fuera torre del homenaje.



         La siguiente visita fue a la otra sede de la exposición, la instalada en la colegiata de San Miguel. Espectacular el montaje, aprovechando de manera extraordinaria el espacio disponible para crear los diferentes espacios por los que transcurre el discurso de la muestra. Siempre hemos lamentado que no se permita realizar fotografías en el interior de estas exposiciones, cuando sí es posible hacerlo en catedrales y museos.




         Para comer elegimos el restaurante de la posada del monasterio de Santa María la Real e, inmediatamente después, pudimos visitar este monumento restaurado merced al empeño personal de Peridis, natural de Aguilar de Campoo que con una escuela taller pudo recuperar sus ruinas y poner en marcha la fundación de Santa María la Real.






         La visita guiada por lo que fuera monasterio de la orden premostatense fue sumamente ilustrativa, pudiendo constatar el esfuerzo realizado para recuperar los distintos espacios que hoy albergan al Instituto de Bachillerato en su segunda planta y un centro de interpretación del románico en la zona monumental inferior.




         El recorrido culminó con un espectáculo de luz y sonido en el interior de la iglesia conventual, muy llamativo por los colores que iluminaban sus paredes, mientras se mostraba el ciclo del año y el sentido de la vida de los monjes.




         Aguilar de Campoo es una localidad de unos 7.000 habitantes, muy conocida por sus empresas dedicadas a la fabricación de galletas. Su casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1966 y, desde entonces, se ha llevado a cabo una importante labor de recuperación de sus monumentos. Conserva varias de sus puertas y un tramo de su muralla.





         Junto a la arquitectura tradicional de la zona, llaman la atención los cerramientos acristalados de su plaza mayor y de la zona próxima al río, similares a los de La Coruña y otras ciudades gallegas, así como los soportales.




         El río le imprime carácter y el cuidado y limpieza de sus calles, muchas peatonales, hacen sumamente agradable el recorrido por las mismas.

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