domingo, 10 de febrero de 2019

Grafiteros incansables



         Que la actuación de determinados artistas espontáneos ha dado lugar al fenómeno conocido como “arte urbano” es un hecho indudable, con expresiones de indudable calidad y, de hecho, algunos que comenzaron pintando en las paredes de las calles terminaron cursando estudios universitarios, convirtiéndose en figuras reconocidas.





         Otros como Banksy han adquirido una extraordinaria reputación, tanto por la calidad de sus obras como  por el hecho de no haber revelado nunca su identidad y merced a “actuaciones” como la protagonizada recientemente en una prestigiosa casa de subastas en donde una de sus obras, que acaba de ser adjudicada, se autodestruyó.




         Pero, junto a los casos antes referidos, hay otro tipo de actuaciones protagonizadas por jóvenes que causan daños muy cuantiosos en vagones de tren, en los que dan rienda suelta a sus supuestas aficiones, combinadas con el riesgo que entraña el ser sorprendidos perpetrando esos actos vandálicos.




         Y son ya legiones los que, con total impunidad y ningún sentido artístico, maltratan las paredes de las ciudades, tanto en España como en otros lugares del mundo. Evidentemente, se ha convertido en una moda tras la que subyace una falta de valores cívicos pero, probablemente también, una patología psiquiátrica.



         Cuando las pintadas se realizan en monumentos la gravedad del hecho supera cualquier margen de tolerancia. Un caso muy conocido fue la realizada en la portada de la catedral de Santiago.





         Pero también han tenido un gran eco mediático las vandálicas actuaciones en monumentos prehistóricos como el dolmen de Vigo, Sa Naveta de Tudons en Menorca o el Roque Bentayga Gran Canaria.



         En estos casos, la vigente legislación sobre Patrimonio sanciona con multas entre 6.000 y 150.000 Euros a quienes dañen de esta forma a los monumentos. En nuestra comarca ya se han dado dos casos sancionados con 6.000 Euros. En otros lugares, como Singapur, donde se realizaron las pintadas que aparecen en esta imagen, la sanción fue de 3 meses de cárcel y 3 bastonazos a cada uno de los jóvenes que las realizaron.




         Lamentable es, asimismo, el empleo de estos métodos como expresión de determinadas ideas políticas. De todos es conocido lo acaecido con las célebres pajaritas de Barcelona, aunque se podrían destacar otros casos, algunos en la propia ciudad de Zaragoza.




         Todo ello obliga a costosas operaciones de limpieza que asumen los Ayuntamientos y que, en definitiva, repercuten en todos los ciudadanos a través de sus impuestos.





         El Ayuntamiento de Borja no ha sido ajeno a ese interés por hacer desaparecer las pintadas que ensuciaban las calles de la ciudad y así lo hizo en la zona que comunica la calle de San Juan Alta con la de San Jaime. No obstante, los vándalos han vuelto a ensuciarlas, como pudimos comprobar ayer. Su actuación incansable, debe encontrar una similar respuesta en nuestras autoridades volviendo a borrarlas cuantas veces sea necesario.
         Pero también sería conveniente identificar a los autores, dado que su proceder queda incurso en los ilícitos castigados por la Ley de Patrimonio, al ser el casco antiguo de Borja “Bien de Interés Cultural” con el agravante añadido de que el escenario de sus fechorías está situado dentro del perímetro de protección (50 metros) de un BIC específico: la Casa de las Conchas.

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