viernes, 15 de febrero de 2019

Sobre la cofradía de la Sangre de Cristo de Mallén


         Hace unos días dimos noticia de la adquisición, por parte de D. Guillermo Carranza Alcalde, del libro de la cofradía de la Sangre de Cristo de Mallén. Entonces ya destacamos la importancia de este documento por los numerosos datos que ofrecía para la historia de esa localidad, el más importante de los cuales era, sin duda, la identificación del autor de la imagen del  Santo Cristo atado a la Columna que es el Patrón de Mallén y que fue encargado por esta cofradía en 1614. Hoy queremos poner de manifiesto otros datos contenidos en el libro, a la espera de un estudio más detallado del mismo.




         El libro se inicia con los estatutos y ordinaciones redactadas por mosén Pedro de Navas, mosén Juan de Gañarul, el Dr. D. Pablo Agustín de Villanova, Matías de Guisombart, Juan Ambrosio Benedit y Juan Romeo, en cumplimiento del encargo recibido de la cofradía el 1 de junio de 1614.



         Esos estatutos fueron aprobados por D. Luis de Saravia, Visitador General del arzobispado de Zaragoza que, en esos momentos, estaba vacante por la muerte del arzobispo D. Pedro Manrique, el 18 de octubre de 1615. Pero esta fecha no puede ser considerada la del arranque de la cofradía, dado que tenemos referencia a su existencia ya en el siglo XVI, por lo que hubo de tratarse de una refundación o profunda reorganización que tuvo efectos inmediatos, entre otros el de encargar la imagen de su titular y construir una capilla para acogerla en la iglesia parroquial, distinta de la actual.
         Casi al mismo tiempo fue fundada la cofradía de la Madre de Dios y la Soledad, cuyos estatutos fueron aprobados el 27 de mayo de 1614. Pocos meses después ambas cofradías se fusionaron, dando lugar el 11 de abril de 1615 a la cofradía de la Sangre de Cristo y Nuestra Señora de la Soledad que, a finales de ese año, añadió también el título de la Resurrección de Cristo Nuestro Señor. Para entonces, la cofradía de la Sangre de Cristo había logrado su agregación a la de la Resurrección de Cristo Nuestro Redentor establecida en la iglesia de Santiago de los  Españoles de Roma, pudiendo lucrar sus miembros las indulgencias a ella concedidas.

         Además de atender las necesidades de sus hermanos, la cofradía tenía como una de sus misiones fundamentales la de atender y sepultar a los ejecutados y víctimas de muerte violenta, como ocurría con otras similares.



         Pero uno de los aspectos, en cierto modo llamativo, que ha proporcionado el libro es la información que ofrece sobre la organización de la Semana Santa en Mallén que corría a cargo de la cofradía.
         Entre sus actos más destacados figuraba la devoción de las Cuarenta Horas que comenzaba a las diez de la noche del domingo de Lázaro y transcurría de forma ininterrumpida hasta el Martes Santo. Con el nombre de “domingo de Lázaro” se conocía y aún se conoce el también llamado domingo de Pasión, de acuerdo con la denominación ambrosiana, en alusión al evangelio de la resurrección de Lázaro que se proclama ese día. Durante esas cuarenta horas, los miembros de la cofradía permanecían en vela, ante el Santísimo expuesto en la iglesia parroquial.
         El Jueves Santo la cofradía organizaba una procesión en la que sus miembros, vestidos con túnicas negras, portaban los pasos o “insignias” de la Oración de Cristo en el Huerto, la Verónica, y Cristo Crucificado. A ellos se sumaba, el día de Viernes Santo el de la Virgen de la Soledad. Durante el itinerario, iluminado con sus cirios, se rezaba el Santo Rosario y, para mayor solemnidad, se contrataba a un músico que tocaba la trompeta. Como se puede advertir en el documento que reproducimos arriba, en estos desfiles procesionales iban disciplinantes. Entre los gastos figura el de “dos cántaros de vino en curar los desciplinantes del Jueves y Viernes Santo”. Debajo se hace constar e importe de lo “demás que se ofreció de menudencias y un real de pan que se dio a los desciplinantes”.
         Pero aún más sorprendente es la participación de “danzadores” el día de la Pascua de Resurrección, a los que se les regaló un cordero. Estos danzantes que llevaban cascabeles interpretaban “gambadas” en esa fecha, como expresión de alegría y alborozo.

         Continuaremos otro día ofreciendo nuevos datos, entre ellos los referidos a otras procesiones que, en el transcurso del año, organizaba la cofradía, así como a las rogativas que, en época de sequía se realizaban con la imagen del Cristo atado a la Columna.


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