jueves, 21 de marzo de 2019

Recorrido por las Peñas de Herrera


         D. Manuel García Cebrián nos ha enviado información del recorrido efectuado por las Peñas de Herrera, uno de los parajes más bonitos de nuestra comarca, sobre el que podrán obtener más información en este enlace, del que proceden las fotografías que reproducimos.




         El interés de ese lugar no sólo es paisajístico, sino también histórico ya que allí se alzaron dos castillos que, junto con el de Talamentes, defendían la Raya oriental de Aragón en esta zona. Se trataba de los castillos de Ferrera y Ferrellón, sobre los que existen numerosa información, así como de sus tenentes. Ambos fueron destruidos durante la Guerra de los dos Pedros, en el siglo XIV, pero el de Ferrellón volvió a ser reconstruido. Se han conservado restos arqueológicos significativos en donde se alzaban, pero para contemplarlos hay que subir a lo alto de las peñas.




         La excursión partió de Talamantes por el collado de Añón, siguiendo el barranco de Valdelinares que el 1 de septiembre de 2012 sufrió un pavoroso incendio que se extendió por otras zonas próximas, aunque milagrosamente se salvó el barranco de Valdetreviño con su rica flora y fauna.




         La gran humareda del incendio pudo ser vista desde Borja y aquí tuvimos inmediato conocimiento de la magnitud del siniestro, aunque el tiempo transcurrido desde entonces y las actuaciones realizadas hayan permitido una cierta recuperación del paisaje, contando con la fuerza de la propia Naturaleza que hace posible que algunas carrascas (Quercus ilex) hayan rebrotado y, poco a poco, se va recobrando el encinar.




Antes de abandonar el barranco de Valdeherrera,  pasaron por unas cárcavas de margas con estratos de llamativos colores grises, pardos, amarillentos, verdes y morados. Como es sabido, las margas son rocas sedimentarias compuestas de calcita y arcillas que se formaron en entornos marinos o lacustres durante el Triásico. Es una zona particularmente bella que nos impresionó la primera vez que la contemplamos hace ya muchos años.




Las oquedades y covachos sirven de nidos o posaderos para buitres leonados (Gyps fulvus), alimoches, águilas, cuervos y otras aves. La que aparece en esta imagen es un ejemplar de buitre leonado.



         Pero en el recorrido también pudieron contemplar diversas especies de árboles, como el enebro común (Juniperus communis) que crece en la dirección del viento, adoptando la forma rastrera. Son auténticos “bonsáis” naturales, a los que se denomina “árboles bandera” por la disposición de sus ramas.




         Las plantas de erizón (Erinacea anthylli) estaban ya en flor, con su característico color violáceo. Son plantas con hojas difíciles de ver, alternas, que se desprenden con facilidad, lo que les permite adaptarse a la falta de humedad y a la insolación. Crecen junto a las aliagas (Genista scorpius) que aún no habían florecido pero que, cuando lo hagan próximamente, teñirán la zona con un colorido espectacular, como puede apreciarse en esta otra imagen de 1 de junio de 2016.



         La actividad ganadera que, en el pasado, fue uno de sus principales recursos económicos ha decaído considerablemente, quedando abandonadas las antiguas parideras y corralizas, muestras significativas de la arquitectura popular.



Encontraron, sin embargo, un pequeño rebaño alguno de cuyos integrantes no llevaban crotales en las orejas, por lo que posiblemente han nacido libres en la montaña. En el blog, cuyo enlace hemos ofrecido y cuya visita aconsejamos, encontrarán mucha más información y curiosidades como las que allí se relata de la costumbre que tenían los mozos de Talamantes de subir una vez al año a las peñas, para soltar una cabra pequeña que se alimentaba libremente con los abundantes pastos de la zona. Al año siguiente, la localizaban y la comían en el transcurso de una gran fiesta, volviendo a dejar otra para repetir la tradición doce meses después.



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