domingo, 1 de septiembre de 2019

El doctor Aguilera tras las huellas de fray Juan López de Caparroso


         El Dr. D. Alberto Aguilera Hernández emprendió hace unos días una peregrinación tras las huellas del ilustre borjano fray Juan López de Caparroso, que le llevó a visitar el antiguo convento dominico de San Pablo de Valladolid, donde profesó y decidió ser enterrado.




         Fray Juan López de Caparroso llegó a ser obispo de Crotona y, posteriormente, de Monopoli, en Italia, desde donde regresó a España para recluirse en sus últimos días en el citado convento vallisoletano, donde falleció en enero de 1631, a una edad que muchos autores cifraban en 107 años, a partir de la información publicada por Latassa. Siempre pusimos en duda la extraordinaria longevidad del obispo borjano, pero fue también el Dr. Aguilera quien, en sus investigaciones realizadas en el Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Borja, pudo establecer definitivamente que había nacido en diciembre de 1540, por lo que murió cuando estaba a punto de cumplir los 91 años, edad avanzada pero alejada de los 107 años que le atribuían.




         Con motivo de este viaje, el Dr. Aguilera nos ha dado a conocer el testamento de fray Juan que fue publicado por D. Anastasio Rojo Vega y en el que se mencionan algunas de las obras que realizó en su ciudad natal. La más importante de ellas es, sin duda, la capilla de los mártires, construida sobre un solar que adquirió, en la parte posterior de la colegiata de Santa María y que estaba presidida por el altar que, actualmente, está en la primera capilla de su nave y en el que se conservan la excepcional colección de reliquias que donó a la colegiata.





         Lamentablemente, su bellísima capilla, uno de los espacios de mayor interés de Santa María, sigue siendo la gran desconocida, a la espera de una completa restauración que no debería demorarse.




         Utilizada como almacén, en uno de sus laterales se encontraba el lienzo con su imagen que ahora se exhibe en el Museo de la Colegiata, coronado con sus armas episcopales. Su disposición, ha sugerido que, en algún momento, se pensara utilizar como enterramiento del prelado, pero en sus disposiciones testamentarias estableció con precisión  que su cuerpo fuera sepultado en “el monasterio del señor San Pablo”, en la capilla del capítulo, en la sepultura “en la sepultura donde está puesta una piedra con las armas de la orden y las mías y capelo episcopal”.



         Pero, en su testamento, sí que hace mención a la capilla de la colegiata para la que dice que había donado muchas cosas de plata, frontales, ternos, capas y casullas, candeleros de plata grandes, dos cálices de plata y otras cosas, todas ellas desaparecidas.

         Al mismo tiempo, nombraba como patrona de dicha capilla y de las capellanías en ella fundadas a su sobrina Rafaela López de Caparroso, de donde por matrimonio pasó a los marqueses de Montesa, cuyas armas aparecen también representadas en las pechinas de la cúpula.




         También estaba presente en su testamento el Santuario de Misericordia, por cuya imagen decía “siempre he tenido particular devoción”. En su primer testamento legaba la cantidad de 2.000 reales para la fábrica del actual templo que entonces se estaba construyendo. Se suele afirmar que fue sufragada por él, tanto la obra de la nave como las cuatro capillas que, más tarde, se le adosaron.
         Sin embargo, en el codicilo que, con fecha de 23 de octubre de 1624, añadió al testamento, se señala que comoquiera que la iglesia ya estaba terminada deja 300 ducados a dicho templo para que pueda redimir alguno de los censos que se habían tomado para las obras o para hacer “algún dormitorio, enfermería, hospedería o cualquier otra cosa” que pareciere oportuno al prior de la colegiata, al canónigo vicario de la misma, al racionero vicario de la parroquia de San Miguel y a su sobrino Pedro Pelín, encargados de administrarlas. Sabemos que, son esa cantidad, se construyeron las habitaciones del claustro principal del “Caserón”.

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