miércoles, 15 de enero de 2020

Sobre la "cofradía" de San Juan Evangelista de Borja


         A raíz de la pancarta que, en la pasada cabalgata de Reyes, aparecía en la carroza de la cofradía de San Juan Evangelista, que hacía alusión al 75 aniversario de su fundación en 1945, comentamos que abordaríamos la realidad de su origen, cosa que hacemos hoy.




         La referencia a ese año de 1945, no sólo aparecía en la pancarta, sino que también figura en el reverso del actual estandarte de la cofradía, en el que se afirma que fue “fundada en 1945”. Pero se da la circunstancia de que la cofradía no tuvo nunca ese reconocimiento canónico ni existen datos precisos de que la presencia en el Entierro de Cristo de una banda de cornetas y tambores, con los hábitos que sigue utilizando, comenzara ese año.




         Para conocer sus orígenes, es preciso recordar que, en1940, fue fundada en Zaragoza la cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista, por iniciativa de aquel gran apóstol de la juventud que fue mosén Francisco Izquierdo Molins.



         Nació en el seno de la Juventud de Acción Católica, por lo que, como distintivo, utilizaba el de esa entidad que sigue luciendo, aunque con ciertas modificaciones. Como hábito eligieron uno de color blanco con capirote y vivos verdes. El distintivo actual es el anagrama de Cristo (propio de la Acción Católica), rodeado de una corona de espinas, con una cabeza de águila y el libro del Evangelio abierto, en referencia a San Juan Evangelista, que adoptaron como titular, y cuya imagen aparece en el paso de la Tercera Palabra, realizado por el escultor Félix Burriel, en 1948.



         Otro gran apóstol borjano, D. José María Pereda (más conocido como mosén Pepe), del que no tenemos fotografías mejores, decidió “copiar” la iniciativa zaragozana y, comoquiera, que en el Entierro de Cristo participaba un paso de San Juan Evangelista, formando parte del aquí llamado “duelo del Señor”, decidió que fuera portado por los jóvenes de la Acción Católica local, dotándoles de unos hábitos iguales a los de Zaragoza, pero cambiando el color verde por el azul.



         El emblema o distintivo de la Acción Católica era el anagrama de Cristo, con la cruz patada acolada, la cual iba esmaltada en rojo para la rama de hombres y en verde para la de jóvenes.




         De ahí, que el citado anagrama aparezca en el borde inferior del capirote y el de la Acción Católica fuera el remate de los cetros que portaban aquellos que no tocaban instrumentos.



         Porque, desde el primer momento, se contó con cornetas y tambores en el desfile procesional del Entierro de Cristo. Procedían de los antiguos exploradores y del requeté, habiendo sido asumidos por el Frente de Juventudes. D. Ramón Borobia había formado una pequeña agrupación con quienes sabían tocarlos, algunos de ellos antiguos combatientes, y actuaban en unas ocasiones con la Banda de Música Municipal y, en otras, en actos como el que refleja esta imagen en la que la centuria local del Frente de Juventudes se dirige a realizar una ofrenda floral en el monumento a los Caídos, precedida por esa pequeña banda que nunca llevó uniforme, a diferencia de los miembros de la centuria y los falangistas que les seguían.




         Mosén Pepe no fundó, por lo tanto, ninguna cofradía y no lo pretendió. Sacar a San Juan en el Entierro de Cristo, con sus hábitos, fue una actividad más de los jóvenes de Acción Católica. La única referencia que hemos encontrado a esa participación corresponde al nº 17 de Lauro, “órgano mensual de la Congregación Mariana y de los Jóvenes de Acción Católica”, donde en una crónica redactada por Francisco Domínguez Pablo se señala, al relatar el desarrollo del Entierro de Cristo, en 1949, que “La Juventud Católica salió con una banda de cornetas y tambores formidable, acompañando a San Juan, como en pasados años”.
         Esa mención a “pasado años” nos hace retrotraer el inicio de esa costumbre a una fecha imprecisa, desde luego posterior a 1941, dado el precedente de la cofradía zaragozana, pero sin que haya podido documentarse el año concreto en el que comenzaron a desfilar.
         Lo que sí sabemos es que ello provocó cambios sustanciales en el Entierro de Cristo, por dos motivos. El primero fue la introducción del color en los hábitos ya que, hasta ese momento, era norma general que los participantes vistieran hábito negro con terceroles y cordón franciscano. El segundo vino provocado por el difícil encaje de San Juan en su lugar habitual, tras el arca, formando parte del “duelo del Señor”, como hemos señalado.
         El estruendo de cornetas y tambores molestaba el desarrollo del cortejo, marcado por la corneta y el tambor de los alabarderos, por lo que fue necesario pasar el paso de San Juan al inicio de la comitiva, separándolo de lugar lógico que le correspondía.

         Otra cuestión interesante es el del concepto que, en Borja, tenía la Juventud de Acción Católica que, en realidad, estaba asociada a la Congregación Mariana, una asociación de gran vitalidad de la que, en el momento de contraer matrimonio, causaban baja sus miembros para integrarse, si lo deseaban en la rama de hombres de la Acción Católica. Pero, mientras tanto, las actividades formativas, como los círculos de estudios y otras, se desarrollaban en el seno de la congregación.




         A finales de la década de los años 60 del pasado siglo, la Congregación Mariana había languidecido y estaba a punto de extinguirse, en aras de un nuevo concepto de la pastoral. Los hábitos del Entierro de Cristo estaban en pésimo estado y apenas quedaban instrumentos musicales. Fue entonces cuando una persona decidió crear una Banda de Cornetas y Tambores (ya no existía tampoco la Banda de Música Municipal) y asumió la compra de nuevas cornetas y tambores, con las que los miembros de la banda pudieron participar en el Entierro de Cristo, vistiendo los viejos hábitos, hasta que tiempos después se hicieron nuevos. Aquella banda, primer de la OJE y, poco después de la Cruz Roja (hubo un año en que coexistieron las dos), estuvo activa durante más de diez años, actuando en numerosas localidades, tanto de la provincia como de Soria.



         Afortunadamente, tras la extinción de la banda, sus miembros continuaron integrados en la denominada “cofradía” de San Juan Evangelista que, con gran entusiasmo, vio crecer el número de personas vinculadas a ella, mejorando sensiblemente, la calidad de sus interpretaciones.



 



         Más tarde, sustituyeron el antiguo paso por uno nuevo, en el que San Juan desfila sobre el libro abierto de su Evangelio. También reemplazaron los cetros de los que desapareció el emblema de la Acción Católica, como puede apreciarse en el primer plano de esta última imagen.




         Actualmente goza de una enorme vitalidad y, además de su participación en el Entierro de Cristo, protagoniza la espectacular salida del paso de San Juan, en la noche del Miércoles Santo, de la antigua iglesia de Santo Domingo, que fue la sede de las Congregaciones Marianas.
         En el acto, dotado de gran solemnidad, participan representantes de las agrupaciones y cofradías integradas en el Hermanamiento “Zona Occidental de Aragón”, del que forma parte la de San Juan que, está registrada como asociación cultural, ya que, como hemos comentado, nunca fue una cofradía ni hermandad erigida canónicamente. También está presente en la procesión del Jueves Santo, en el pregón del Entierro de Cristo y, por supuesto, en la cabalgata de Reyes, con carroza propia, que es lo que ha dado origen a este comentario.

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