miércoles, 1 de enero de 2020

Y le pusieron por nombre Enmanuel


         Hasta hace no demasiado tiempo, hoy se celebraba la solemnidad de la Circuncisión del Señor, lo que respondía a un sentido cronológico pues, como relata el Evangelio de San Lucas: “Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al Niño” lo llevaron al templo y, entre el 24 de diciembre y el 1 de enero transcurren esos ocho días. Ilustramos esa escena con la reproducción de una tabla conservada en el Museo Diocesano de Huesca. En el de la colegiata de Borja se conserva otra de gran belleza que, a la vista de la utilización que se ha dado, sin citar su procedencia, con la que publicamos de la Natividad, hemos preferido no hacerlo.

         Pero el Papa Juan XXIII, al reformar el calendario litúrgico en 1960, introdujo la solemnidad de Santa María Madre de Dios, fijando para el 3 de enero la del “Santísimo nombre de Jesús”.




         En el momento de la circuncisión le fue impuesto el nombre de “Enmanuel”, dando cumplimiento a lo anunciado por el arcángel Gabriel: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Enmanuel)” (Lc. 1:31). La misma revelación había recibido San José: “Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Se daba cumplimiento de esa forma a la profecía de Isaías: “Mirad: la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel” (Is. 7:14).

         Por este motivo los llamados “Manuel” o “Jesús” celebraban su onomástica el primer día del año, aunque como muestra de rebeldía ante los cambios, lo siguen haciendo y recibiendo regalos, lo que comunicamos para general conocimiento.



         Estas imágenes corresponden al Niño Jesús que se venera en el convento de Santa Clara de Borja que llegó hasta allí de una manera sorprendente, como relata la crónica que se conserva en su archivo.
         Fue en 1638, pocos años después de la fundación del convento, cuando encontrándose Sor Graciosa de Charri desempeñando el oficio de tornera, llamó un peregrino preguntando si estarían interesadas las religiosas en adquirir un Niño para el Nacimiento. Sor Graciosa tomó la caja que había depositado en el torno, abriéndola en el claustro. En ella, sobre unas pajas, se encontraba esta imagen e, inmediatamente,  volvió al torno para preguntar al peregrino el precio de la misma,  pero el  visitante había desaparecido y no pudo ser hallado, a pesar de que se enviaron a varias personas para que lo buscaran por las calles de la población.
         Sor Graciosa se quedó con el Niño durante toda su vida y después lo tuvo su sobrina Sor María Lázaro que fue abadesa del convento, pasando a su muerte a otras religiosas hasta que, en 1714, la comunidad decidió colocarlo en el retablo del coro, donde se conserva, ante los numerosos prodigios que se le atribuían.

         Allí se le venera, de forma especial, desde el día de Navidad hasta el de Reyes, y también es costumbre cantarle una Salve el 25 de cada mes. Este año lo vimos colocado en la cuna situada al pie del altar del oratorio del coro bajo. Como es de pequeño tamaño, apenas se apreciaba.




         Posteriormente, fue reemplazado por esta otra imagen moderna pero cuyas dimensiones son más acordes con las de la cuna. Ambas nos recuerda a ese Dios hecho hombre, cuyo nombre “Enmanuel” fue la expresión de su misión salvífica.

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