domingo, 16 de febrero de 2020

El gravísimo incidente entre Borja y Ainzón acaecido en 1883


         Los enfrentamientos entre localidades próximas han sido algo frecuente a lo largo de la historia aunque, en ocasiones, alcanzaron especial gravedad. Ese es el caso de la llamada “Guerra con Bureta”, desencadenada a comienzos del siglo XVI, a la que nos referiremos en otro artículo.
         Hoy queremos dar noticia de los graves incidentes que se produjeron entre Borja y Ainzón en 1883, en los que fue necesaria la intervención del Ejército para restablecer la normalidad, y sobre los que informó ampliamente la prensa regional, dada la preocupación que provocaron.
         Todo comenzó el 20 de mayo de 1883 cuando unos doce jóvenes de Ainzón se trasladaron a Borja para dar una serenata nocturna al Alcalde de la ciudad que, en esos momentos era D. Domingo Sarría Navarro. Había tomado posesión del cargo el 1 de julio de 1879, cesando el 1 de julio de 1883. Como recordamos recientemente era abogado de profesión y ejercía como fiscal en los juzgados de Borja. Fue también Diputado Provincial y, en 1882, fue condecorado la encomienda de la Orden de Isabel la Católica.


         Ignoramos los motivos de esa serenata pero, entre las once y las doce de la noche, cuando los de Ainzón habían interpretado “tres o cuatro piezas”, varios vecinos de Borja se opusieron a que continuaran, dando lugar a un altercado con “tiros, palos, rotura de faroles etc.”, de manera que “la demostración terminó en medio del desorden más admirable, como relataba el corresponsal del diario La Derecha de Zaragoza. Lo que más nos ha sorprendido ha sido la mención a los disparos, lo que prueba que algunos hicieron uso de armas de fuego, aunque no hubo heridos, al menos de especial consideración.



         Lo que podía haber sido un simple incidente, sin otras consecuencias, cobró especial gravedad cuando en la tarde del día 22 fue asesinado en Ainzón el joven borjano Fulgencio Gutiérrez. La diligencias inmediatamente incoadas llevaron a la detención de Pascual Bellido, Valero Bellido, Isidoro Sebastián y Victorino Sánchez, como presuntos implicados en su muerte. Trasladados a la cárcel de Borja, uno de ellos, cuyo nombre no se cita, confesó ser el autor del asesinato en el interrogatorio al que fue sometido por el Juez.

         Un nuevo suceso vino a alterar definitivamente los ánimos. Cuando un carretero de Borja circulaba con una carga de harina, al pasar por Ainzón fue asaltado y “no fue muerto porque, apercibido del peligro, fio su salvación a sus piernas”.



         Al relatar en nuestra ciudad lo que le había sucedido, los vecinos se amotinaron y concentrándose en la actual plaza de España, intentaron asaltar la cárcel que estaba en el antiguo convento de agustinos para sacar a los presos de Ainzón “con siniestros fines”. Lograron las autoridades dominar el motín, pero mientras tanto los vecinos de Ainzón “se pusieron en armas” y, aunque fueron concentrados todos los efectivos de la Guardia Civil disponibles en la zona, el Alcalde de Borja se puso en contacto con el Gobernador Civil para pedir refuerzos.



         Desempeñaba ese cargo, en esos momentos, D. Pedro Agustín Herrero, un político del partido liberal, al igual que el Alcalde de Borja del que es interesante destacar su trayectoria, dado que refleja la situación planteada en la España de la Restauración, como consecuencia de la alternancia de partidos pactada.



         Nacido en Arnedo, cursó la carrera de Derecho y ejerció como Juez de Primera Instancia de Santo Domingo de la Calzada. Fue Gobernador Civil de Zaragoza en varias ocasiones mientras gobernaban los liberales, cesando siempre que lo hacían los conservadores. Concretamente había desempeñado el cargo entre 1871 y 1872, y entre 1874 y 1875. Volvió a ser nombrado el 5 de septiembre de 1881 para cesar 3l 3 de noviembre de 1883. No fue la última vez ya que, en 1889, cuando ocupaba el cargo de Contador del Tribunal de Cuentas del Reino retornó al Gobierno Civil hasta el 7 de julio de 1890, falleciendo en la capital aragonesa hacia 1907.



         Cuando D. Pedro Agustín Herrero recibió la petición de su correligionario el Alcalde de Borja se desplazó inmediatamente a nuestra ciudad, acompañado por dos compañías de Infantería y una unidad de Caballería que desplegó en ambas localidades.



         Su actuación calmó los ánimos y, como informaba El Diario de Avisos de Zaragoza, “parece ser que convencidas ambas localidades, gracias a los buenos oficios de sus autoridades y personas que en ellas ejercen legítimo ascendiente, de que es insostenible y por demás violenta la situación en que se habían colocado desde el día 20 del actual, van entrando sus habitantes en reflexión, desechando prevenciones que, de mantenerse a la altura de estos últimos días, podrían ocasionar desgracias que todos están en el caso de evitar”.




         El día 28 se celebró una reunión, presidida por el Gobernador Civil, en el “salón del hospital de Borja” que todavía estaba ubicado en el actual Museo de la Colegiata, a la que fueron convocados los Ayuntamientos de ambos municipios. En ella, se alcanzó el acuerdo de “continuar en las relaciones que antes les unían, rompiendo toda clase de disidencias habidas entre ellos”. Al final, se brindó con unas botellas de vino por la prosperidad de Borja y Ainzón, haciendo uso de la palabra el Gobernador que respondió a las preguntas formuladas por el público asistente.

         En prueba de normalidad, dio la orden de retirar parte de la Guardia Civil, disponiendo que las fuerzas de Infantería y Caballería desplegadas, regresaran a Zaragoza en el transcurso de los días siguientes.




         Volvió la tranquilidad, al menos momentánea, ya que en julio de ese mismo año el periódico La Derecha llamaba la atención sobre el riesgo de que los incidentes se reprodujeran. Afirmaba que “bajo la calma aparente que hoy reina en las dos poblaciones, fermenta el odio y, al decir de la persona que nos informa, no será extraño que el hecho más trivial venga a producir efectos desastrosos. Como creemos sinceramente que no son las fórmulas escritas de reconciliación o las satisfacciones verbales y de mero cumplimiento las que pueden terminar con las rivalidades que lamentamos, pedimos con tiempo, medidas capaces de establecer entre una y otra localidad sinceras relaciones”.
         Afortunadamente, los presagios no se cumplieron y, aunque el recuerdo de lo acaecido permaneció vivo durante algún tiempo, los enfrentamientos no se reprodujeron y quedaron completamente olvidados.
         Tan sólo en algunas obras, como la Víctor Lucea Ayala, El pueblo en movimiento. Protesta social en Aragón (1885-1912), se le menciona como “Tumulto por rivalidades con Borja”, que nada tiene que ver con protestas sociales y, además, no lo sitúa en la fecha correcta.

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