domingo, 2 de febrero de 2020

Visita a los olivos centenarios de la Peñazuela en Ainzón


         D. Manuel García Cebrián nos ha remitido imágenes de las dos últimas excursiones realizadas por el grupo de naturalistas que, cada mes, recorre nuestra comarca. Una de ellas fue realizada a los olivos centenarios del barranco de la Peñazuela en Ainzón, de los que hemos publicado en nuestro blog varios artículos. Fue un recorrido sumamente interesante, aunque el día amenazaba lluvia.





         Como es habitual, el grupo se dio cita en el parque de San Francisco de Borja donde los expedicionarios tuvieron la oportunidad de contemplar algunas especies existentes en el mismo, como esta Sabina negral (Juniperus phoenicea), cuyos frutos (arcéstidas) tardan dos años en madurar, por lo que es frecuente ver juntos en la misma rama a unos maduros y a otros inmaduros.




         También este otro ejemplar de Espino de fuego. (Pyracantha coccinea), un árbol cuyo intrincado ramaje y sus espinas es utilizado por los para hacer sus nidos. Es muy utilizado en jardinería y también puede verse en las medianas de algunas autopistas.




         Desde allí partieron a su destino, pasando por la ermita de San Sebastián, a la que dedicamos un comentario independiente, dejándonos estas vistas poco frecuentes de Borja.



         En la Peñazuela contaron con un guía excepcional, D. Adrián Gracia Balaga, que está realizando un enorme esfuerzo para lograr la declaración de ese excepcional conjunto de olivos del barranco, entre los que predominan las variedades “estaca negra” y “empeltre”.



         En esta empresa cuenta con la colaboración de especialistas de la Universidad de Zaragoza y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas que han colaborado en la datación de esos olivos. Allí les mostró el tronco de uno de los olivos que, aprovechando el que había sido talado, fue objeto de un estudio riguroso que permitió conocer con precisión su edad.




         De los olivos allí existentes, hemos publicado imágenes en nuestro blog, en ocasiones anteriores, todas ellas realizadas por D. Adrián Gracia. Entre ellas la de este ejemplar que sorprendió a los “expedicionarios”, dado que todos esos troncos son brotes de un mismo olivo.



         Algo que les llamó la atención fue el sistema utilizado para sanar las grietas o "heridas" en el tronco de los olivos, mediante yeso o cal viva, con los que se taba el hueco.




         El barranco dispone, asimismo, de un sistema hidráulico que parte de un azud situado en la parte alta del mismo, donde se recogía el agua que, desde allí se distribuía a través de la acequia de la Peñazuela.




         En torno a ella aún se conservan las tajaderas o “roldes” labrados en piedra por las que el agua accedía a cada propiedad.




         Una de las sorpresas de la excursión fue el hallazgo, bajo un olivo de tres figurillas de cerámica, de las que únicamente conocemos estas imágenes, pero que convendría estudiar, ante la posibilidad de que tengan interés arqueológico, cuestión sobre la no podemos pronunciarnos, por el momento.





         También se incluyen en el reportaje que, como siempre, D. Manuel García Cebrián ofrece en su blog, estas fotografías de un canalillo excavado en la roca que va a desembocar en una pequeña oquedad, también intencionadamente dispuesta, cuya finalidad no conocemos.






         Pero no sólo contemplaros olivos, sino también otras especies, como las reflejadas en estas imágenes: Manrubio. (Marrubium vulgare L.), también conocida como “hierba callera”;  el Abrojo (Centaurea calcitrapa) con su capítulos de color rosa o morado y el involucro de brácteas espinosas; el Cambrón. (Lycium europaeum), un arbusto muy ramoso, enmarañado y espinoso  que se utiliza como separador de terrenos en las lindes de caminos y ribazos, conocido también con el nombre de "Spina Benedicita" pues se cree que la Corona de Espinas de Cristo se hizo con ramas de esta especie; o la Ruda (Ruta montana), un antiguo abortivo, pero a la que los romanos consideraban capaz de neutralizar el "mal de ojo", por lo que la llevaban encima y los chinos la utilizaban para alejar los malos pensamientos. Más interesante es la creencia de que si se pone una rama de ruda a la luz de la luna y se le entrega al ser amado, se podrá conquistar su corazón para siempre.





         También prestaron atención a esas muestras de la arquitectura tradicional, como las cabañas de piedra seca que van desapareciendo, poco a poco, y de las que apenas quedarán testimonios en un futuro no muy lejano.

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