jueves, 12 de noviembre de 2020

A la Virgen del Moncayo

 

         Al referirnos ayer a D. Pedro Manuel de Urrea, señor de Trasmoz, comentamos que, entre su amplia producción poética, habíamos encontrado una composición dedicada “A una ermita de Nuestra Señora que está cerca de su casa, que se llama Nuestra Señora del Moncayo”.

         No sabemos cómo sería a comienzos del siglo XVI el Santuario del Moncayo situado bajo las peñas de “El Cucharón” que, a comienzos del XX presentaba este aspecto que reflejan las fotografías de Federico Bordejé, bastante diferente al actual.



         Contiguo a la hospedería se encontraba la ermita propiamente dicha en la que se veneraba y venera la imagen de la Virgen del Moncayo, cuya cercanía a Trasmoz proclamaba su señor e ilustre poeta.


         Hace poco pudimos ver esta imagen, desprovista de manto, en la catedral de Tarazona, aunque existe otra en la localidad de Santa Cruz de Moncayo que es la que, cada año, se lleva al Santuario.

         Comoquiera que la poesía a ella dedicada, creemos que es muy poco conocida, la reproducimos a continuación, transcribiéndola de la obra publicada por la Institución “Fernando el Católico”. Nos ha llamado la atención por los sentimientos de piedad mariana que reflejan los versos de un autor que se prodigó en la poesía amatoria y profana, aunque arrepintiéndose a veces de ello, por considerarla cosa superflua. Algo muy diferente a lo manifestado aquí por un hombre que la sentía muy cercana y de la que esperaba: “que me des tal vida, que me haga cierta la gloria” y a la que encomendaba todos sus “dichos y hechos”.


¿O, reyna, Virgen sagrada!

Descanso siento y sentí

en estar cerca de mí

tu casa santificada.

Tanto que estoy sin temor

que trabajo me haga daño

porque con vn bien tamaño

no puede reynar dolor.

 

Tenerte yo por vezina

es para mí gran consuelo

pues de la gloria del cielo

haz que sea mi alma dina.

Eres aduogada nuestra,

bendita virgen María.

Tú eres nuestra alegría;

tú eres nuestra maestra.

 

En la peña aquí do estás

mil milagros has mostrado.

Para en este baxo estado

no te pido yo ya más

sino que me des tal vida

que me haga cierta la gloria

que no quiero otra victoria

ni es razón que otro te pida.

 

Pues yo tengo deuoción

En el que en ti a encarnado

el cuerpo glorificado

sin ninguna corrupción

de Dios hijo, rey de imperio,

reparo de nuestro mal,

donde el linaje humanal

no alcança tan gran misterio.

 

Fin

 

A ti, señora, encomiendo

todos mis dichos y hechos

sin querer otros prouechos

sino solo a ti sirviendo,

que yo ando por lo más

y esto de ti a de venir;

al tiempo de mi morir

          te ruego vaya do estás. 


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