lunes, 9 de noviembre de 2020

Otro descubrimiento del doctor Aguilera Hernández

 

         D. Alberto Aguilera Hernández está preparando estos días el artículo que el Instituto Histórico Dominicano le ha encargado, sobre las huellas de la presencia de la Orden de Predicadores en nuestra ciudad.

         Por ese motivo, ha tenido que revisar las abundantes obras de Arte que aquí se conservan, procedentes del convento de San Pedro Mártir de Borja, entre ellas los dos lienzos que flanquean el altar de Ntra. Sra. de la Peana en la colegiata de Santa María, de los que lamentablemente no tenemos, por el momento, imágenes detalladas.


         Ya habían sido objeto de atención por parte del Prof. D. Juan Carlos Lozano que, en un trabajo publicado en Joyas de un Patrimonio IV. Estudios, los había atribuido a Juan Zabalo, describiéndolos como “Predicación de San Vicente Ferrer” y “Santo obispo dominico”.


         Ha sido ahora el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández quien ha podido precisar que ese obispo es San Agustín Lucerino, al que se le representa con los atributos episcopales y un plato con peces en su mano, como sucede en este grabado de Palomino.

         San Agustín, había nacido en Trau, ciudad de la Dalmacia, hacia 1260, en el seno de una familia noble. A temprana edad profesó en la Orden de Predicadores y, por sus cualidades intelectuales fue enviado a estudiar a París, donde fue discípulo de Santo Tomás de Aquino. Posteriormente, ejerció su ministerio en Italia, Bosnia y Hungría. En este último país coincidió con el también dominico Nicolás Bocasini que era Legado Pontificio en aquellos territorios. Al acceder al solio pontificio, con el nombre de Benedicto XI, decidió nombrarlo obispo de Agram (Hungría), ordenándole que se presentara en Roma para cumplimentarle.


         Fue allí donde obró varios prodigios. En primer lugar curó al Papa del mal de gota que le afligía, tan sólo con besarle la mano. En agradecimiento, le invitó a comer y, habiéndole presentado un plato con dos perdices asadas, temió quebrar la austera regla de abstinencia de su orden y, encomendándose al cielo, las perdices salieron volando del plato y en su lugar aparecieron los dos peces guisados con los que se le representa como atributo personal.

         A petición del rey de Calabria fue promovido después a la diócesis Lucerina-Troiana, en la Apulia, donde falleció el 3 de agosto de 1322, siendo aprobado su culto por el Papa Clemente XI.

         De esta última diócesis toma el apelativo y los peces aparecen en todas sus representaciones iconográficas como la de esta última imagen perteneciente a la iglesia del Pilar de Valencia, antigua iglesia conventual de los dominicos. 


         Volviendo a los lienzos de Borja, si nos fijamos en el de la derecha, puede verse el plato con los peces en su mano izquierda, mientras que los ángeles sostienen el capelo y el báculo que, con la mitra con la que se toca son propios de su condición de obispo.

         Pero, en el de la izquierda, que el Prof. Lozano identificó como predicación de San Vicente Ferrer, El Dr. Aguilera se ha percatado acertadamente que, en torno a la figura del predicador hay unos ángeles que llevan también el báculo, la mitra y el capelo, propios de un obispo, por lo que no puede tratarse de San Vicente, dado que nunca lo fue.

         Por otra parte, a los pies del púlpito aparecen dos religiosos dominicos tomando notas. El de la izquierda lleva en torno al cuello, el collar con el sol radiante propio de Santo Tomás de Aquino. Comoquiera que fue profesor de San Agustín Lucerino es lógico concluir que el predicador es él, teniendo en cuenta que forma “pendant” con el otro lienzo.

         Queremos felicitar al Dr. Aguilera por este estudio, en modo alguno sencillo, que constituye un avance más en el conocimiento de nuestro Patrimonio Cultural.





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