miércoles, 13 de enero de 2021

Ventosas o medicinas

         En 1833, Federico Madrazo pintó este lienzo conocido como “La enfermedad de Fernando VII” o “El amor conyugal” en el que representaba la grave crisis sufrida por el monarca el año anterior, encontrándose en el palacio de la Granja.

         Fue un ataque de gota que hizo temer por su vida, dando lugar a numerosas intrigas palaciegas que provocaron la derogación de la Pragmática Sanción que hizo posible la proclamación de su hija mayor Isabel, como Princesa de Asturias, dado que no tenía hijos varones. Ahí se gestó el conflicto dinástico con los partidarios de su hermano el infante D. Carlos, teórico heredero, que se dirimió en tres guerras sucesivas a lo largo del siglo XIX.


         El cuadro gustó tanto al rey que mandó reproducirlo en el Real Establecimiento Litográfico que, por cierto, dirigía el padre de Madrazo. A pesar de la temática, lo que se trataba era poner de manifiesto el papel de la reina María Cristina, cuarta esposa del monarca, no sólo con los solícitos cuidados que le había dispensado, sino con la mirada puesta en el futuro, ya que debía convertirse en Regente, tras el fallecimiento de Fernando VII, hasta la mayoría de edad de Isabel II.


         La reina aparece desprovista de cualquier signo de majestad, vistiendo el hábito del Carmen fruto de una promesa por el restablecimiento de su esposo, al que atiende como amante esposa con un pañuelo entre sus manos.

         ¿Pero qué está haciendo la reina? Aquí las interpretaciones del cuadro difieren pues mientras unos comentaristas opinan que enjuga su sudor, otros consideran que está secando los restos de la sangría que se le ha provocado en la yugular, como remedio terapéutico.


         Tres son los grupos que podemos advertir en el cuadro. Marcado en rojo, la reina con su auxiliar, a la que ya nos hemos referido. En el centro, señalado con la flecha verde, un grupo de personas encabezada por la que toma el pulso al regio paciente. Se trata del Dr. D. Pedro Castelló Ginesta (1770-1850) Primer Médico de Cámara. Tras él aparecen los restantes médicos de Cámara, cuyos nombres se conocen, aunque no sea posible precisar su identificación en el lienzo.


         En el caso del Dr. Castelló no hay duda, dado que existen varios retratos suyos que coinciden plenamente con el de quien toma el pulso. Formado en el Real Colegio de Barcelona fue más tarde profesor del Colegio de San Carlos de Madrid. Fue hacia 1801 cuando recibió el nombramiento de Cirujano de la Real Cámara. Tras la Guerra de la Independencia fue encarcelado por sus ideas liberales y, fue el ataque de gota al que estamos haciendo referencia el que provocó su liberación, ante la seguridad de que era el único médico que podía curar al rey. El éxito alcanzado dio lugar a que fuera creado marqués de la Salud, siendo también generosamente recompensados el resto de los médicos.


         El tercer grupo, señalado en amarillo, es el de estos dos personajes. El que está en primer término porta una bandeja con tres supuestos recipientes que han sido los que, de manera especial han despertado nuestro interés, porque en el reciente artículo de la Profª. Dª. María Luisa de Andrés Turbión “Procedimientos sanitarios en la Real Cámara de Isabel II de España. Los botiquines privados de la Reina”, publicado en el último número de Reales Sitios, como ya comentamos, se incluye como pie de foto de esta imagen el siguiente texto “Detalle de Gerónimo Lorenzo y Salinas (177-1853) sujetando la bandeja de plata con las medicinas y detrás el boticario mayor, Agustín José Mestre (1768-1836)”.


         Que ese personaje posterior tiene un enorme parecido con el retrato de Agustín José Mestre que fue miembro de la Real Academia Española, es innegable. De Gerónimo Lorenzo y Salinas no hemos encontrado otras representaciones.


         Pero el problema que se suscita es intentar conocer el verdadero significado de los recipientes que porta en la supuesta bandeja de plata (no lo parece), porque donde unos ven vasos con medicinas otros consideran que se trata de ventosas para aplicárselas al enfermo. Es cierto que su forma más se acerca a la de ventosas que a unos vasos excesivamente sencillos para el cometido al que iban destinados. Además lo que se transparenta en ellos no puede precisarse que sean líquidos o quizás el propio color de la bandeja.

         Por ventosas se decantan en la ficha de la Red Digital de Colecciones de Museos de España en la que se habla expresamente de “una bandeja con ventosas para hacer sangría”, identificando al personaje que la porta como D. Francisco Inza que era Cirujano Sangrado de Cámara.

         Lo llamativo es esta discrepancia de opiniones, procedentes de fuentes tan autorizadas como es una destacada profesora universitaria y la información facilitada desde una institución oficial. Si no hubiéramos podido identificar plenamente al Boticario Mayor, nosotros nos inclinábamos a considerar que se trataba de ventosas en el contexto de la escena representada. Pero, ahora, a pesar de que siguen siendo muy similares a las utilizadas en Medicina, no nos atrevemos a pronunciarnos taxativamente, aunque nos gustaría ver aclarada definitivamente esta pequeña cuestión.








 

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