viernes, 19 de marzo de 2021

Origen y evolución del Entierro de Cristo

 

         Tras haber comentado en días anteriores la procesión del Jueves Santo en Borja, así como la antigua ceremonia del Descendimiento, hemos de referirnos al Entierro de Cristo que ha llegado a convertirse en una de las señas de la identidad borjana.

         Descendimiento y Entierro de Cristo estaban íntimamente enlazados hasta el punto de que el segundo fue consecuencia del primero. Apenas habían transcurrido tres años de la institución de la ceremonia del Descendimiento cuando otro beneficiado de la colegial de Santa María, el Sr. Amigo, decidió construir un arca o sepulcro para colocar la imagen articulada de Cristo. Al mismo tiempo, sugirió la posibilidad de celebrar una procesión “de entierro” que no llegó a materializarse hasta que, en 1744, Dª. Manuela González de Castejón y Aráiz estableció por disposición testamentaria una fundación de 400 escudos para el sostenimiento de esa iniciativa.


         Fue en 1746 cuando el Entierro de Cristo se celebró por vez primera y continuó haciéndose de forma ininterrumpida hasta la Guerra de la Independencia. Fue en 1810, en plena ocupación francesa cuando el cabildo dejó de celebrarlo. Quedan por investigar muchos aspectos relacionados con esta ceremonia, entre ellos el del momento en el que fue enajenada la finca cuyo rendimiento servía para hacer frente a los gastos que ocasionaba. Se ha aducido también la hipotética destrucción sufrida por las insignias o pasos en el transcurso de la guerra, algo que no está comprobado.


         El caso es que no fue hasta 1830 cuando un grupo de personas se propusieron restablecer el Entierro de Cristo. El promotor de esta iniciativa fue Gregorio Melero, secretario de las cofradías del Carmen y de Santa Lucía para lo cual se pusieron en contacto con todas las restantes para hacerlas partícipes del proyecto. A pesar de las reticencias del cabildo, el apoyo de las autoridades fue decisivo para que, en 1831, el Entierro de Cristo volviera a hacer acto de presencia en las calles borjanas.


         Ya hemos comentado que inicialmente era la cofradía de San José la que asumió la organización hasta que, en 1848, se hizo cargo del mismo la de las Almas al no haber otra que quisiera asumir esa responsabilidad tras la renuncia de la de San José “por la corta cantidad de cofrades y la mala unión que entre éstos tenían”.


         En próximos artículos iremos dando a conocer todos los elementos que integran esta procesión cargada de simbolismos que hunde sus raíces en una religiosidad popular que no siempre ha contado con la comprensión del estamento eclesiástico.

         Sería absurdo negar el componente religioso del Entierro de Cristo al igual que el de todas las procesiones no litúrgicas, pero su fuerza principal radica en esa seña de identidad a la que antes hicimos referencia. En este sentido debemos recordar que cuando se tramitó la declaración del Rosario de Cristal como Fiesta de Interés Turístico, el Centro de Estudios Borjanos preparó el expediente que la hizo posible y, al mismo tiempo, el del Entierro de Cristo sin que el Ayuntamiento que lo había pedido llegara a cursarlo por razones que ignoramos.






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