sábado, 7 de agosto de 2021

Recorrido hasta el estanque de Sopez

 

         Esta bonita fotografía de Enrique Lacleta del estanque de Sopez la tenemos como fondo de pantalla en los ordenadores del Centro. Hay personas que no reconocen el lugar y les llama la atención. No es extraño, por lo tanto, que recientemente nos propusieran pasear hasta ese lugar.


Así lo hicimos, aunque ni la hora era la misma ni, desde realizamos la fotografía, podíamos ver el Moncayo que en agosto no está cubierto de nieve. El que el estanque, sobre cuya construcción tratamos en este blog, esté rodeado de alambradas debido a esa normativa que obligó a cercar todos los embalses artificiales que, durante cientos de años habían estado accesibles, le resta algo de encanto a ese lugar al que se accede por el antiguo camino a Tarazona que fue antes calzada romana.


         Bordea el llamado cabezo de Vulcasacos y muy cerca de allí, al renovar la cañería de suministros de algunas de las fuentes de Borja, que discurre paralela al camino, fue encontrado lo que, al parecer, era un santuario dedicado a Diana. No deja de ser una hipótesis que entonces se barajó y allí se encontraron lucernas romanas y un buen número de astas de ciervo, algunas de las cuales se conservan en nuestro Centro.




         El entorno tiene cierto encanto con el pequeño seto junto a las viñas, el muérdago que parasita algunos árboles y las setas que crecen en los troncos de los que ya han muerto.



         A la ida nos sentamos en la Cubilla, en los bancos que allí existen bajo unos frondosos árboles, viendo el pilar de San Bartolomé rodeado ahora de un pequeño jardín y de los postes eléctricos que no pueden faltar en lugares como estos, por esa extraña querencia que tienen a alzarse junto a los pilares votivos.



         Allí nos repusimos a la ida del impacto que nos había causado ver el estado en el que se encontraba el antiguo cuartel de caballería. Es éste un monumento inventariado cuyo principal interés estriba en el hecho de ser uno de los pocos ejemplos de cuarteles del siglo XVIII que se han conservado. Las reformas introducidas en su fachada principal ya lo habían desvirtuado pero, ahora, hemos visto que se ha derrumbado ya una parte de sus cubiertas.




         También nos preocupó ver el estado de ruina avanzada en el que se encuentra el edificio adosado a la cabecera de la iglesia de San Bartolomé, un ejemplo más de la situación de buena parte del casco antigua, cuyo deterioro avanza progresivamente. El previsible derrumbamiento de esta casa no sabemos hasta qué punto podría afectar a la iglesia que parecer tener muros independientes y en cierto modo separados.








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