miércoles, 15 de junio de 2022

Visitamos la impresionante fortaleza de La Mola

 

         Teníamos un gran interés en conocer la fortaleza de la Mola que defendía el puerto de Mahón, pero no nos imaginábamos que la visita se iba a convertir en una experiencia inolvidable, tanto por las características de la misma como por la dureza de un recorrido que superó las tres horas, bajo un sol de justicia, por la península en la que se asienta.


         Se trata de una de las mayores fortalezas europeas construidas en el siglo XIX, a pesar de lo cual no es excesivamente conocida. Su construcción se inició en 1850, durante el reinado de Isabel II, pero las obras se prolongaron hasta 1875. En 1852 fue simbólicamente inaugurada el día del cumpleaños de la Reina, dándole su nombre. La soberana visitó las obras en 1860 y con el gracejo que le caracterizaba comentó, al desembarcar de la falúa que le había llevado hasta allí, que creía que las escaleras serían de oro por la cantidad de dinero que iba invertida en la edificación.


Fue edificada para defender el puerto de Mahón que, en esos momentos, volvía a ser codiciado por las potencias europeas. En el recuerdo de todos se encontraban los períodos en los que los ingleses habían ocupado la isla y volvían a amenazarla ante el temor de que se convirtiera en una base francesa cuando acababa de llevarse a cabo la conquista de Argelia.

Concebida para hacer frente a un ataque por mar, también podía hacer frente a los que llegaran por tierra, merced al gran foso que dividía por completo la península de la Mola en la que se asentaba, como puede verse en esta imagen aérea.





      Es imposible reflejar en un breve comentario la descripción de todas sus instalaciones, ofreciendo las numerosas imágenes que hicimos recorriendo patios y galerías.





         Uno de los lugares que mayor impresión causa es la galería aspillerada que defendía el foso. Tiene 390 metros y cuenta con 48 casamatas con aspilleras desde las que se disparaba. Cuando avanzábamos por lo que parecía un recorrido interminable nos preguntábamos que ocurriría si, al final, no encontrábamos la salida.




         Pero hay otras muchas galerías, como las que albergaban los polvorines para la munición de los cañones que formaban parte de una defensa estructurada en tres niveles. El superior, dotado de las piezas de mayor calibre, para la defensa remota. El medio con cañones de medio alcance para hacer frente a los ataques por tierra y la inferior desde donde la guarnición podía disparar sus fusiles.






         Estas imágenes muestran algunos detalles de esta enorme fortaleza que es posible recorrer adentrándose en sus innumerables vericuetos por los que creímos perder a nuestro intrépido acompañante. Junto con visitas individuales y guiadas, ofrece la posibilidad de ser utilizada para determinadas ceremonias sociales.



  

       Salimos al exterior en las inmediaciones de la llamada “Torre de la Princesa” construida en 1799 por los ingleses que, más tarde, se integró en el conjunto de la Mola. En 1958, fue parcialmente destruida por un rayo que provocó la deflagración de la pólvora almacenada en su interior.




         Visitamos el gran aljibe exterior que proporcionaba agua a la guarnición, aunque en el interior había visto también otro espacio para el almacenamiento de agua, con sus cámaras de decantación (foto inferior).



         Pasamos entre los edificios arruinados de la antigua penitenciaría que funcionó entre 1948 y 1970, aunque anteriormente hubo otra en la que se llevaron a cabo los terribles asesinatos de muchos marinos y militares, al comienzo de la Guerra Civil.





Rodeado por un grueso muro con garitas de vigilancia en sus extremos se encuentra el polvorín de la Reina que fue restaurado hace unos pocos años por el Ministerio de Cultura. Es uno de los edificios más espectaculares de la fortaleza. Conserva todo el piso original de madera, según la información facilitada, aunque nos imaginamos que se refiere al solado inferior.




         En el extremo de la península, sobre el alcantilado, se encuentran los dos cañones Vickers que constituyeron la defensa real del puerto, hasta bien avanzado el siglo XX. Fueron fabricados en el Reino Unido, en 1933, y transportados hasta ese lugar con ciertas dificultades, dadas sus dimensiones y peso. Son dos enormes cañones navales ubicados en el punto más oriental de Menorca y, por tanto, de España. Su enorme potencia de tiro, y su calibre 38’1- hicieron de ellos dos fenomenales armas que eran capaces de cubrir una distancia de 35 km.




         Uno de ellos mantiene en perfecto estado todas sus instalaciones, pudiendo ser visitado el interior durante las visitas guiadas. Unos paneles informativos muestran su historia y funcionamiento, más complejo de lo que a primera vista pudiera parecer.



         Durante unos ejercicios que realizaban cada dos años, disparando una pieza, un fallo en la transmisión de las cargas explosivas provocó el 26 de junio de 1953 una tremenda deflagración de la pólvora que provocó la muerte por quemaduras de dos oficiales, dos suboficiales y 19 artilleros cuyos nombres se recuerdan en la placa dedicada a su memoria en 2019.


         Aunque podríamos extendernos mucho más acerca de esta visita del que, a nuestro juicio, es uno de los más importantes monumentos de la isla, nos limitamos a recordar que toda la península tiene también un gran interés natural. Allí crece la Manzanilla Mahón (Santolina chameyparissus), especie endémica del lugar. Unos carteles informan sobre su flora y su fauna, entre la que llegamos a ver incluso una perdiz.

 

       

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