El 22 de diciembre vimos, por primera vez, a una cigüeña
volando en torno a la torre de Santa María, aunque hasta el sábado no pudimos
fotografiarla. No es la primera vez que esto ocurre, dado que en 2017 llegó
otra en la misma fecha.
Lo que ocurre es que, entonces, desapareció después para
retornar con su pareja casi en la tradicional fiesta de San Blas (Por San Blas
las cigüeñas verás). En el año que ahora termina llegaron el 30 de enero, muy
cerca también del 3 de febrero que es cuando se celebra San Blas.
Aunque ya hay ejemplares que no migran durante el invierno,
lo habitual es que, a partir de finales de julio inicien un largo viaje en el
que, atravesando el estrecho de Gibraltar les conduce a diversas regiones de
África. Las cigüeñas ibéricas suelen desplazarse hacia los países del golfo de
Guinea, pero se han encontrado ejemplares anillados en la península en el
Congo, Rodhesia o incluso Sudáfrica.
Comienzan el retorno a finales de diciembre y llega primero
el macho, que espera a la hembra. Suele afirmarse que siempre ocupa el nido la
misma pareja, pero teniendo en cuenta que suelen vivir entre 16 y 25 años, es
lógico suponer que en algún momento se producirá el reemplazo de una pareja por
otro.
Este año presenciamos una espectacular lucha entre tres
parejas que se enfrentaban para ocupar el nido de la torre del reloj de Santa
María y el año pasado documentamos la muerte de un cigoñino en el nido que
existe en Santo Domingo. Ahora hemos sabido que el infanticidio suele ser una
práctica frecuente para garantizar la supervivencia de los elementos más
fuertes de la pollada.
Lo cierto es que, a pesar de la presencia habitual de estas
aves en nuestro medio, seguimos sin saber, al menos la mayoría de nosotros,
muchas cosas relacionadas con su vida.