Centenares
de personas se congregaron ayer en la ermita de San Jorge de Borja para
celebrar la fiesta del patrón de Aragón. Los actos se habían iniciado el día
anterior, al mediodía, con volteo general de campanas y lanzamiento de cohetes
desde la Casa Consistorial, una tradición afortunadamente recuperada tras
varios años en los que el ruido de estos elementos pirotécnicos se escuchaba en
contadas ocasiones. Por la noche, la ronda del roscón recorrió las calles, tal
como informamos ayer.
El
día de la fiesta amaneció radiante facilitando la participación en la Santa Misa
que fue concelebrada en el interior de la ermita, completamente llena de
fieles, por el párroco D. Florencio Garcés Argudo y el sacerdote borjano D.
José Luis Sanjuán.
Al
término de la misma se procedió a la bendición de los términos. Es una antigua
tradición que, como en otros lugares, tenía lugar cada año con ocasión de la
Cruz de Mayo.
Originalmente,
se realizaba desde el llamado monte de la Corona, junto al pilar votivo que
allí existía. Desaparecido éste, hemos conocido el llevarla a cabo a la entrada
de la ciudad, junto al parque. Actualmente, con gran acierto, se realiza el día
de San Jorge y en el exterior de su ermita.
La
cruz utilizada sigue siendo la que se conserva en la colegiata de Santa María
que, en esta ocasión, era portada por un acólito de excepción. La bendición se
efectúa en diversos puntos, en presencia de autoridades y fieles, en medio del
silencio y la atención de los asistentes.
Una
bonita ceremonia, dentro de una jornada festiva que contó con actividades para
los niños en dos de los parques de la población. Por la mañana, hubo juegos
organizados por la Cruz Roja de la Juventud y, por la tarde, disfrutaron con
las atracciones hinchables instaladas al efecto.
A
lo largo de este día se consume también la “culeca”, un dulce tradicional que
tiene forma de mujer, con los brazos en “jarras” y con dos huevos insertados en
el cuerpo. Solía elaborarse en la noche de este día y los de más edad han visto
como iba montándose sobre la caña que le sirve de eje, para culminar con la “corbata”
trenzada que se le colocaba en torno al cuello. Luego eran bañadas de blanco y
enviadas al horno para cocerlas. Ahora, la mayoría de las culecas se elaboran
sin baño y los huevos no siempre están presentes o son de codorniz. La simpatía
de quienes las venden compensa, con creces, el desembolso que hay que efectuar
para conseguir estas “culecas” de los nuevos tiempos.
Terminamos con estas
dos bonitas imágenes de nuestra ciudad, desde San Jorge, agradeciendo la
colaboración de D. Enrique Lacleta que realizó este reportaje.
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