Talamantes
perteneció a la Orden del Temple, hasta su extinción. Pasó después a la Orden
del Hospital que lo mantuvo hasta el siglo XIX, formando una unidad con Añón,
la llamada encomienda de Añón-Talamantes.
Debido
a su ubicación, Talamantes era una posición clave en la Raya aragonesa. De ahí,
que fuera encomendada a las órdenes militares y que llegara a contar con tres
castillos en su término.
Dos de ellos se encontraban en las llamadas Peñas de Herrera.
Uno era el castillo de Ferrera y el otro
el de Ferrellón. El primero era el mayor y fue destruido durante la guerra
de los dos Pedros. El segundo, aunque también fue arrasado, continuó en uso
posteriormente.
De
ellos han quedado restos excavados en las rocas, entre los que se encuentra un
aljibe y lo que parece ser un corredor de acceso.
Por otra parte, sobre un cerro, a la entrada de la
población, se alzan los restos de este castillo
mucho más conocido que constituye uno de los referentes de la localidad. A
diferencia de los anteriores, estuvo siempre bajo el control de las órdenes que
eran señoras de la localidad.
Es de
planta alargada, adaptándose a las características del terreno. Construido en
mampostería, tiene un torreón de planta rectangular en el extremo orientado al
Moncayo. De él salían dos muros que confluían en el otro lado. El que da a al
valle se ha perdido pero se conserva el otro, en el centro del cual existe otro
torreón rectangular, de menor tamaño. Probablemente, este modelo se
reproduciría en el lienzo desaparecido.
Dentro de
su arquitectura religiosa destaca la iglesia
parroquial de San Pedro Apótol. El templo actual es
fruto de la transformación efectuada en el siglo XVI sobre otra que existía en
el mismo lugar, también de planta rectangular, aunque con diferente
orientación. Esa iglesia, al igual que ocurre con la mayor parte de los templos
cristianos estaba orientada hacia el Este. La puerta de acceso, en arco de
medio punto de ladrillo, que aún se conserva cegada, se encontraba en la actual
cabecera y el presbiterio en el lado opuesto.
Se desconoce cómo era su cubierta pero, durante
las obras de rehabilitación que se llevaron a cabo hace unos años, apareció un
importante conjunto de pinturas murales que decoraban el antiguo presbiterio y
parte del muro norte. Datadas a mediados del siglo XV, entre los elementos
representados destaca una magnífica representación del Juicio Final.
Por causas que se desconocen, en el siglo XVI la
iglesia sufrió una importante transformación, siendo elevados sus muros y
sustituida la cubierta por una bóveda de crucería estrellada. Sin embargo, lo
más curioso es, como se ha señalado, el cambio de orientación.
El acceso se abrió por
donde se encontraba el presbiterio, también en arco de medio punto de ladrillo,
al que posteriormente se le adosó un sencillo pórtico. En el interior del mismo
hay un interesante bajorrelieve con la imagen de San Pedro.
Edificada en mampostería y ladrillo, con
contrafuertes exteriores, tiene presbiterio y tres tramos separados por arcos
fajones decorados con casetones y motivos florales. Se cubre con bóveda de
crucería estrellada.
Adosada al muro sur se encuentra la torre que
consta de dos cuerpos. El inferior, de planta cuadrangular, es de mampostería.
Sobre él se levantó un segundo cuerpo de ladrillo y planta octogonal para las
campanas, con vanos de medio punto en cada una de sus caras. El actual responde
a una reinterpretación del original, efectuada por el arquitecto D. Miguel
Ángel Bordejé, ya que había sido derribado ante su supuesta ruina.
La ermita
de San Miguel, está situada en las afueras de la población, en un
pintoresco lugar donde confluyen los barrancos de Valdeherrera y Valdetreviño,
es un templo de nave única y ábside semicircular, construida en mampuesto.
Tiene cinco tramos separados por arcos diafragmas apuntados
que apoyan sobre pilares de sillería. La cubierta está resuelta a dos aguas con
rollizos de madera y jácenas longitudinales. El ábside se cubre con una bóveda
de cuarto esfera y, por el exterior, se remata con un alero de doble teja.
El acceso se efectúa por el centro del muro norte, a
través de un arco de medio punto de piedra de sillería con baquetones. A los
pies existe una pequeña espadaña.
Se
trata de una obra de tipología medieval que fue ampliada con un nuevo tramo en
el siglo XVII y, en ese momento, se hizo la portada actual.
Entre los elementos dignos de ser reseñados
figuran, también, dos puentes
medievales por los que se accede al camino de la ermita de San Miguel.
En las fotografías aparecen en el estado en que se
encontraban hace unos años. Uno de ellos, sufrió una importante modificación,
al eliminarse los pretiles, para ampliarlo, dotándolo de un nuevo pavimento de
hormigón. Queda la estructura antigua, bajo la obra nueva.
Debemos hacer mención, asimismo, al antiguo almacén
de la Orden, situado a la entrada de la población y en el que, en una fachada
completamente enfoscada, se encuentra las armas de un comendador.
En los próximos días publicaremos un artículo sobre
los retablos de la iglesia parroquial, analizando su situación, tras una
información aparecida recientemente en Heraldo
de Aragón.
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