Hace
varias semanas dedicamos dos artículos a los canalones que todavía pueden verse
en los aleros de muchas de las casas de nuestra ciudad. Muchos se sorprendieron
de las características de los mismos y se preguntaron sobre las razones que
impulsaban para crear unos modelos que, con determinadas variantes, se repiten
en otros lugares.
Detrás
de ellos, se encontraban las figuras de unos hojalateros, amantes de su
profesión, a los que hoy queremos rendir homenaje en la persona de José Belsué Aznar, al que vemos en la imagen superior trabajando en el tejado de la
casa de los González de Castejón.
Había
iniciado su formación a los nueve años y, tras la guerra civil, se hizo cargo
de una de las hojalaterías de Borja, al frente de la cual permaneció hasta su
fallecimiento en diciembre de 1968.
Contaban
con manuales como éste, en los que se daban orientaciones para los trabajos a
los que debían enfrentarse, entre los cuales se encontraba el de la elaboración
de canalones. Pero, ante todo, destacaban por su amor a la profesión que les
llevaba a introducir diversas variantes, fruto de su imaginación en las que,
por encima de los beneficios económicos contaba más la satisfacción por el
trabajo bien hecho.
Con
la ayuda de su hijo, hemos vuelto a fotografiar algunas de las obras que
realizó y que todavía se conservan. En unos casos recreaban extraños pájaros de
afilado pico, con una cresta en la parte posterior de la cabeza.
En
otros casos, eran perros de largas orejas, con la lengua entre sus fauces que,
en algunos casos, han ido perdiendo algunos de los elementos que las
caracterizaban.
Otras
eran de diseño más sencillo, dependiendo del interés de las personas que hacían
el encargo, aunque muchas veces el artesano disponía de la suficiente libertad
para crear, de acuerdo con sus gustos personales.
Aunque
el trabajo más llamativo pudiera parecer que es el de los canalones, también
hay que destacar el trazado de la propia canalera que se adaptaba
cuidadosamente a las características de la fachada que, en sus ángulos,
entrañaba una indudable dificultad airosamente resuelta, como en este caso de
la calle Costa que está a punto de desaparecer.
Algo
parecido podría decirse de este otro chaflán de un edificio situado en la
confluencia de las calles Nueva y Goya, dándose en este caso, la circunstancia
de que, bajo la canalera, se dispuso una moldura de madera muy bien elaborada.
Podríamos
citar otros muchos ejemplos de los que, por otra parte, ya dejamos constancia
en los artículos anteriores. Hoy hemos querido recordar a estas personas
ejemplares entre las que se encontraba, también, Lorenzo Lorente que tenía su
taller en la calle Mayor.
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