Como
ya conocen muchos de nuestros lectores, el edificio que aparece a la derecha de
la fotografía corresponde al antiguo convento de agustinos recoletos que, tras
la Desamortización, fue sede de los juzgados y de la cárcel del Partido, así
como de Correos y Telégrafos. Terminó siendo derribado, a mediados del siglo
XX, y en su lugar se levanta la sede de Ibercaja.
El
convento fue fundado en los primeros años del siglo XVII y su iglesia, que se
alzaba en el espacio ahora ocupado por la calle Nueva, fue escenario de
auténticos tumultos ocasionados tras el fallecimiento de uno de los religiosos,
el hermano lego fray Bartolomé de Cristo.
De
estos hechos ya nos ocupamos en nuestro Diccionario
Biográfico, pero con motivo de un estudio que está realizando D. Alberto
Aguilera Hernández, sobre los conventos borjanos, nos ha traído la Historia General de los Religiosos descalzos
del Orden de los Hermitaños… del P. Fr. Andrés de San Nicolás y publicada
en Madrid en 1664, en la que se hace alusión al convento de Borja.
Nuestro
convento fue la segunda fundación efectuada por la orden en Aragón y, en la
breve reseña a la que estamos haciendo referencia, se destaca a dos religiosos
que “florecieron” en el mismo, durante los sesenta años transcurridos desde que
se fundó el convento y la publicación de la obra. Uno de ellos fue el portugués
P. Fray Andrés de Santiago que ejerció como confesor y al que se le denomina
“Apóstol” de nuestra comarca.
El
otro fue el citado hermano Fray Bartolomé de Cristo, protagonista de los
sucesos que han motivado este artículo. Fray Bartolomé era natural del Toboso y
profesó como lego. Le fue encargado el “penoso trabajo” de limosnero,
recorriendo las calles de todas las localidades del entorno de Borja, llegando
a ser muy respetado por sus virtudes y extraordinariamente querido por todos,
ya que era considerado un auténtico santo.
Cuando
falleció, tras una enfermedad soportada con gran paciencia, los ciudadanos de
Borja, una multitud de personas se encaminó hacia el convento con el deseo de
rendirle el último homenaje. Ante la avalancha que se les venía encima, los
religiosos optaron por cerrar las puertas del convento, pero los borjanos no se
arredraron y las derribaron violentamente. Una vez dentro se dirigieron al
lugar donde velaban el cadáver y provistos de navajas y tijeras le cortaron
todo el pelo y la barba, para tener reliquias suyas. Asimismo le arrancaron las
ropas que llevaba que, hechas girones, se repartieron entre la multitud. Ante
el temor de que despedazaran el cadáver, fue necesario poner guardas para
protegerlo y vestirlo de nuevo.
Aparentemente
la situación se controló pero, en el momento en que fue llevado a la iglesia
para oficiar el funeral, comenzó a llover copiosamente y, comoquiera que se
estaba atravesando por una sequía de varios meses que estaba acabando con los
sembrados, la gente interpretó que la oportuna lluvia era un evidente milagro
de Fray Bartolomé, trataron de apoderarse de sus restos. Fue necesaria la
intervención del Justicia y los Jurados para aquietar los ánimos, consiguiendo
con gran esfuerzo el que, finalmente, se pudiera darle sepultura.
En
la pequeña historia de nuestra ciudad no existen constancia de un sepelio más
accidentado que hemos querido recordar hoy, cuando el recuerdo de un hombre tan
santo, en el sentir popular, se diluyó en el tiempo y sus restos se perdieron,
probablemente, cuando se derribó la iglesia donde había sido enterrados.
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