En
este edificio, restaurado hace unos años, que es uno de los más representativos
de Fuendejalón, se encuentra ubicada la Biblioteca Municipal, la que
acertadamente se dio el nombre de “Ruperto Aznar”.
Ruperto
Aznar Sanz había nacido en Fuendejalón el 27 de marzo de 1878 y su formación se
limitó inicialmente a la adquirida en la escuela de su localidad natal, aunque
pronto se sintió atraído por la lectura, una de sus grandes pasiones junto con
la Música. Siendo muy joven, sus padres le permitieron que se trasladara a
Borja a aprender Solfeo y, con una voluntad indomable, se desplazaba todos los
días andando desde Fuendejalón a nuestra ciudad para recibir las clases
correspondientes, con notable aprovechamiento, pues llegó a ser organista de la
iglesia parroquial y aprendió a tocar varios instrumentos, lo que le permitió
dirigir una banda e, incluso, componer obras, entre ellas alguna zarzuela.
A
pesar de que su dedicación fundamental fue siempre el trabajo en el campo, sus
dotes como versificador le otorgaron una bien merecida fama, llegando a ver
publicada nada menos que nueve libros con sus coplas y poemas. El primero,
editado en 1926, se titulaba Al pie del
Moncayo (que llegó a ser reeditado) y al que siguieron Pensamientos patrióticos; Escuela,
maestro y niños; Horror al juego; Serenata; Coplas de amores; El arte de
enamorar; Tierna despedida de dos enamorados y Flores que brotan del campo, con el que obtuvo el Primer Premio en
un Certamen Literario celebrado en Caspe en 1929. Todos ellos fueron impresos
en los talleres editoriales de Heraldo de Aragón del que era corresponsal y en
la biblioteca del Centro de Estudios Borjanos conservamos el primero de ellos,
sin que hasta el momento hayamos podido conseguir los siguientes. Todos ellos
fueron prologados por destacados escritores del momento. Así lo hizo con Al pie del Moncayo, el periodista Juan
José Lorente, trazando una sentida semblanza del autor, mientras que las
presentaciones de los siguientes corrieron a cargo de Alberto Casañal, el
también periodista y escritor Manuel Casanova o Gregorio García-Arista Rivera,
el decano de los escritores aragoneses de ese momento, con todos los cuales
mantuvo cordiales relaciones.
Falleció
en su localidad natal, donde siempre residió, el 28 de julio de 1957, dejando
una profunda huella de la que constituye una prueba la decisión de dar su
nombre a la biblioteca.
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