Desde
que el 24 de octubre de 1988, las Edades del Hombre iniciaran su andadura en
Valladolid, más de 10.000.000 de personas han visitado las 20 exposiciones
organizadas por lo que, en el transcurso del tiempo, se ha consolidado como una
activa Fundación que promociona y restaura el Patrimonio Cultural de las
diócesis de Castilla León.
El
proyecto inicial concebido por el recordado sacerdote D. José Eugenio Velicia
Berzosa, circunscrito a cuatro exposiciones, tuvo que prolongarse con la
celebrada en El Burgo de Osma, con ocasión del centenario de esa diócesis. Fue
la última de las organizadas por Velicia que ya no pudo asistir a su
inauguración, falleciendo pocos días después.
Dejaba
un importante legado. 1.300.000 visitantes en la exposición de Salamanca y más
de un millón en la primera, constituían un testimonio evidente del interés
despertado por unos planteamientos sensiblemente diferentes a la hora de
abordar el Patrimonio Eclesiástico y sus posibilidades pastorales.
No
es de extrañar, por lo tanto, que el proyecto continuara su andadura. Primero
por las catedrales y, posteriormente, por diferentes municipios que pudieron
constatar el impacto que para la promoción turística y el desarrollo económico
tenían estas muestras.
Habitualmente,
el número de visitantes ha vendido girando en torno a los 500.000, con datos
mucho más favorables en Segovia (858.977) y la primera exposición celebrada en
Ávila, en 2004, (859.859).
La
dispersión en dos localidades (Medina del Campo y Medina de Rioseco) representó
una fuerte caída, ya que fueron poco más de 225.000 personas las que acudieron
a visitarla. La crisis se acentuó al año siguiente en Oña (174.418), aunque
volvió a recobrarse en Arévalo y, desde luego, en Aranda de Duero, donde el año
pasado fueron más de 300.000 los visitantes, creando un extraordinario ambiente
en una localidad que supo crear numerosos atractivos paralelos, en colaboración
con empresas y establecimientos comerciales.
Este
año, las Edades han vuelto a Ávila. La ocasión lo imponía por conmemorarse el V
Centenario del nacimiento de Santa Teresa. A la vista de lo que hemos podido
constatar, estamos seguros de que las previsiones habrán sido ampliamente
superadas.
Habían
transcurrido varios meses desde que S. M. la Reina Doña Sofía inauguró la
exposición el 23 de marzo de este año, cuando nosotros nos desplazamos hasta
allí para recorrer las distintas sedes.
En
Ávila el bullicio era impresionante, tanto a la puerta de los diferentes
templos como por las calles de la ciudad. Sin duda, su posición geográfica y el
tiempo excelente que se disfrutaba en esos momentos pudieron contribuir a ello.
La
exposición de este año discurre a lo largo de tres sedes, situadas en la ciudad
de Ávila: El convento de Nuestra Señora Gracia; la capilla de Mosén Rubí; y la
iglesia de San Juan.
En
esta ocasión, por lo tanto, la catedral quedaba al margen, aunque muchas
personas la visitaban porque, por otra parte, se puede disfrutar en ella de un
buen museo instalado en la sacristía, sala capitular y claustro.
Una
última sede estaba ubicada en la basílica de Santa Teresa de Alba de Tormes.
Nosotros fuimos hasta allí. Es probable que muchos no lo hagan, pues la ciudad
donde falleció la Santa está situada a unos 100 kilómetros de Ávila y para los
que hayan programado el viaje en un solo día, pueden tener dificultades para
poder ver todo.
Nosotros
conseguimos llegar a tiempo a Alba de Tormes, y visitar la citada basílica. Se
trata de una gran obra inacabada que comenzó a levantarse en 1898, por impulso
del obispo D. Tomás Cámara, para acoger el sepulcro de Santa Teresa. El
proyecto era del arquitecto D. Enrique María Repullés quien, de acuerdo con los
gustos de la época, había diseñado un gran templo de estilo neogótico.
Las obras se interrumpieron
en 1933, cuando sólo se había alcanzado la altura de las naves laterales. Desde
entonces, permaneció abandonada la obra hasta que, en 2007, el obispo D. Carlos
López Hernández decidió reiniciarlas, con un proyecto del arquitecto D. Ricardo
Pérez Rodríguez-Navas sensiblemente diferente al anterior. A lo largo de tres
años y hasta que se volvieron a interrumpir los trabajos, por falta de fondos,
se procedió a cubrir el ábside con madera laminada y planchas de cobre. Allí es
donde se ha instalado la exposición, quedando el resto descubierto.
Lo que no pudimos
visitar fue el Museo Carmelitano del convento de la Anunciación, donde realmente
se encuentra el sepulcro de la Santa, ya que inexplicablemente cerraban a las
siete de la tarde, mientras las Edades lo hacían a las ocho.
Afortunadamente,
las personas que llegadas desde muy lejos se veían sorprendidas por esta
inesperada dificultad, pudieron compensarla con la interesante visita a la
iglesia de San Juan, en la que ha sido instalada una exposición de escultura
del gran artista Venancio Blanco, cuya obra dialoga perfectamente con el
conjunto monumental del templo.
Creemos
que la edición de este año representará un nuevo éxito para la Fundación,
aunque el número de visitantes de Alba de Tormes sea probablemente inferior al
registrado en los espacios de Ávila.
Puestos
a señalar algunas deficiencias, tenemos que hacer referencia a la mala
señalización que pudimos observar en la capital. Hay carteles de la exposición
en diversos lugares, pero no los suficientes a juzgar por las muchas personas
que recurrían a un amabilísimo vendedor de la ONCE para que les orientase. Lo
mismo ocurre con otros monumentos de la ciudad. Quizás quienes residen
habitualmente en tan hermosa ciudad no se percatan de que los recién llegados,
con prisas, requieren una información visual eficaz. Todo ello, sin
menospreciar la labor del Centro de Recepción de Visitantes que cumple a la
perfección su cometido y facilita el acceso a la ciudad por su interior.
Cuestión
aparte es el de la señalización de las carreteras. Venimos comprobando en
diversas ciudades españolas, hace poco en Andalucía y ahora en Ávila, la escasa
señalización que existe en el interior de los cascos urbanos para indicar las
diferentes salidas. Una cosa aparentemente tan sencilla como salir de Ávila en
dirección a Salamanca, desde el estacionamiento de las murallas, nos resultó
extremadamente complicada, a pesar de que tan sólo se requería cruzar un
puente.
Pero,
dejando estos aspectos al margen, lo importante es el hecho de que la fórmula
de las “Edades del Hombre” sigue teniendo validez como elemento dinamizador en
todas aquellas localidades donde se proyecta. Por ello, resulta muy triste que
experiencias similares, iniciadas en otras comunidades como la nuestra, se
hayan visto bruscamente interrumpidas, quizás por ser conscientes los
responsables políticos de los beneficios que reporta una inversión que, en modo
alguno, puede ser considerada estéril.
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