Santa
Secundina (siglo III). Fue una joven romana, residente en
Agnani (Italia) que, durante la persecución de Decio, fue detenida junto al
obispo San Magno, que la había bautizado, y llevada a Roma fue martirizada. Su
cuerpo se venera en la catedral de su ciudad natal.
San
Romedio (siglo IV). Nacido en Thaur, a poca distancia de
Innsbruck, en el seno de una familia cristiana. Según la tradición era un
acaudalado propietario que ya, con cierta edad, viajó a Roma en peregrinación,
visitando las tumbas de San Pedro y San Pablo, así como las de otros mártires. Al regresar, entregó todos sus bienes al
obispo de Trento se y retiró a un lugar apartado, viviendo como eremita el
resto de su vida. Murió hacia el año 405 y sobre su tumba se levantó una
capilla a la que acudían numerosas personas y que terminó convertida en un gran
santuario que lleva su nombre. Finalmente, su culto fue aprobado por el Papa
San Pío X en 1907. En la iconografía, se
le representa con un oso que había espantado a su caballo y al que el Santo
hizo ensillar para reemplazarlo.
San Juan Calibita (siglo V). Nacido en
Roma en el seno de una rica familia, viajó siendo muy joven a Constantinopla
para vivir como ermitaño en un lugar alejado. Más tarde regresó a su casa y,
según la leyenda, vivió en una humilde dependencia de la misma, sin ser reconocido
por nadie. Sólo se identificó cuando sintió que se acercaba su muerte, causando
la lógica sorpresa y admiración, aunque otros afirman que pudo ser reconocido
por tener en su poder un rico códice con textos del Evangelio que le habían
regalado sus padres. Falleció a mediados del siglo V y muy pronto se le tributó
culto. En Roma se le dedicó una iglesia y sobre el lugar en el que vivió en
Constantinopla también se edificó un templo.
Santa
Ita
(siglo VI). Nacida en Drum (Irlanda) estaba emparentada con la familia real.
Cuando su padre le propuso contraer matrimonio, se opuso rotundamente pues
deseaba ofrecer su virginidad al Señor. Ante su tenacidad, el padre aceptó que
se hiciera religiosa y marchó al condado de Limerick, donde fundó el convento
que se llamó de Hy Conaill, donde acudieron otras muchas jóvenes atraídas por
su ejemplo. Allí también se ocupó de la educación de jóvenes, algunos de los
cuales llegarían a ser santos. Se le atribuyen numerosos milagros y es una de
las Santas más veneradas en Irlanda. Murió hacia el año 570.
San
Probo de Rieti (siglo VI). Apenas se conocen detalles
de la vida de este Santo que fue obispo de Rieti (Italia), aunque su
historicidad está fuera de toda duda, ya que a él alude el Papa San Gregorio
Magno, aludiendo a su singular muerte, pues poco antes de la misma le visitaron
los mártires Juvenal y Eleuterio, para acompañarle en su tránsito. Falleció el
15 de enero de 570, siendo venerado inmediatamente como Santo. Su cuerpo se
conserva en la catedral de Rieti.
San
Mauro (siglo VI). Es importante señalar que,
tradicionalmente, se conmemoraba en este día a la figura de San Mauro de
Subiaco, el sucesor de San Benito y uno de los grandes santos benedictinos, al
que se confundía con San Mauro de Glanfeuil, por la abadía que rigió y cuya
fundación se atribuía al discípulo de San Benito. Tras la reforma del
Martirologio y, atendiendo a lo extendido de su culto, el Santo correspondiente
a este día es San Mauro de Glanfeuil, del que apenas se conocen datos, salvo su
condición de abad de ese monasterio francés.
Santa
Tarsicia (siglo VI). Perteneciente a la familia real de
Francia y hermana de San Ferreol, abandonó su casa para vivir en soledad,
estableciéndose en un bosque cercano a la pequeña localidad de Rodelle. Allí en
una gruta que aún se conserva residió toda su vida, dedicada a la oración, sin
más alimento que el que circunstancialmente le llegaba, así como la leche de
una cabra que le visitaba. La encontraron después de muerta, siendo
transportado su cuerpo a la catedral de Rodez, donde se venera. Junto a la
gruta se le dedicó una pequeña capilla, en la que está representada en oración
con la cabra que la alimentaba a sus pies.
San
Ableberto de Cambrai (siglo VII). Nacido en Hamme (Bélgica),
fue uno de los primeros obispos de Cambrai, sin que se conozcan más datos salvo
que su nombre aparece en antiguos martirologios.
San
Malardo de Chartres (siglo VII). Fue obispo de Chartres y
su existencia está atestiguada por su presencia en el concilio celebrado en Chalôns-sur-Saone, en
644, así como por las referencias de otros prelados de la época.
San
Bonnet de Clermont (siglo VII). Nacido hacia el año 623,
pertenecía una familia de senadores romanos. Sirvió en la corte de san Sigeberto
III, siendo nombrado, en 680, por Teodorico III, gobernador de Provenza, con
residencia en Marsella. Era hermano de San Avito, obispo de Clermont y cuando
murió éste, fue elegido para sucederle en el año 691 pero diez años después
renunció a su sede, retirándose a la abadía benedictina de Manlieu. Falleció en
Lyon, hacia 710, cuando regresaba de una peregrinación a Roma. Sus reliquias se
veneran en la catedral de Clermont y en Francia es el patrón de los alfareros.
San
Arsenio de Arno (siglo IX). Natural de la región de
Calabria (Italia), con apenas 15 años de edad decidió emprender la vida de eremita
y en compañía de otro joven llamado Elías, que se le unió, se establecieron en
la iglesia de Santa Lucía de Pendino que tuvieron que abandonar, trasladándose
a la de San Eustracio de Arno. Era una época en la que esa región se encontraba
bajo el control bizantino, pero el Santo predijo las incursiones que se
avecinaban y marchó a Sicilia y Grecia. Allí residieron durante ocho años,
admirando a las gentes con el ejemplo de su vida. Regresaron a Calabria, más
tarde, donde falleció.
Beato
Pierre de Castelnau (siglo XIII). Era un monje cisterciense
de la abadía de Fontfroide al que el Papa Inocencio III nombró, en 1203, como
legado pontificio en Languedoc, junto con Raul Ranier, para intentar detener la
herejía cátara que iba extendiéndose con el apoyo de los señores. Los amplios
poderes con los que había sido dotado suscitaron el rechazo de los obispos de
Toulouse, Béziers y Vivers que consideraban menoscabadas sus competencias. Depuestos
por el Papa, la situación se tornó tensa, especialmente cuando se enfrentó a Ramón
VI de Tolosa, al cual llegó a excomulgar en el año 1207. El 15 de enero de
1208, unos sicarios probablemente enviados por el propio Ramón VI le asesinaron
en las cercanías de Saint-Gilles-les-Boucheries. La muerte de quien, en
definitiva era un legado pontificio fue uno de los detonante para el inicio de
la cruzada albigense. Fue declarado mártir por el Papa Inocencio IV.
Beato
Jacobo el limosnero (siglo XIII). Nacido en Città della Pieve, en fecha indeterminada del
siglo XII, cursó los estudios de Derecho, pero aspirando a seguir una vida de
generosa entrega a los demás, decidió abandonar la práctica de la abogacía y
dio todos sus bienes al hospital de la ciudad. Después se ordenó sacerdote y se
unió a la Tercera Orden de San Francisco, consagrándose al cuidado de los
enfermos en ese centro asistencial que contribuyó a reorganizar. Sin embargo,
el hospital dependía del obispo de Chiusi, con el que Jacobo inició un largo
contencioso por un censo que exigía el prelado. Como abogado que era, recurrió
a todas las instancias, logrando ganar el pleito ante la Santa Sede. La
respuesta del obispo fue cursarle una invitación y cuando el sacerdote acudía a
la llamada, fue asesinado por mandato del enojado prelado en un bosque cercano.
Su culto fue aprobado por el Papa Pío VII en 1806.
Beato
Angelo de Gualdo Tadino (siglo XIV). Nacido en Gualdo
(Italia) en 1265 su juventud fue un tanto agitada, hasta el punto de que su
madre falleció a consecuencia de un disgusto por su comportamiento, cosa de la
que siempre se sintió culpable. Tras una peregrinación efectuada a Santiago de
Compostela, decidió profesar como hermano lego en la orden de los
camaldulenses, aunque queriendo llevar una vida más estricta, sus superiores le
permitieron encerrarse en una celda, donde vivió recluido durante 40 años, sin
mantener contacto con nadie. La leyenda señala que, en 1325, las campanas de la
iglesia comenzaron a sonar sin intervención humana y, dirigiéndose sus
compañeros a la celda, encontraron muerto a fray Angelo. Fue venerado como
santo, realizando numerosos milagros entre los que acudían a su tumba. León XII
aprobó su culto en 1825 y es el patrón de Gualdo Tadino (Italia).
San
Francisco Fernández de Capillas (siglo XVII). Nacido
el 15 de agosto de 1607 en Baquerín de Campos (Palencia), profesó como dominico
en el convento de San Pablo de Valladolid. En 1631, siendo todavía diácono
marchó a México en una expedición integrada por otros 30 religiosos de la
orden, con el propósito de llegar a Filipinas, lo que consiguió tras numerosas
penalidades. En Manila fue ordenado sacerdote, con 25 años de edad, y desempeñó
su ministerio pastoral durante nueve años. Sin embargo, su deseo era
evangelizar el continente chino, llegando hasta allí, con escala en Formosa, en
1642. Eran tiempos difíciles en las que los cristianos sufrían persecución, por
lo que su labor se desarrollaba de forma clandestina. Detenido cuando regresaba
de atender a unos enfermos fue condenado a muerte y, tras dos meses padeciendo
tormentos en la prisión, fue decapitado en enero de 1648. Beatificado por San
Pío X en 1909, San Juan Pablo II lo canonizó en 2000, junto con otros 120
mártires de China.
San
Arnoldo Janssen (siglo XIX). Nacido en Goch (Alemania)
el 5 de noviembre de 1837, fue ordenado sacerdote en 1861. Deseando impulsar la
labor misionera de la Iglesia fundó la Congregación del Verbo Divino, formando
a sus miembros en un seminario que levantó en Steyl (Países Bajos). De allí
salieron para China los primeros misioneros de la congregación: Joseph
Freinademetz y John Anzer. También fue el fundador de dos congregaciones
femeninas: las Siervas del Espíritu Santo, creadas en 1889, y las Siervas del
Espíritu Santo de Adoración Perpetua, en 1896. Las primeras con fines
evangelizadores en misiones y las segundas dedicadas a la adoración permanente
del Santísimo Sacramento. Falleció el 15 de enero de 1909 y fue beatificado por
el Papa Pablo VI en 1975, junto con el
padre José Freinademetz.
Beatos
Valentín Palencia Marquina y cuatro compañeros
(siglo XX). Nacido en Burgos el 26 de
julio de 1871, era hijo de un modesto zapatero. Cursó los estudios
eclesiásticos en el seminario de San Jerónimo. Ordenado sacerdote en 1895, fue nombrado
párroco de Susinos del Páramo. Tres años después se hizo cargo, como Director,
de la obra “Patronato de San José” para la educación de niños pobres,
agregándola a las Escuelas del Ave María que había fundado el P. Manjón. Su
ingente labor educativa y social le hizo acreedor a la Cruz de Beneficencia,
con distinto blanco, que le otorgó el Gobierno en 1925. En el verano de 1936,
decidió llevar de vacaciones a la plaza de Suances a un grupo de niños y para
hacer más agradable la estancia, viajaron con ellos unos jóvenes músicos que
colaboraban con el Patronato. Allí les sorprendió el inicio de la guerra civil
y tuvo que esconderse, aunque continuó celebrando la Santa Misa y administrando
los Sacramentos a quienes se lo pedían. Fue denunciado a las autoridades de
Torrelavega por uno de los niños, siendo detenido con seis de los jóvenes,
cuatro de los cuales decidieron permanecer junto a él, siendo fusilados en el
monte Tramalón de Ruiloba el 15 de enero de 1937. Los jóvenes se llamaban Donato Rodríguez García, Germán García García,
Zacarías Cuesta Campo y Emilio Huidobro Corrales. Todos ellos fueron
beatificados el 23 de abril de 2016, tras la promulgación del correspondiente
decreto por el Papa Francisco.
Beato
Nicolás Gross (siglo XX). Nacido en Niederweningern
(Alemania) el 3 de septiembre de 1898, trabajó como minero, profesión que
también había desempeñado su padre. Con 22 años fue elegido Secretario de la
sección de juventud de la Asociación Sindical de Mineros Cristianos. Casado con
Elisabeth Koch y padre de siete hijos, su vida fue un ejemplo de entrega
familiar y compromiso con la Doctrina Social de la Iglesia. Llegó a ser
redactor jefe del periódico que editaba el sindicato, desde el que se opuso a
la ideología nazi, por lo que la publicación fue clausurada en 1938. Detenido
por la Gestapo en varias ocasiones, tras un atentado contra el Führer, en el
que nada había tenido que ver, fue nuevamente arrestado el 12 de agosto de 1944
y sometido a torturas y duros interrogatorios. El 15 de enero de 1945 fue
condenado a muerte y ahorcado el día 23 de ese mes. Para evitar que sus restos
fueran venerados, quemaron el cadáver y tiraron las cenizas. San Juan Pablo II
lo beatificó el 7 de octubre de 2001.
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