Ayer,
Solemnidad de Santiago, Patrón de España, los vecinos del Cinto volvieron a
colocar la imagen del Santo Apóstol en el lugar donde se encontraba la casa con
la correspondiente hornacina en la que se veneraba en este día.
Trajeron
incluso un lienzo de R. Puyuelo en el que podía verse dicha casa que se mantuvo
en pie hasta hace no demasiados años e, incluso, lo colocaron junto a la
imagen, para que los asistentes recordaran aquellos momentos en los que, como
en otros barrios de Borja, se celebraba esta fiesta de carácter familiar y
entrañable.
Han
sabido mantener esta tradición y ayer, a las doce de la mañana, fueron muchas
las personas que se congregaron, tanto residentes en la zona como procedentes
de otros lugares de la ciudad. Previamente, se había celebrado la Eucaristía en
la iglesia de San Bartolomé y algunos efectuaron ofrendas florales ante la
pequeña imagen del Santo.
El
párroco de Borja D. Carmelo Roy Blasco pronunció unas palabras y, seguidamente,
rezó un Padrenuestro, pidiendo la intercesión de Santiago por España y por
nuestra ciudad, especialmente para que siga viva la Fe que sembró en nuestra
tierra. Seguidamente, se rezó una Avemaría, dedicada la Virgen del Pilar, recordando
el auxilio que le dispensó en los comienzos de su evangelización. Previamente,
mientras las campanas de Santa María sonaban con el toque tradicional de esa
hora, algunos de los presentes habían rezado el Ángelus, una devoción que, como
hemos recordado en otras ocasiones, fue introducida en la Iglesia por Calixto
III, el primer Papa Borja.
A
continuación, se repartió un chocolate con pastas variadas que había preparado
Dª. Asun Viamonte, ayudada por Dª. Charo Portero, a las que agradecemos su colaboración
para que la celebración tuviera ese excelente ambiente que debe caracterizar
este tipo de manifestaciones de profundo arraigo popular.
Lo
cierto es que pudimos disfrutar de un rato sumamente agradable al pie del
castillo, en lo que antaño fue el recinto de la fortaleza o alcazaba de Borja,
cuyos muros acogieron a la judería hasta 1492 y, posteriormente, a una parte de
la población musulmana que, como los antiguos pobladores, tenían la obligación
de atender al mantenimiento de las estructuras defensivas.
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