El 11 de agosto de 1821
nació en Zaragoza D. Jerónimo Borao y
Clemente, uno de los más ilustres aragoneses del siglo XIX, cuya
personalidad resumía el marqués de la Cadena, afirmando que “fue Borao
matemático, licenciado en Derecho, catedrático de Filosofía y Letras con la
asignatura de Literatura, historiador, filólogo, poeta, dramaturgo, biógrafo,
Director General de Enseñanza, Diputado a Cortes, Senador del Reino y Rector de
la Universidad cesaraugustana en tres ocasiones”. Respecto a esta última condición
hacía un juego de palabras afirmando que fue “Rector Magnífico y “magnífico
rector”.
Por cierto, el historiador D. José Eugenio Borano
Mateo, vinculado con nuestra ciudad, publicó una importante biografía de la que
nos hicimos eco en este blog, en la que se destacaban las distintas facetas de
su rica trayectoria vital y su producción bibliográfica.
Borao
suele ser recordado por su Diccionario de
Voces Aragonesas, todo un clásico para el estudio de nuestra lengua. Menos
conocidas son otras obras como este tratado sobre el ajedrez, publicado en
Zaragoza, del que se hicieron varias ediciones.
Pero
el motivo fundamental por el que lo recordamos hoy es porque en el Santuario de
Misericordia de Borja tuvo su lugar de reposo, al que acudía todos los años,
para disfrutar de las excelencias de su clima y del grato ambiente que entonces
existía en ese lugar, punto de encuentro de destacadas personalidades de la
época. Al Santuario le dedicó un Saludo poético, que fue editado por el M. I.
Ayuntamiento de Borja en 1875, en el que cantaba la “sublime naturaleza, en
todo portentosa”, de ese lugar en el que “alejado de la ciudad que me agobia,
entro en el seno tranquilo de la soledad silenciosa”. Para Borao, el Santuario
es “joya que tiene en sus lindes Borja, cuyo alto linaje la hace noble entre
las nobles aragonesas ciudades”. El 23 de noviembre de 1878 falleció en
Zaragoza este ilustre personaje que tanto amó al Santuario del que afirmaba que
“siendo tuyo del todo, nunca me encuentro más mío”.
El 11
de agosto de 1925 nació en Zaragoza D.
Francisco Javier Sánchez del Río y Sierra, segundo de los hijos del ilustre
borjano D. Carlos Sánchez del Río Peguero. Licenciado en Derecho por la
Universidad Central, al término de sus estudios ingresó por oposición el Cuerpo
Jurídico del Aire, siendo nombrado Teniente Auditor en diciembre de 1951.
Destinado a la Zona
Aérea de Baleares, permaneció allí como oficial de su Auditoría y Fiscal, hasta
1964. Pasó después a la Zona Aérea de Canarias, donde estuvo destinado cinco
años como Secretario de Justicia y Auditor. En 1969 fue destinado a la Asesoría
Jurídica del Ministerio del Aire y, cuando en 1977 fue creado el Ministerio de
Defensa, se integró en su Asesoría Jurídica hasta que, al ascender a Coronel en
1982, fue nombrado Jefe de la Sección Laboral Central y dos años después
Subdirector General de Recursos y Reclamaciones. El 1 de agosto de 1986
ascendió a General Auditor y al año siguiente a General Consejero Togado del
Ejército del Aire, siendo nombrado Fiscal Togado del Consejo Supremo de Justicia
Militar. En mayo de 1988 pasó a la situación de reserva, siendo designado
Magistrado de la Sala Quinta del Tribunal Supremo.
Experto
en Derecho Humanitario, participó en las reuniones convocadas en Ginebra por el
Comité Internacional de la Cruz Roja para preparar las Conferencias para el
desarrollo del Derecho Humanitario en 1974 y 1977. Su vinculación con la Cruz
Roja continuó a lo largo de toda su vida y cuando, en 1984, se creó el Centro
de Derecho Internacional Humanitario de la Cruz Roja Española, se encargó de la
Unidad de Enseñanza y Difusión, donde realizó una gran labor, siendo nombrado
Director del Centro en 1992. Participó en numerosas reuniones científicas internacionales
y, en 1990, fue elegido Presidente del Grupo Español de la Sociedad
Internacional de Derecho Militar y de Derecho de Guerra. Fue miembro del
Instituto Iberoamericano de Derecho Aeronáutico y del Espacio, así como del
Consejo Directivo del Instituto “Ciencia y Sociedad”. Estaba en posesión de las
Grandes Cruces de la Orden de San Hermenegildo y del Mérito Militar, así como
de las Cruces al Mérito Militar y al Mérito Aeronáutico, de la Cruz Distinguida
de San Raimundo de Peñafort y de la Medalla de Oro de la Cruz Roja Española.
Falleció en Madrid el 24 de enero de 1995.
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