La
familia Pérez Petinto disponía en Mallén de este hermoso edificio que contaba
con un importante archivo, dado que uno de sus antepasados, D. Vicente Pérez
Petinto, fue notario. El palacio fue enajenado no hace mucho tiempo y con él su
archivo, uno de los mejores de la comarca, de titularidad privada.
A
partir de ese momento, sus fondos se desperdigaron y puestos a la venta por
diferentes establecimientos. Ante la imposibilidad de volverlo a reunir, hemos
adquirido algunos documentos y de ello informamos en este blog, entre los que
se encontraba un protocolo notarial.
Ahora,
acabamos de conseguir un documento de 24 páginas, correspondientes a unas
diligencias judiciales, instruidas en Agón, en 1804, actuando como Juez su
Alcalde D. Joaquín Navarro y como Secretario el citado Vicente Pérez Petinto.
Nuestro interés por el
asunto radicaba, tanto en el hecho de que se practicaran en esa localidad, como
en el de que fueran consecuencia de una causa formada por el Corregidor de
Borja, contra varias personas residentes en nuestra ciudad.
Concretamente,
se trataba de Pascual Pérez, soltero y natural de Añón, acusado de haber
desertado de los trabajos del Real Canal; así como Felipa Aragón, nacida en
Agón, y Javiera Castilla, natural de Valtierra, denunciadas por “trato
escandaloso”. La sala del crimen de la Real Audiencia condenó a todos los
encausados “por escándalo y robo de algunos efectos” a pagar las costas la
causa “por iguales partes y mancomunadamente”. Fueron tasadas en 1.325 reales
de vellón.
El
problema surgió cuando Felipa Aragón se negó a pagar, alegando falta de
recursos, pero comoquiera que se había constituido en fiador de ella José
Ballester las actuaciones recayeron sobre él, conminándole al pago. Se trataba
de un comerciante de Borja que “compadecido de la larga prisión que padeció la
dicha Aragón”, se constituyó en fianza de la misma. Ahora, al tener que hacer
frente a esa suma de dinero, alegó que a nombre de Felipa había en Agón una
casa y dos campos que pertenecieron a su marido Francisco Supervía, solicitando
que se procediera a la venta judicial de esos bienes con los que hacer frente
al pago de las costas con la cantidad resultante.
A esta
subasta hace referencia el expediente. Pregonada por el corredor público para
su celebración el 20 de octubre de 1804, a las dos de la tarde de ese día se
reunieron en las Casas Consistoriales, acordando que la subasta se efectuara
mediante el procedimiento del ramo, para lo que se puso el citado ramo sobre
una mesa, a la espera de que alguien se acercara a tomarlo y pujar, cosa que no
ocurrió, por lo que transcurrida más de una hora, desde el inicio, a la voz de “a
la una, a las dos y a las tres” se dio por finalizada la subasta sin poder
adjudicar los bienes.
El
documento viene a poner de manifiesto que entonces, como ahora, salir como
avalista de una persona entraña un riesgo indudable dado que el “bondadoso”
comerciante (ignoramos si aparte de la pena que suscitaba en él la prisión de
la Felipa, había otras razones más poderosas para su proceder) tuvo que asumir
el pago de la cantidad adeudada.
Por otra parte, nos
relata el curioso sistema de subastar “a ramo”, un procedimiento que, aunque
pueda parecer extraño, sigue manteniéndose en nuestros días. Concretamente, así
se hace cada año en la subasta de los palos de la Virgen del Niño Perdido, en
Tabuenca, aunque en lugar de ramo lo que se coloca sobre la mesa es una
campanilla.
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