En los
últimos años la práctica totalidad de las explotaciones mineras de Europa han
sido clausuradas, lo que ha entrañado un grave problema social y planteado la
necesidad de dar un destino a esas instalaciones industriales. Muchas de ellas
han sido declaradas por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Ese el
caso de las situadas en la cuenca de Nord-Pas de Calais que tuvimos la
oportunidad de visitar durante nuestra estancia en Arras, donde también se
presentó una comunicación sobre las acciones emprendidas en esa zona.
Hace
unos años ya tuvimos la oportunidad de visitar el complejo industrial de la
mina de Zollverein, en la cuenca del Rhur, también declarado Patrimonio Mundial
y que llegó a dar empleo a cerca de 8.000 personas. Allí se ha hecho un gran
esfuerzo para su mantenimiento, siendo posible visitar uno de los pozos y la
zona de procesamiento del carbón, donde a través de maquetas y paneles
explicativos puede conocerse el desarrollo del proceso de extracción y
elaboración del mineral.
En
esta ocasión visitamos el pozo 11-19 de la Compañía de Minas de Lens en el que
trabajaban 1.000 mineros, distribuidos en tres turnos. El recorrido fue por el
exterior del complejo que, desde luego, es de dimensiones mucho más reducidas
que el de Zollverein.
Junto
al mismo se encuentran las colinas formadas por los materiales residuales,
también protegidas y que constituyen un elemento característico del paisaje de
la zona, pues aparecen junto a cada una de las diversas explotaciones mineras.
La
ciudad de Lens vivía prácticamente de la mina y a sus empleados se les
facilitaban viviendas y otros servicios. Su calidad y el tamaño de sus jardines
dependían de su categoría laboral. Hoy esos edificios han podido ser adquiridos
por los antiguos trabajadores o cumplen funciones sociales.
Una de
las iniciativas más importantes para la revitalización de la zona ha sido la
creación del museo Louvre-Lens, construido precisamente sobre otro antiguo
pozo, cuya maqueta aparece en el vestíbulo de entrada.
Allí
nos mostraron la llamada “Galería del tiempo” en la que se exhibe una selección
de obras, procedentes de los fondos del Louvre, expuestas de forma cronológica
que, de manera muy didáctica, ofrecen una visión global de las distintas etapas
artísticas.
En el
recorrido guiado nos mostraron los almacenes y pudimos comer en la zona
acondicionada para ello, aunque nos llamó la atención que el número de
visitantes en un sábado no era demasiado elevado.
Previamente,
habíamos estado en Bruay-La-Buissére para conocer la más antigua ciudad minera
de la cuenca, la llamada “ciudad de los electricistas, construida entre 1858 y
1861, que está siendo reconstruida y en la que se está edificando un centro de
interpretación que se pretende inaugurar en 2018. Mientras tanto, ya se
desarrollan allí algunas actividades como la plantación de pequeños jardines
cuidados por los niños.
En
definitiva, cerradas las instalaciones mineras y declarados los complejos
Patrimonio de la Humanidad, las cuantiosas inversiones para el mantenimiento de
los mismos pretenden contribuir también a dinamizar la zona con nuevos
alicientes turísticos y mantener viva la memoria del que fuera su principal
recurso. Lo ocurrido en Francia, Bélgica y Alemania, entre otros lugares,
constituye un referente para lo que, en los próximos años ocurrirá en las minas
aragonesas, cuya importancia en el contexto global se aleja mucho de las de
esos países que se vieron forzados a acometer una drástica reconversión.
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