No
hace muchos días dimos cuenta de la adquisición de un ejemplar de la revista Alrededor del Mundo, en la que se
insertaba un artículo sobre Borja, como cuna de los Borgia. Esta publicación,
tal como decíamos entonces, había sido fundada en 1889 por D. Manuel Alhama
Montes (1857-1910), que firmaba con el seudónimo de “Wanderer”.
No
deja de ser significativo que, en el tercer número de la misma, apareciera otro
artículo referido a nuestra zona. Concrétamente, el titulado “Veruela, Bécquer
y el tesoro oculto”. Acabamos de adquirirlo también y no nos resistimos a
reproducirlo en este blog.
En el relata la estancia de ocho días en
el monasterio de Veruela del propio “Wanderer” que había acudido allí atraido
por la figura de Bécquer que, como es sabido, también residió allí durante una
etapa de su vida. Quería investigar sobre la estancia del poeta en nuestra
zona, aunque sus resultados “fueron difíciles y de no mucho fruto”. Las gentes
que lo habían conocido eran ya mayores y “la edad había desgastado la memoria”.
Sin embargo, aporta un dato de gran
interés para nosotros como es el que Valeriano, el hermano del poeta, se dedicaba a pintar “cuando tenía dinero para
comprar colores”. Que Valeriano pintaba es un hecho bien conocido y de su
producción en Veruela hay obras publicadas y reproducidas en numerosas
ocasiones.
Pero lo que no sabíamos es que, como
afirma Wanderer “en Borja, en casa de un anciano sacerdote que era su amigo y
que fue cura de Veruela, he visto la mejor obra suya, un retrato del dueño de
la casa”. Evidentemente, lo hizo durante su estancia en el monasterio y el
director de Alrededor del Mundo tuvo ocasión de verla en nuestra ciudad. Es
posible que dicho retrato haya sido objeto de atención por parte de los
investigadores, pero no teníamos noticia de ello, ni conocemos la identidad del
sacerdote retratado.
Al final del artículo,
en la tercera página de las que reproducimos, se hace eco de un rumor
ampliamente difundido por entonces y que ha llegado hasta nuestros días: el que
Bécquer descubrió, en las cercanías de Veruela, “una bóveda secreta en la que
había bastantes objetos de valor artístico e histórico”. Según Wanderer, el
poeta estuvo soñando toda su vida con aquel tesoro, intentando hacerse con él,
pero su prematura muerte frustró su propósito.
No hace mucho un buen amigo
nuestro, que por cierto está esperando una llamada para concretar un libro
sobre el monasterio, nos volvió a hablar del tesoro, cuya ubicación había identificado.
Lo había hecho antes D. Federico Bordejé, para quien el “tesoro de Bécquer”
eran los escoriales de las antiguas minas de Añón, de origen romano, muy ricas
en hierro y otros minerales que hasta hace poco aún podían verse. El no creía
en la leyenda de riquezas artísticas, pero la lectura del artículo ha vuelto a
poner de manifiesto el origen de la misma.
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