En
estos trágicos momentos cuando el fuego se ha adueñado de uno de los símbolos
de la Cristiandad y del que, sin duda, es uno de los monumentos más
emblemáticos de la capital de Francia, no podemos sino expresar nuestra
consternación y solidarizarnos con nuestros amigos franceses con los que hemos
compartido momentos inolvidables en una catedral que habíamos llegado a
considerar como propia, dada la extraordinaria acogida que siempre nos
dispensaron sus responsable.
Hace
apenas dos años, tuvimos la oportunidad de recorrer sus tejados y celebrar allí
la reunión anual del Órgano de Gestión de Europae Thesauri.
En
febrero de este año volvimos allí. Los andamios se alzaban ya en torno a la
aguja que construyera Viollet le Duc que ha acabado consumida por el fuego. En
el momento de redactar esta apresurada crónica se ha extendido ya por los
tejados circundantes y acaba de difundirse la noticia del derrumbamiento de
parte de las cubiertas.
Las impresionantes imágenes que nos
llegan del siniestro y la impotencia de los medios desplegados para hacer
frente al fuego nos hacen temer lo peor, aunque confiamos en la Divina
Providencia para que puedan salvarse las obra de Arte y algunas de las
preciadas reliquias que se conservan en su interior.
Que Nuestra Señora reconforte a todos
los que hoy lloran ante esta inesperada catástrofe es nuestro más ferviente
deseo, al mismo tiempo que expresamos nuestra cercanía hacia ellos en momentos
especialmente difíciles.
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