Sin
lugar a dudas, la jota “Pulida magallonera” es uno de los principales símbolos
de identidad de la villa de Magallón, habiendo llegado a convertirse por su
singular belleza en una de las más conocidas de todo Aragón, incorporada al
repertorio de todos los grandes joteros y joteras, a pesar de las dificultades
que entraña su correcta interpretación.
Su
fama no sólo se circunscribe al ámbito musical, pues esa “Pulida magallonera”
ha sido magistralmente plasmada por la artista Marta Soto Paciencia en una
escultura instalada en una de las principales plazas de la localidad y, en
versión reducida en el parque que la ciudad de Toro dedicó recientemente a
Magallón.
Como
es sabido, fue D. Ramón Salvador Morales, famoso compositor y organista de la
iglesia parroquial de Magallón quien recogió lo que, según han señalado otros
estudiosos, era más que jota, una canción popular interpretada por los mozos
durante la recogida de la oliva y, con la oliva se ha venido relacionando la ya
famosa jota. Sin embargo, a nosotros siempre nos sorprendió el texto de la
misma que, reproducimos para aquellos lectores que no son de nuestra tierra:
Pulida
magallonera,
anda y
dile al Santo Cristo
que
cuando me llame al cielo
que me cante la olivera
Hay en ella, algo que sorprende a quien la escucha, porque
quien canta se dirige a la “pulida magallonera”, evidentemente una joven, para
que le diga al Santo Cristo, en este caso el Santo Cristo con la Cruz a
cuestas, Patrón de la villa, para que en el momento de su muerte “cuando me
llame al cielo”, “me cante la olivera”. Es en este último deseo o petición,
donde algo no cuadra. Porque, evidentemente, no va a pretender que sea el Santo
Cristo quien le cante una canción que se llame “la olivera”. Las palabras “me
cante”, en singular, parecen indicar que la que tiene que cantar es una mujer, “la
olivera”. Pero, para eso, ¿Es preciso pedírselo al Señor? y, además, a través
de la “pulida magallonera” que no parecer ser “la olivera”, y todo ello sin
conocer qué es lo que va a cantar “la olivera” si se trata de una mujer.
Lo llamativo es la asociación de la copla o jota con la
muerte, como lo demuestra el hecho de que hayamos escuchado
interpretarla, con gran emoción, al término de algún funeral en la iglesia de
San Lorenzo, lo que nos impresionó vivamente.
De ahí que, en nuestra opinión era que algo más profundo lo que encerraba
la jota, aunque queríamos estar seguro de ello, antes de darla a conocer.
Y ha sido en el transcurso del Congreso Internacional de Musicología
cuando hemos tenido la oportunidad de plantear esta cuestión al Prof. D.
Francisco Rodilla León, de la Universidad de Extremadura y Presidente del Grupo
MedyRed de la Sociedad Española de Musicología, dado que presentaba una
ponencia sobre “Fuentes, variantes y transmisión del repertorio de difuntos en
el ámbito hispánico”.
Se da la circunstancia que, entre los cinco responsorios o “absoluciones”
que se cantaban ante el cuerpo del difunto o el túmulo, uno de ellos es Libera
me Domine, el Libera o la Libera, como se le conocía
popularmente.
De ahí, a inferir que lo que pide la jota que le canten en el momento
de la muerte es “la Libera” cobra sentido. Lo habíamos supuesto y nos lo ha
corroborado este destacado especialista en la materia que, además, nos ha
facilitado ejemplos de confusiones similares con otros de esos responsorios.
Esta precisión no sólo no afecta a su interpretación por
parte de jóvenes y mayores, sino que refuerza su auténtico sentido al
inspirarse en un texto que, en latín, es el siguiente:
Libera me, Domine, de morte
æterna, in die illa tremenda
quando cœli movendi sunt et terra
Dum veneris iudicare saeculum per ignem.
Tremens factus sum ego, et timeo, dum discussio venerit, atque ventura ira.
Quando cœli movendi sunt et terra
Dies illa, dies iræ, calamitatis et miseriæ,
dies magna et amara valde.
Dum veneris
iudicare saeculum per ignem.
Requiem æternam dona eis, Domine: et lux perpetua luceat eis.
“Líbrame Señor de la muerte eterna” sería, por lo tanto, la hermosa
petición que encierra una de nuestras más famosas jotas, a la que únicamente le
sobraría una “o” y le faltaría una “n” para que diciendo “que me canten la
Libera” adquiriera pleno sentido. Hipótesis que, en modo alguno, puede ser
descartada.
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