Retomamos la serie dedicada al Patrimonio Cultural
Inmaterial con algunos de sus elementos más significativos, como la fiesta de
San Roque (16 de agosto) que, actualmente, es considerada Fiesta Patronal, junto
con la Asunción de la Virgen, aunque inicialmente era de la cofradía que lo tenía
como titular, siendo ella la encargada de su organización. El descenso
experimentado en el número de sus cofrades provocó, hace algunos años, que se
fuera encomendada, cada año, a una de las peñas locales de jóvenes que son quienes
prepararan la peana procesional del Santo, adornada con un gran roscón.
Una
simpática tradición es la de imponer a la imagen del Santo el pañuelo de la
peña correspondiente. Se realiza en el pórtico de la iglesia, corriendo a cargo
de uno de sus miembros que, seguidamente, grita “Viva San Roque”, coreado con
entusiasmo por todos los presentes.
A continuación, se inicia el desfile procesional, encabezado
por el antiguo pendón de la cofradía, cerrándolo la Banda de Música. De regreso
a la iglesia parroquial, se celebra una solemne Eucaristía.
Posteriormente se bendicen los roscones que, acompañados con
vasos de moscatel, se reparten entre los asistentes. Hay que recordar, además,
que en Ainzón, a diferencia de otros lugares de nuestra comarca, la tradicional
culeca se consume este día.
Pero, la fiesta por excelencia de Ainzón es del Santo Cristo
de la Capilla, el 14 de octubre, Patrón principal de la villa junto con San
Antón. Su devoción está unida a una bonita tradición que el párroco D. Emilio
Palacín recogió en el Novenario, escrito en 1869. Según relataba, los vecinos
de Ainzón habían encargado a un escultor la realización de una imagen del Santo
Cristo, aunque no quedaron muy contentos con la obra. Mientras tanto, fueron a
verla una comisión de Ambel, con el propósito de encomendarle la realización de
otra, de características similares. A la vista de lo ocurrido, le propusieron adquirirle
la ya terminada, de manera que pudiera hacer otra para Ainzón. Pero, cuando la
trasladaban a su nuevo destino, el carro se detuvo de manera sorprendente. Al
conocer lo ocurrido, los de Ainzón fueron hasta el lugar en el que había
quedado el carro y, tras alcanzar un acuerdo con los de Ambel, el carro volvió
a moverse hasta retornar a la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de Piedad, donde
fue construida una gran capilla para venerarla.
Al margen de la leyenda, lo cierto es que se trata de una
bellísima imagen medieval que, originalmente, estaba acompañada de las de la
Virgen y San Juan. La de la Virgen apareció emparedada y actualmente se puede
contemplar en el Museo Parroquial. La de San Juan no ha sido hallada todavía.
La víspera del día 14 de septiembre los mozos traían del monte
unas cargas de leña con las que se encendía una gran hoguera en la plaza. Se
plantaba también un mayo, con un roscón en la parte superior. El mayo de untaba
de grasa, para dificultar su escalada, con el fin de alcanzar el roscón, lo que
constituía un divertimiento a manera de gran cucaña.
Por la mañana se canta la Aurora por las calles de la
población y después tiene lugar la llega que, como en otras muchas localidades,
tiene por objeto allegar fondos para la celebración de la fiesta.
En Ainzón participan los danzantes, acompañados por los
miembros de la corporación municipal y las Reinas de las Fiestas, junto con los
estandartes.
Los danzantes son uno de los protagonistas esenciales de la
fiesta, en la que, además de participar en la llega, asisten a la Misa Solemne,
ocupando un lugar destacado. Según el recordado Mariano Villabona que publicó
un artículo sobre el dance en Cuadernos de Estudios Borjanos, era costumbre “palotear”
el himno nacional en el momento de la Consagración. Llevan a cabo asimismo la
representación de dance y paloteado en la plaza Mayor. El paloteado se realiza
con palos y cintas.
Una peculiaridad de Ainzón es que cuenta con dos dances, el
de Santa Elena y el del Moro. Según Mariano Villabona, el primero se
interpretaba el día de la Cruz, mientras que el del moro se representaba el
llamado “Día de la Crucetica”, el 15 de septiembre. Después se pasó uno al día
de San Roque y se mantuvo el otro el 14 de septiembre.
En la actualidad, el que hemos visto el Día de la Cruz es el
que representa el enfrentamiento entre moros y cristianos. Antiguamente, el
rabadán que interpretaba el papel de moro vestía al uso musulmán. Ahora, lo
hace como el resto de los danzantes: pantalón y camisa blanca con corbata y
pañuelo al cuello que antes se llevaba como tocado. Los danzantes cristianos llevan
una franja negra los cristianos y roja los moros, todos ellos ciñéndose con faja
del color correspondiente, negro o rojo.
No faltan los dichos y las competencias propias de todos los
dances. Preside el acto el estandarte con la imagen del Santo Cristo que era
acompañado por tres cruces y ocho trabucos, en el caso del dance de Santa Elena
y en el del Moro por un castillo o castillete de unos setenta centímetros.
Al finalizar regresan al templo parroquial donde, ante el
altar del Santo Cristo, interpretan un pasacalles, posando después todos los
grupos ante la imagen, un momento especialmente emotivo.
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