Hoy celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción,
Patrona de Bureta, pero no hemos recibido el correspondiente programa. También es
fiesta votada en Borja, desde el siglo XVII, y en Magallón se venera su imagen
en uno de los accesos que tenía la antigua Morería. El otro era el arco del
Pilar, en la calle de Santa María por el que se entraba en ese recinto por su
parte baja y que desapareció hace no demasiado tiempo. Se ha mantenido el de la
zona alta, muy cerca de la iglesia parroquial, conocido como arco de la Purísima,
cuya vicisitudes nos ha querido recordar Pedro Domínguez Barrios.
No sabemos cómo era el arco original pues el actual es fruto
de la reforma llevada a cabo, a finales de los años 40 del pasado siglo por el
Alcalde D. Manuel Cuartero para lo que, como recordaba en el programa de
fiestas de 1950, había contado con la colaboración de D. Pablo Molinos Sarria,
Secretario del Gobierno Civil de Zaragoza quien, por su influencia y apoyo para
la realización de varias obras en Magallón, fue nombrado al 19 de septiembre de
1949 “Hijo Adoptivo y Predilecto”, una curiosa distinción, pues no se puede ser
al mismo tiempo “Hijo Adoptivo” e “Hijo Predilecto”, al reservarse esta última
a los nacidos en la localidad.
El
arco, originalmente encalado, tiene una luz de 2,60 metros y una altura de
2,50. Está formado por tres roscas de ladrillo a tizón (lado corto) con un
fondo o ancho de dos sogas (lado largo, unos 50 cm). El arco arranca a 1,22 metros
del suelo, y queda enmarcado por dos
pilastras y una línea de imposta horizontal tangente a su punto alto.
Sobre
ésta, y a eje del arco, se sitúa la capilla con la imagen titular, flanqueada
por pilastras al igual que el arco y, cubierta con arco sensiblemente apuntado.
Las pilastras que enmarcan el arco, se prolongan sobre la línea de imposta,
trazando entre ambas y el punto alto de la capilla un arco en cortina, que se
corona por una cruz de piedra
artificial.
Todo
el arco, excepto las enjutas que son revocadas,
está construido en ladrillo de módulo 27x13x5 cm, de pasta o arcilla
heterogénea, con cambios de color a modo de aguas. Este ladrillo,
identificativo de las construcciones de la época y no exento de gracia, se
tiende a pintar o revocar ahora, por considerarlo de baja calidad, ocultando
así el testimonio visual de un tiempo.
Tras estar encalado al principio y revocado posteriormente,
fue pintado de color caña durante un tiempo y, ahora, muestra este aspecto tras
ser placado con piedra, al igual que el muro contiguo.
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