Iniciamos hoy una semana marcada por dos tradiciones que
constituyen el preludio de la Cuaresma que este año da comienzo el 26 de
febrero, con el Miércoles de Ceniza.
La primera de ellas es la celebración del Jueves Lardero,
con el “palmo”, que siempre tiene lugar el jueves anterior al citado Miércoles
de Ceniza y en el que el consumo de embutidos guardaba relación con la
prohibición de hacerlo antaño en ese período cuaresmal o, como ahora, los
viernes que son días de abstinencia.
Los tiempos han cambiado e, incluso, en muchas ocasiones, el
palmo de longaniza o chorizo, marcado por cada niño, ha sido reemplazado por
los elaborados con masa, aunque teniendo los embutidos en su interior.
No se puede olvidar, sin embargo, el sentido de esta fiesta,
al igual que ocurre con los días de Carnaval que daban comienzo tras el Jueves
Lardero e ineludiblemente finalizaban el Miércoles de Cuaresma, ya que ese día
se inicia un tiempo penitencial que no es compatible con este tipo de fiestas.
Porque el Carnaval fue siempre una fiesta transgresora en la
que el protagonismo lo tenían las máscaras que recubrían los rostros de los
participantes en los bailes organizados. Los problemas que, en algunos casos
ocasionaron y los excesos cometidos fueron determinantes a la hora de prohibir
el uso de máscaras.
Pero siguieron celebrándose bailes en los que cada uno hacía
gala de su imaginación a la hora de confeccionar el correspondiente disfraz.
Sin embargo, se mantuvo la tradición de clausurarlos el
Miércoles de Ceniza que es lo que corresponde con la tradición. Modificar las
fechas, como ocurre en algunos casos, es como si se pretendiera celebrar la
Fiesta de la Siega el 15 de diciembre, pues no encontraríamos mieses para
segar.
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