El color morado de los ornamentos litúrgicos, propios de
este tiempo de Cuaresma, se troca hoy por el blanco, dado que la Iglesia
celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor, nueve meses antes de la de
su Nacimiento el 25 de diciembre.
Hemos querido recordarlo con la imagen de la bellísima tabla
del Museo de la Colegiata de Borja (reproducida en baja resolución), en la que
la Virgen recibe la visita del arcángel San Gabriel que porta en sus manos el
ramo de azucenas simbólico, rodeado por una filacteria en la que se lee “Ave
gratia plena”.
Desde un óculo situado en la parte superior del recinto en
la que María permanece en oración, Dios Padre insufla el Espíritu Santo (en
forma de paloma), mientras en los rayos se ve también la imagen de la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad (algo que después no se reflejó en la
iconografía).
La escena reflejada es, en el sentir de los creyentes, uno
de los momentos cumbres de la historia de la humanidad, cuando tras pronunciar
la Virgen la palabra “Fiat”, Dios se hace hombre en su seno para llevar a cabo
el proyecto de la Redención.
En estos momentos, la Iglesia reza en la soledad de sus templos
y de todos los monasterios para que ese Dios al que podemos llamar “Abbá”
(Padre), porque como canta el salmo 91:
“Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: su verdad es escudo y
armadura”.
“No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de
día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a
mediodía”.
Compuesto, probablemente, según los comentaristas, en
momentos en los que el pueblo de Israel se veía azotado por una epidemia de
peste, expresa la necesidad de que los creyentes vuelvan la mirada hacia el Señor en tiempos de
tribulación, como los que ahora padecemos.
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