Ayer, al abrir el ejemplar de El Periódico de Aragón, nos encontramos con la sorpresa de que, en su interior, aparecía un encarte en el que se reproducía una fotografía a tamaño 29x21 centímetros que nos resultó “familiar”.
Porque,
efectivamente, como se mencionaba al dorso había sido publicada por nuestro
Centro en este blog. Se indicaba “Colección particular. Centro de Estudios
Borjanos”, aunque en realidad, como en su momento señalamos pertenecía al
archivo de la familia Ojeda y era una de las muchas e interesantes placas que
él se conservan.
El autor de la foto Fue D. Alfredo de Ojeda y Perpiñán
(1838-1910) que, en 1904 había tomado posesión de la Alcaldía de Zaragoza. Era
un distinguido abogado y miembro y miembro del Partido Conservador,
que contrajo matrimonio en Borja con Dª Mariana Pomares de Melgarejo y Miralles
de Imperial, siendo el bisabuelo de los actuales miembros de la familia Ojeda.
En
el artículo del que ha sido tomada la foto, aparecido el 1 de septiembre de 2016,
explicamos las circunstancias que rodearon la edificación de ese singular
castillo en el centro de Zaragoza. Comoquiera que el redactor de la reseña que
figura tras el encarte que estamos comentando no lo refleja adecuadamente,
volvemos a ofrecer los datos entonces recabados, junto con otras imágenes que
también dimos a conocer.
El nuevo Alcalde de la capital aragonesa programó, como uno de los atractivos
de las fiestas del Pilar de aquel año, la construcción de un castillo en la que
entonces se llamaba “plaza de la Constitución”, con el propósito de prenderle
fuego, como si fuera una falla, sirviendo de exhibición al Cuerpo de Bomberos
para realizar un simulacro de actuación en caso de incendio.
Para este fin, se encargó el diseño del castillo al arquitecto municipal D.
Ricardo Magdalena cuyos padres, como tantas veces hemos recordado, eran de
Borja. El resultado fue esa hermosa construcción que aparece en las
fotografías, realizado en madera y cartón piedra, que tenía una altura de 16
metros y una superficie de 324 metros cuadrados. Estaba formado por un gran
torreón de dos cuerpos, rodeado por una muralla exterior, con otros torreones
en sus ángulos y el escudo de la ciudad en sus esquinas. Todo ello, inspirado
en la corriente medievalista que se había impuesto en aquellos momentos, bajo
el influjo del arquitecto francés Viollet-le-Duc.
Sin embargo, el proyecto suscitó el rechazo de la opinión pública, alarmada
ante las consecuencias que pudiera tener el “incendio”. Evidentemente, Zaragoza
no era Valencia y en Heraldo de Aragón se afirmaba que “parecerá una
herejía destruirlo por un procedimiento tan bárbaro como el fuego”. Había
además otras implicaciones, pues la Real Sociedad Económica de Amigos del País
manifestó su preocupación por los daños que el humo pudiera ocasionar en el
monumento a los Mártires que se estaba ultimando al lado mismo del castillo y
también podían resultar dañados los cables de los tranvías. Al final, se
decidió cancelar la demostración y el castillo se utilizó únicamente como
escenario para los fuegos artificiales que, durante cinco noches, hubo en la
plaza.
El
castillo, por lo tanto, sobrevivió algún tiempo y fue testigo de la
inauguración del monumento, llevada a cabo a las diez y media de la mañana del
domingo 23 de octubre de 1904, en el transcurso de una solemne ceremonia de la
que se conserva esta fotografía.
Finalmente, el 25 de octubre el Ayuntamiento inició el desmantelamiento del
castillo, como informó Heraldo de Aragón, señalando que “cuando caían al
suelo las almenas, estaba redactando el gobernador un oficio ordenando la
inmediata demolición del molesto monumento”. El Heraldo la había tomado con el castillo
Quedaba así liberado el monumento originalmente dedicado a los
“Mártires y Héroes de la Patria”, aunque también se le ha denominado como
“monumento a los mártires de la Religión y la Patria”. Es obra del escultor
Agustín Querol y está instalado sobre una base de piedra diseñada por Ricardo
Magdalena. Rodeado por una fuente sigue presidiendo el centro de la actual plaza
de España.
De
todo ello, se deduce que no es cierto que el castillo fuera concebido para
tapar la fuente de Neptuno. La explicación es la que hemos facilitado.
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